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«Desde que era niño, cuando vivía cerca de la vía férrea de la compañía Boston &Maine, raras veces oí el paso de un tren sin sentir deseos de montar en él. Esos silbidos parecen cantos embrujados: los ferrocarriles son bazares irresistibles, que serpentean perfectamente ... nivelados por las desigualdades de cualquier paisaje, mejorando tu estado de ánimo con la velocidad y sin volcar nunca tu bebida». Así comienza El gran bazar del ferrocarril, de Paul Theroux, un libro escrito en 1975, que deberíamos leer o releer todos los septiembres de nuestra vida para recordarnos nuestro viaje a Ítaca, a ese camino que conformamos más allá del destino.

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