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«No recordamos días, recordamos momentos», según Cesare Pavese, pero también es cierto que «si dices la verdad, no tienes que recordar nada», como afirmaba Mark Twain, que «la niñez es el sueño de la razón», como creía Rousseau, o que «la infancia es la ... verdadera patria», como manifestó Rilke, al cobijar una etapa de nuestras vidas en la que hemos sido grandes protagonistas de pequeñas historias. Y, en ese decisivo periodo vital, junto a nosotros, acompañándonos, siempre hallamos a las madres, a nuestras mamás. El Diccionario de la Real Academia Española, en su segunda acepción, define «madre» como «mujer en relación con sus hijos»; mientras que «mamá» es el tratamiento con el que coloquialmente nombramos a nuestras madres, con tilde o sin tilde, pues también existe «la mama», e incluso la «madrecita del alma querida» para la que guardamos en el pecho una flor «no te importe el color que ella tenga / porque al fin tú eres, madre, una flor» que cantaba Antonio Machín.
Personas tan relevantes como ellas las convierten en protagonistas de muchos refranes, como se aprecia en «Madre no hay más que una»; o en aquellos en las que se las compara con fenómenos atmosféricos extremos −«Antes abandona la madre al hijo que la helada al granizo» o «Amor de madre, ni la nieve le hace enfriarse»−; o con prendas que sirven para no mancharse −«La madre y el delantal tapan mucho mal». Pero también existen dichos populares que parecen sobrecargar de una responsabilidad muy injusta a las madres −«Madre holgazana cría hija cortesana»−; los que se muestran demasiado severos con el don maternal −«Madre que no cría no es madre, sino tía»−; los realistas −«Beso que se da al niño la madre lo recibe con cariño»−, «Caudal inagotable el cariño de una madre», o «Amor grande, amor de madre». Incluso los hay que se fijan en aquellas mujeres que se convierten en la nueva compañera del padre y que, en ocasiones, llevan aparejada la idea de ser «malas madres», si nos fijamos en las acepciones despectivas recogidas en los diccionarios para definir a las «madrastras» a quienes «El nombre les basta» por ser «Madres ásperas». Y también sabemos que cuando hay «desbarajuste, caos, confusión», cuando se pierde la mesura o nos dejamos llevar por un «jolgorio incontrolado» estamos ante un auténtico «desmadre».
Además, tenemos a la «madre patria» o, directamente, a la «matria», neologismo utilizado por escritoras como Virginia Woolf, Isabel Allende o Julia Kristeva para representar la reconstrucción del término «patria», fijándose en que ya en la Antigüedad Clásica el término se usaba para hacer mención a la tierra del nacimiento y del sentimiento. Miguel de Unamuno consideraba que la matria evocaba la feminización de las particularidades asociadas a la nacionalidad, al igual que creía Jorge Luis Borges, pues se refería, metafóricamente, a la «naturaleza-madre». A lo largo del tiempo, el término «matria» se ha conservado, por tanto, a través de la tradición literaria, principalmente en los idiomas gallego y portugués, pero también en el eusquera donde es visible la existencia de un matriarcado perpetuado a lo largo de generaciones. De esta forma, resulta innegable que en todas las culturas pervive la figura de la «máter familias» que, al igual que el «páter familias», es la cabeza de familia o la «persona que ejerce la potestad en ella».
Las madres, las mamás, las madrecitas, las mamitas y las madrastras han cuidado de nuestros pasos, reales y metafóricos, siempre vigilantes, en innumerables obras literarias –como El nudo materno (2008), de Jane Lazarre (Editorial Las afueras); La trenza (2018), de Laetitia Colombani (Salamandra); El placer de matar a una madre (2019), de Marta López Luaces; La mejor madre del mundo (2019), de Nuria Labari (ambos libros en la Editorial Penguin Random House); Una madre (2019), de Alejandro Palomas (Siruela); Madre desobediente (2020), de Esther Vivas (Editorial Catalonia); Llévame a casa (2021), de Jesús Carrasco (Seix Barral); Llamadas de mamá (2021), de Carol Fives (Sexto Piso) o Esta herida llena de peces (2021), de Lorena Salazar (Editorial Tránsito)−, entre otras muchas.
Precisamente porque todas las mamás del ancho mundo merecen un homenaje −sentido, amoroso, sincero, reparador, cercano−, Algar Editorial publicó, en 2018, Mamá, que incluye textos poéticos escritos por la maestra y periodista, Hélène Delforge, a los que acompañan las ilustraciones del belga Quentin Gréban, que ha publicado más de veinticinco libros infantiles traducidos a una decena de lenguas y que en el año 2000 recibió el Premio Saint-Exupéry por su obra Contes de l'Alphabet (Éditions Du Jasmin). Ambos también escriben e ilustran, respectivamente, Te quiero, publicado en la misma editorial, un libro dedicado al amor: «Un estado, una oportunidad, una sorpresa, un sentimiento, una sensación, una emoción. El amor se vive, el amor se dice, el amor se cuenta, el amor se comparte, el amor comienza, el amor se acaba… a veces. Pero no siempre. Hay tantas clases de amor como enamoradas y enamorados».
En estos álbumes ilustrados, las coloridas imágenes complementan la emoción que producen las palabras. En Mamá, las ilustraciones reproducen situaciones cotidianas vividas por las madres cuando explican a su primogénito que está gestando un hermano, cuando crían solas ante la ausencia de los padres, cuando se muestran desesperadas por las noches que llevan sin dormir, cuando se van a trabajar con el corazón roto por separarse de sus hijos, cuando les sanan las heridas con abrazos, cuando demuestran el cariño de manera insistente con besos, abrigando el cuerpo y el alma, y también cuando el peor de los pesares se apodera de ellas ante la pérdida de un hijo. En Te quiero, textos e ilustraciones reflejan la intensidad del sentimiento amoroso para el que «no hay un antes, no hay un después, no hay más que un ahora, nada más que tú, nada más que yo, nada más que nuestros labios».
Las palabras y las ilustraciones invitan a extraer distintas reflexiones que variarán en función de la propia experiencia, los sentimientos o el momento vital. Por ello, en Mamá y en Te quiero habrá tantas miradas y tantos aprendizajes como lectores diversos. Todos pueden deleitarse con las palabras y admirar las ilustraciones, mientras reflexionan acerca de valores universales, como la familia, el respeto, el amor, la libertad o la empatía, tamizados por la interculturalidad de todas las mamás del mundo y de todos los amores y desamores posibles:
Llegará tu primer paso,
tu primer libro,
tu primer dibujo.
Llegará tu primer tropiezo,
tu primera canción,
tu primera velita.
Llegará tu primera película,
tu primer «Mamá»,
tu primer «Te quiero».
Junto a los «Te quiero», irán también los besos –sonoros, tímidos, dulces, abrigados−, besos «de esquimal, de mariposa, explosivos, secretos, del ogro», encontrando el camino «paso a paso. Contigo». En definitiva, estimados lectores de leonoticias.com y de nuestro blog latintaentretusdedos.com, las obras Mamá y Te quiero son bellos obsequios dirigidos a todos los que una vez se atrevieron a amar y, en especial, a las mujeres que alumbran una nueva vida, las cuales deberían ser eternas y, en cierto modo, así lo son, siempre permanecen a nuestro lado, pues «en todos los continentes, una vez toman a su bebé en brazos, todas las mamás se parecen».
- Mamá. Hélène Delforge (Autora). Quentin Gréban (Ilustrador). Algar Editorial. Alzira. 2018. 72 páginas. Álbum ilustrado.
- Te quiero. Hélène Delforge (Autora). Quentin Gréban (Ilustrador). Algar Editorial. Alzira. 2019. 64 páginas. Álbum ilustrado.
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