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José Luis Ferris es profesor en la Universidad Miguel Hernández de Elche. Como poeta, ha publicado los poemarios titulados Piélago (1985), Cetro de cal (accésit del Premio Adonais, en 1984), Niebla firme (1989) y El animal que habito (2022). Ha escrito las novelas ... Bajarás al reino de la tierra (Premio Azorín, en 1999), El amor y la nada (2000) y El sueño de Whitman (Premio Málaga, en 2010). También ha publicado cuatro ensayos de referencia sobre Miguel Hernández. Pasiones, cárcel y muerte de un poeta (2002, 2010, 2016 y 2022), Maruja Mallo. La gran transgresora del 27 (2004), Carmen Conde. Vida, pasión y verso de una escritora olvidada (2007) y Palabras contra el olvido. Vida y obra de María Teresa León. 1903-1988 (2017). Además, es autor de la edición crítica de la poesía crítica de Miguel Hernández y Federico García Lorca y de la antología poética Mujeres del 27 (2022), un libro que no debería existir, pues «publicar una antología de mujeres que escriben, crean, componen o conquistan mundos […], no debería ser nunca un acto de reparación o […] un ajuste de cuentas con la Historia».
Como anuncia Ferris en la Introducción, las diecisiete poetas incluidas en la antología, son las que «tenían que estar y las que, además de su valor literario y antropológico, representan a la vez el conjunto y la diversidad de lo que fueron las escritoras de preguerra, ya estuvieran en primera línea de acción, ya encarnaran un papel menos brillante o más discreto». Así, Lucía Sánchez Saornil, María Luisa Muñoz de Buendía, Rosa Chacel, Concha Méndez, María Cegarra, Margarita Ferreras, Cristina de Arteaga, Elisabeth Mulder, María Teresa Roca de Togores, Ernestina de Champourcin, Josefina de la Torre, Carmen Conde, Ana María Martínez Sagi, Marina Romero, Josefina Romo Arregui, Manuela López García y María Teresa León cuentan con una producción poética en la que se observan «la variedad de estilos, temas y tendencias que, con una mirada femenina, pintaron de color el primer tercio del siglo XX; un periodo que, sin ellas, jamás hubiera alcanzado la luz que lo enaltece», el considerado la Edad de Plata de nuestra Literatura, «que discurre entre la crisis finisecular del 98 y la conclusión de la Guerra Civil», en el que las mujeres recogidas en esta antología, y muchas otras –como Josefina Romo, Marga Gil Röesett, Maruja Mallo, Pilar de Valderrama, Alfonsa de la Torre, Dolores Catarineu, Manuela López García, Elisabeth Mulder, etc−, marcaron la Historia de la Literatura Española y su devenir literario.
- «El destino –y quienes lo diseñan y manipulan− tenía dispuesto para ellas un ignominioso olvido o, mucho peor, el legado invisible y corrosivo de la ignorancia: lo que no se conoce, sencillamente, no existe». ¿Crees que ellas eran ya conscientes, en la época, del destino cruel que las esperaba?
No lo fueron, al menos hasta que la guerra y sus consecuencias acabaron con todas las ilusiones. En esos años, principalmente los de la Segunda República, las conquistas sociales daban pie a la esperanza, al respeto, a la posibilidad cercana de que la mujer encontrara su espacio en un mundo de hombres, sobre todo, en el terreno laboral, intelectual, político, social, artístico... Cuando la dictadura arrasó con todo ya se pudo adivinar el destino que les esperaba: un olvido cruel y la desaparición total de la memoria y de la Historia.
- Según la escritora e investigadora Pepa Merlo, «ellas se movieron en el mismo tiempo y en el mismo entorno, con las mismas influencias y ambiciones [que sus compañeros de la Generación del 27]. Y […] estuvieron ahí, presentes, en cualquier manifestación civil o cultural». ¿De qué manera lo hicieron? ¿Qué supusieron, intelectual, literaria, política y socialmente la Residencia de Señoritas y el Lyceum Club, para escritoras como Rosa Chacel, María Teresa León, Ernestina de Champourcin o Elisabeth Mulder?
Es cierto que, con algunos matices, muchas de ellas llegaron a sentirse integradas en la agitada vida cultural, política y social de su tiempo. Al lado de personalidades masculinas de la época, eran un miembro más en aquellas aventuras. Tenían los mismos sueños que ellos: alcanzar un país mejor en todos los ámbitos, una España en libertad que lograra sincronizar su reloj con el de Europa.
La creación del Lyceum Club y de la Residencia de Señoritas supuso también, para buena parte de ellas, un sólido respaldo a todos esos sueños. Era un modo de sumar fuerzas, de permitir a muchas mujeres el acceso a la cultura, al conocimiento y a la ciencia, de colocarse a la altura, al menos en derechos, de otras instituciones masculinas de mucha influencia. Sin esos templos, no se concibe el auge de esas voces femeninas, su repercusión e influencia.
- En 1954, Carmen Conde publica la antología Poesía femenina española viviente, en el que declaraba que existía una «poética fémina en España», la cual, «por fin, ha buscado y hallado sus temas en un vasto mundo de sensibilidad que, hasta hoy, no era el de las poetisas. El amor, el dolor, la muerte, patrias fundamentales del Arte, son cantados ahora con una voz nueva…». ¿Cómo pudieron sobrevivir esas nuevas voces que tanto tuvieron que luchar para no ser acalladas? ¿Por qué crees que, todavía en la actualidad, siguen relegadas de los libros de texto de la Educación Secundaria Obligatoria o del Bachillerato, salvo escasísimas excepciones?
La antología Poesía femenina española viviente, que publicó Carmen Conde en 1954, fue un valioso intento de visibilizar a las que ella consideró, en aquellos años, dignas de un interés como autoras, pero eso no significa que sobrevivieran como tal. Salvo ciertos nombres, en efecto, las demás pasaron sin pena ni gloria o, sencillamente, no sobrevivieron. Ni si quiera después, cuando acabó la dictadura y se restituyeron muchos nombres de escritores proscritos, la nómina masculina de exiliados o desparecidos sirvió para hacer justicia y reparar la lista de autores borrados de la memoria. Pero, con ellas, nunca sucedió. Su labor, capacidad y talento, escasamente valorado entonces, no solo seguía provocando el menor aprecio, sino que iba acompañado de una ignorancia casi deliberada. La prueba es que, pese a tanta tarea de rescate que venimos llevando a cabo desde distintos frentes, aún no se refleja esa necesaria recuperación en los planes de estudio.
- Las poetas de la antología presentan «numerosas similitudes –simultaneidad en los estudios, formación, afinidades, amistades, influencias […], en la etapa comprendida entre los años 1900 y 1936, en el terreno laboral, educativo, cultural y social». De hecho, uno de los epígrafes de la Introducción de Mujeres del 27 se titula «Sin corsé y sin sombrero», ¿crees que ellas llegaron a verse como un grupo literario propio o que se sintieron incluidas en la órbita literaria de la Generación del 27?
No tuvieron conciencia de generación. Pero tampoco los propios autores de la Generación del 27, en un sentido estricto y ortodoxo. La perspectiva que nos ha concedido el tiempo es engañosa, ya que vemos a aquellos hombres y mujeres como un grupo cohesionado de escritores, poetas, pintores..., y no fue exactamente así.
Algo se respiraba en el ambiente que a ellas les permitió sentirse parte de la Historia y de un proyecto, en muchos casos, común. Fueron mujeres de la República, defendiesen el ideario político que defendiesen. Compartieron los mismos fenómenos sociales, culturales y artísticos de su tiempo, pero la idea de grupo no existió entre ellas.
- El matrimonio y la maternidad, y sus contrarios: la soltería y la no maternidad; la heterosexualidad y el patriarcado, la incomprensión y la sumisión, entre otros aspectos de su esfera privada, condicionaron la vida pública de todas ellas. «Y es que el ambiente no podía ser más adverso en esos años ni las circunstancias sociales menos favorables para ellas, ya que el género femenino se seguía considerando una «raza sentada». […] en el año 1900, el 71,4% de las mujeres españolas eran analfabetas, […], en 1910 se podía hablar de 21 estudiantes universitarias en todo el país, […] en 1930 la mitad de las mujeres estaba alfabetizada […] incluso en la universitaria: 1681 mujeres». Explícanos brevemente qué significa el concepto «raza sentada» y qué perfil de mujer era el que, hasta los años treinta del siglo XX, pudo acceder a la Educación.
La explicación es tan breve como sencilla. Salvo en algún remoto matriarcado, la mujer ha ocupado un asiento secundario, de pura sumisión, en la Historia. Las grandes transformaciones industriales, laborales y sufragistas del siglo XIX, habían puesto a la defensiva al patriarcado, que veía peligrar su estabilidad y su hegemonía. La mujer había sido, hasta entonces, un ser destinado al matrimonio y a la maternidad, a los que debía responder con obediencia y sumisión, garantizando, así, la estabilidad y la armonía familiares. El nuevo modelo de mujer, activo y desafiante, ponía en serio peligro la imagen tradicional femenina de pasividad, ternura, amor y complacencia, es decir, el concepto de «raza sentada» y de «ángel del hogar».
- El neurólogo alemán Paul Julius Moebius publicó, en 1903, el libro La inferioridad mental de la mujer (La deficiencia mental fisiológica de la mujer), traducido y prologado por Carmen de Burgos, y cuyos postulados fueron defendidos por ilustres médicos, como Ramón y Cajal o Gregorio Marañón, entre otros. En España, cualquier mujer de la época «que intentara emprender una labor liberadora del estereotipo establecido iba a ser acusada de «perversa uterina», […] «lesbiana viril» o «mujer-hombre peligrosa y desvergonzada»». El Premio Nobel de Literatura Jacinto Benavente se negó a ir al Lyceum Club a impartir una conferencia «a tontas y a locas», evidenciando el sarcasmo malintencionado en la declinación a la invitación que le habían realizado desde la institución dirigida por María de Maeztu. ¿Cómo se puede definir o calificar, por tanto, la misoginia intelectual que ellas padecieron?
Se puede definir con los calificativos más tristes y lamentables. En la pregunta que me hacéis va incluida la respuesta. Ellos mismos se califican con sus actitudes, con sus palabras, y, pese a su relevancia intelectual, científica, literaria o artística, tenían ese punto de miseria humana. Y encima, entre ellos, se reían «las gracias».
- También Ortega y Gasset dejó patente su pensamiento misógino en las páginas de su Revista de Occidente, al afirmar: «el hombre inteligente siente un poco de repugnancia ante la mujer talentuda. […] la mujer demasiado racional le huele a hombre». ¿Los escritores del momento temían que les quitaran su «espacio» literario, su lugar en la Historia de la Literatura Española y por eso las atacaban sin piedad?
Ni siquiera era eso. Ellos sabían que ninguna de esas mujeres les iba a quitar el espacio que ocupaban, porque, en general, las consideraban bastante insignificantes. Los casos excepcionales, como Rosa Chacel, Maruja Mallo o María Zambrano, eran, para ellos, precisamente eso, excepciones que no alteraban la regla. Estaban tan seguros de su superioridad y preeminencia que, aunque ellas publicaran novelas, poemarios, cuentos o textos dramáticos, nunca las consideraban rivales de nadie.
- ¿Qué claves estéticas y qué universo simbólico surcan los poemas de las poetas recogidas en la antología Mujeres del 27? ¿Son comunes a las de los poetas de la Generación del 27?
Por supuesto que hay motivaciones comunes con sus compañeros de generación y de época. La realidad estaba ahí y les afectaba muchas veces por igual, pero hay asuntos que tienen, sin duda, mirada de mujer.
En cuanto a corrientes, influencias y modelos literarios, a ellas, como a ellos, les afectó un trasnochado Romanticismo, el Modernismo de manos de Rubén Darío, Amado Nervo y Juan Ramón, las Vanguardias con su disfraz de Ultraísmo y Surrealismo, la llamada poesía pura, la corriente neopopular que devolvía su sentido al romance y la canción y, finalmente, la etapa de rehumanización poética que deriva en una poesía social, comprometida, de honda preocupación existencial.
Ellas, como ellos, practicaron distintos movimientos y se identificaron con los cánones señalados, sin embargo, las escritoras, a su modo, impusieron sus tiempos y cultivaron algunas de estas estéticas más allá de sus límites de influencia. Por otro lado, hay símbolos y temas que solo las autoras podían desarrollar en sus obras, como el de la maternidad.
- «La obra de ellas ha de circunscribirse, con mayor flexibilidad y no pocos matices, al patrón cronológico que divide la poética de la generación en, al menos cuatro etapas». La primera de ellas, incluye el período comprendido entre 1918 y 1928; la segunda, desde 1928 a 1931; la tercera, desde 1931 a 1939 y la última de ellas, pertenece a la etapa que parte de 1939. ¿Qué caracteriza, histórica y literariamente, cada una de estas etapas?
En el periodo que va de 1918 a 1928 convivieron los últimos coletazos del Romanticismo y el Modernismo, las primeras manifestaciones vanguardistas a través del Ultraísmo, una lírica neopopular y los postulados de la «poesía pura». La segunda etapa, de 1928 a 1931, podría definirse como el periodo de rehumanización en el que las Vanguardias viven el auge del Surrealismo. Le sigue una tercera etapa, de 1931 a 1939, marcada por el momento histórico que genera la proclamación de la Segunda República y la Guerra Civil, es decir, un tiempo de rehumanización que cristaliza en la contienda civil y que, como se podrá apreciar, dará paso a la posguerra y al exilio. La cuarta y última etapa la marca el final de la Guerra Civil y la fractura definitiva de una generación y de un tiempo irrepetibles de la cultura española.
- La Guerra Civil española marcó, inevitablemente, el porvenir de todas ellas, al igual que el de sus compañeros de Generación. «Aquí los descamisados / firme el puño en la herramienta, / que herrumbre de viejos hierros / nos amaga las muñecas» −escribió Lucía Sánchez Saornil, en su «Romance del 19 de julio», incluido en su Romancero de Mujeres Libres (1937), como evidencia de que también existieron mujeres combativas, dispuestas a ir al frente de batalla, si así hubiera sido necesario. Otras, como Carmen Conde, dejarán aflorar sus sentimientos más ocultos para con las mujeres y los niños: «Tengo miedo porque oigo gritar a los niños volcándose en escaleras y sótanos; el alentar de las madres; y me duelen los cabellos y los pulsos oyendo a la muerte caer» (Mientras los hombres mueren, 1953). ¿La escritura les sirvió para (re)conciliarse con la vida, para mirar de frente a la muerte, para (con)vivir con la sinrazón de la guerra…?
Para muchas de ellas, la poesía y la Literatura en general fue casi una necesidad, una forma de enfrentarse al destino y un modo de buscarle sentido al sinsentido. Escribir fue más que una labor liberadora y, como bien recodáis, una reconciliación con la vida y con el mundo.
- ¿Qué poetas incluidas en la antología sufrieron el «exilio interior» y en qué consistió?
Sabemos que el destierro lo sufrieron muchas de ellas. Era una forma de salvar la piel tras la contienda. Ese fue el caso de María Teresa León, Rosa Chacel, Lucía Sánchez Saornil, Concha Méndez, Ernestina de Champourcin, Ana María Martínez Sagi, Marina Romero y Josefina Romo Arregui. El insilio o exilio interior lo padecieron de distinto modo y, según quién de ellas, se puede o no hablar de tal fenómeno. En España, se quedaron María Luisa Muñoz de Buendía, María Cegarra, Margarita Ferreras, Cristina de Arteaga, Elisabeth Mulder, Mª Teresa Roca de Togores, Josefina de la Torre, Carmen Conde y Manuela López García. Cada una vivió la posguerra de manera muy diferente, algunas con complicidad con el régimen y la dictadura, otras en cierta clandestinidad, algunas bajo la represión y el miedo.
- ¿Cómo crees que se sintieron aquellas poetas que, exiliadas en otros países, «se hicieron cargo de las obligaciones más perentorias para que sus maridos pudieran seguir creando y realizando su obra literaria», como fue el caso de María Teresa León, Concha Méndez, Ernestina de Champourcin o Zenobia Camprubí, y cómo lo asimilaron en su día a día?
Estaban, sencillamente, enamoradas. Tenían, genética e históricamente, asumido el papel de compañeras, de madres, de esposas, de amantes, de cómplices… Y, con ese sentido del sacrificio, que heredaron de sus madres, y del amor y la generosidad que ello conlleva, asumieron el papel de auténticas heroínas, cambiando la bandera y la ideología por la familia. Ellas eran conscientes de que el futuro y la supervivencia estaban en sus manos. Todas las conquistas sociales, culturales, intelectuales de la mujer pasaron a un segundo plano. Ellos debían sentirse el eje familiar, el verdadero protagonista en país extraño, mientras ellas sacrificaban su talento por lograr ese equilibrio en el hogar y en la vida. Pese a todo, muchas de ellas no renunciaron a seguir escribiendo y lo hicieron con luz propia, aunque tuvieran que acabar un poema entre fogones o escribir una novela mientras daban de mamar a uno de sus hijos.
- En medio de una sociedad católica, que se iba aproximando al ultracatolicismo, coincidiendo con los primeros años de la Dictadura franquista, Carmen Conde, en su poemario Mujer sin Edén (1947), se atrevió a escribir versos como los siguientes: «Para verte a Ti mismo me has nacido. / Para no estar solo con tu omnipotencia. / Soy la nada, soy de tiempo, soy un sueño… /Agua que te fluye, hierba ácida / que cortas sin amor… / Tú no me quieres». ¿Las poetas consiguieron siempre burlar la censura impuesta en aquel tiempo? ¿En algún caso se autocensuraron y no publicaron versos, poemas, libros?
Así es. Aún no se ha estudiado, con suficiente atención e interés, el sentido del libro Mujer sin Edén, de Carmen Conde. Es desgarrado y audaz, se enfrenta delicadamente a Dios y, por primera vez, arroja a la cara de la intransigencia el verdadero papel de la mujer en la historia. Y lo hizo en un momento en el que la censura cumplía implacablemente su papel. Se podría decir que, en esos años cuarenta, el grito de Dámaso Alonso, Carmen Conde y Vicente Aleixandre, tres autores que se quedaron en España tras la guerra, fue un clamor. Desde ese dolor existencial que generó la contienda, ellos denunciaron el triunfo de la desolación. Otros, de algún como, ejercieron la autocensura y cultivaron una poesía complaciente.
- Mujeres del 27 incluye una presentación de cada una de las poetas, antes de la selección de sus poemas. ¿Qué es lo que has querido destacar de cada una de ellas o qué hilo conductor las entreteje?
He querido presentarlas en sociedad, en este caso, ponerlas delante de la curiosidad del lector que lea sus versos y que quiera saber de dónde vienen, por qué fueron escritos, quién les dio la vida y en qué momento. He querido contar su aventura humana y situar sus obras; un trabajo que merece la pena y que permite acercar al lector a esa realidad que habita detrás del poema.
- ¿Qué versos elegirías de la antología, por su especial carga simbólica, por su indudable carácter reivindicativo, por su ferviente compromiso político…?
Es muy difícil hacer esa elección. Creo que los poemas de Margarita Ferreras llevan una carga simbólica de primer orden. De ella, seleccionaría algunos versos, como también lo haría del resto de autoras: «Yo sé que has de venir; te esperaré muy pálida, blanca como una estatua, en la paz matinal», son unos versos de Ernestina de Champourcín que pueden competir con cualquier otro ejemplo que encontremos.
- «Un día se asombrarán de que lleguemos, de que regresemos con nuestras ideas altas», afirmó María Teresa León, en su Memoria de la melancolía (1970). ¿Habrá una segunda parte de Mujeres del 27, donde se recojan los versos de otras poetas que también fueron y estuvieron?
La habrá y espero que pronto. Son muchas las sugerencias que me han llegando y poco el espacio que, editorialmente, se me ha concedido.
Agradecemos a José Luis Ferris «esta brillante y reveladora antología», su fidelidad a la hora de «contribuir al rescate y la restitución de la vida y obra de diecisiete [mujeres] poetas que protagonizaron la cultura del primer tercio del siglo XX; diecisiete autoras que formaron parte del tejido de esa época, que se movieron con soltura entre sus compañeros de generación y que, sin embargo, fueron borradas del tiempo, del recuerdo y del derecho a existir y a ser memoria», de una forma tan terrible como injusta. «Por lo demás, solo queda mirar a ambos lados y, sobre todo, atrás, para recordar a quienes nos han precedido y acompañado en la ardua y complaciente tarea de recuperar a las grandes olvidadas».
Os invitamos, estimados lectores de leonoticias.com y seguidores del blog latintaentretusdedos.com y de nuestras redes sociales @tintaentusdedos, a que sigáis el consejo de José Luis Ferris y leáis a las Mujeres del 27 y los estudios de investigadores, como Pepa Merlo, Laura Freixas, Tània Balló, Mercedes G. Rojo, Benjamín Prado, Inmaculada Plaza Agudo, Fran Carcerá o Nuria Capdevila-Argüelles, prologuista del libro Mujeres que cuentan (2022), escrito por las autoras que firman esta entrevista, entre muchos otros, que las han situado y celebrado en la Historia de la Literatura Española.
Finalmente, os queremos desear un feliz y venturoso lector Año Nuevo 2023. Nos vemos, siempre, en los libros, como espacios de encuentro, de ilusiones, de sueños…
- Mujeres del 27. Antología poética (introducción y edición de José Luis Ferris). Austral. Grupo Planeta. 2022. 432 páginas.
- ¡Mujeres que cuentan! Margarita Cueto Veiga y Nuria Sánchez Villadangos (Autoras). Marta Ponce (Ilustradora). Platero Editorial. Sevilla. 2022. 116 páginas,
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