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El periodismo y la literatura son las dos pasiones de Jorge Alacid (Logroño, 1962). El primero, al que ha dedicado toda su vida profesional, es también el motor de su primera novela, 'Los seres queridos' (Los aciertos & Pepitas). Una intriga «muy literaria» en torno a ... unos inquietantes suicidios que el director de un diario de provincias con tanto oficio como olfato, Viberti, investiga durante la Transición.
«He querido retratar el espinazo moral de la España de entonces, de un país en blanco y negro, un territorio de frontera con una narrativa propia, y para eso me venía muy bien no ser demasiado específico», justifica su decisión de situar la novela en una ciudad de castellana que nunca se nombra.
Tras una vida en la redacciones de rotativos de Vocento como El Correo, La Rioja o Las Provincias, Alacid debuta en la narración con esta apasionante historia «que más que negra es gris, como la España inhóspita y precaria que retrata, y que deliberadamente evita ser roja». Se apoya, sí, en el canon policíaco para ir más allá y huir de la sangre y la casquería tan abundante en el género policíaco. «El crimen en la novela es un accidente que permite explicar el sustento moral de los personajes», insiste su autor.
«Desde Hammett hay mucha novela negra teñida de rojo y no quería regodearme en el morbo», asegura. Y se anda con pies de plomo para evitar lo truculento al abordar un tema tan peliagudo como el suicidio. «Caí en la cuenta de que el suicidio puede ser un crimen extraño, de contornos difusos y múltiples vertientes morales. Que puede ser un homicidio por otras vías o un asesinato por otros medios, aunque nunca sabremos la última razón del suicida ni si invadimos su intimidad al investigarlo», acota.
Cree Alacid que periodistas y novelistas tienen mucho de «cazadores» y en esta ópera prima pone a su sabueso Viberti a investigar esos desconcertantes suicidios. «Tiene una moralidad líquida, a ratos gaseosa, pero que se revela muy poderosa. Bajo su fachada de descreído hay una elevada sentimentalidad que oculta, y encuentra en el periodismo su horma», dibuja Alacid a su protagonista. «Existe el periodista pescador que tira la caña a ver quién pica, y el que sale de caza en busca de su presa, y es lo que yo he intentado como novelista y antes como periodista», señala.
Rompe Alacid un lanza por el periodismo que se practica «con excelencia» lejos de los centros de poder, en capitales como en la que transcurre su novela «en la que en apariencia nunca pasa nada y que podría ser Logroño, Soria o León». «La necesidad aguza el ingenio, y si no tienes nada y buscas oro y diamantes donde solo hay rutina, los acabarás hallando y mejorarás tu praxis profesional», reivindica Alacid ese periodismo de pico y pala.
Comprometido hasta el tuétano con su oficio «si naciera mil veces, mil veces sería periodista» se ufana. «El periodismo es el relato de la vida y quienes en el futuro quieran saber cómo fue nuestra época, deberán ir a las hemerotecas. Los periodistas ayudamos a interpretar el mundo y aspiro a que también le demos un sustrato moral. Lo primordial del periodismo es informar, pero también contribuir a que la calidad democrática sea más profunda», concluye.
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