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Cabeza visible de la política deportiva en España como presidenta del Consejo Superior de Deportes (CSD), Irene Lozano (Madrid, 1971) sigue escribiendo, aunque lo hace en los escasos ratos libres que le deja su complicado trabajo. Ensayista y novelista, publica ahora 'Son molinos, no gigantes' ( ... Península), una obra sobre la amenaza que las redes sociales y la desinformación representan para la democracia.
-Usted señala en el libro una gran paradoja: cuanto más acceso tiene la ciudadanía a la información, más desinformada está.
-Algo similar ocurre cuando hay una inundación, que lo que más falta hace es agua potable. Estamos en un ecosistema de la información totalmente nuevo. Antes, había un río de información y uno compraba el periódico, oía la radio... Ahora, hay un torrente de información que lo ha inundado todo y es muy difícil salir de él. Todo el mundo está expuesto y el ecosistema nos ha vuelto más vulnerables y manipulables porque es fácil conocer nuestros gustos y mandar mensajes dirigidos. Nuestro cerebro es 'hackeable'.
-En ese torrente de información se mezclan las noticias falsas. ¿Cómo hay que controlarlas?
-Deben intervenir muchos actores, pero siempre con la estrella polar del artículo 20 de la Constitución, que afirma que los ciudadanos tienen derecho a recibir información veraz. Quedan muchas cosas por hacer: la alfabetización digital de los jóvenes y también de los adultos, para que todo el mundo esté pertrechado y sepa que una información que le llega no siempre es fiable, aunque se la envíe un familiar. Los medios, los verificadores y las plataformas, muy importante, tienen que tomar medidas. Y también hay trabajo para los Gobiernos porque la seguridad nacional está afectada por la desinformación.
-El Gobierno ha adaptado la normativa europea para controlar las noticias falsas. ¿No es peligroso que los Gobiernos realicen esta labor porque pueden caer en la censura?
-Si uno tiene en mente que de lo que se trata es de garantizar el derecho de los ciudadanos a recibir información, la censura no existe. La iniciativa del Gobierno emana de un acuerdo de la Unión Europea de diciembre de 2018, cuando los países se dan cuenta de que la desinformación es una amenaza a la democracia. En la medida en que hay que garantizar un derecho ciudadano, es legítimo que los Gobiernos actúen para proteger ese derecho, en este caso, a recibir información veraz. Hay que actuar en una línea muy sutil en la que se deben garantizar los puntos de vista legítimos en una democracia, pero también hay que evitar que esa diversidad de puntos de vista degenere en polarización, que es lo que buscan las campañas de desinformación, polarizar, romper la sociedad, romper el consenso sobre lo que es la realidad y enfrentar a la ciudadanía. ¿Es arriesgado que los Gobiernos actúen? Desde luego, por eso habrá que hacerlo con cuidado y bien. ¿Es arriesgado que los Gobiernos no actúen? También. Lo vimos en 2016, cuando todos estábamos desprevenidos ante las grandes campañas de desinformación en Estados Unidos o el 'brexit'. ¿Es arriesgado que los Gobiernos no hagan nada? Es muy arriesgado. Hace tres años, Mark Zuckerberg decía que las plataformas tenían que autorregularse y hace poco pidió por favor al Gobierno de Estados Unidos que regulara la información. No podemos decir a los Gobiernos que, como da miedo, no hagan nada. Es una amenaza seria para la democracia y hay que actuar.
-Durante la pandemia, el Ejecutivo lanzó una campaña con el lema 'Salimos más fuertes'. ¿Eso no es desinformación?
-Eso no es desinformación, eso es una campaña publicitaria. Un problema grave es que no tenemos identificado de qué hablamos cuando hablamos de 'fake news' o desinformación. Las 'fake news' son los bulos, muchas veces con intención de desprestigiar. La desinformación tiene una intencionalidad negativa, muchas veces no es una mentira, es una manipulación, una tergiversación, sostenida en el tiempo y con la finalidad de desestabilizar la sociedad. Es importante distinguir eso de la propaganda clásica, que existe desde que existen los partidos políticos, aunque esté más o menos desprestigiada. Todo el mundo asume que un partido quiere vender sus ideas a la sociedad, pero eso debe hacerse respetando unas reglas y respetando la veracidad en la medida de lo posible.
-En su libro también habla de los populismos, pero solo cita a populismos de derechas, como Trump o el 'brexit', y no a los populismos de izquierda.
-Me centro en el análisis de Estados Unidos y Europa occidental, donde la desinformación está ligada al populismo nacionalista de derechas. La desinformación está asociada al populismo y el que ha estado en auge en Europa es el de derechas.
-El populismo de izquierdas, ¿utiliza armas parecidas?
-A mí no me gusta el populismo ni de izquierdas ni de derechas, pero el libro es un análisis sobre la desinformación.
Como presidenta del Consejo Superior de Deportes, Irene Lozano ha tenido que afrontar la cancelación de las competiciones por el coronavirus y su complejo retorno posterior.
-El presidente de LaLiga, Javier Tebas, ha dicho que con la vacuna se acelerará el acceso del público a los estadios. ¿Tienen fecha?
-El fútbol necesita a los aficionados, nos lo dicen hasta los propios jugadores, y los aficionados al fútbol. Hay que ser muy cautos, pero estoy esperanzada en que con las vacunas que se están anunciando, podamos empezar a ver público en los estadios antes de final de temporada.
-Los futbolistas han pasado muchos test. ¿Han sido unos privilegiados?
-Nosotros hemos creado una estrategia de deporte seguro que se basa en unos protocolos muy exigentes. No ha habido privilegios y de hecho, esa estrategia ha sido reconocida por la Organización Mundial de la Salud, se está utilizando en muchos países y ha servido para liderar la vuelta del deporte de élite.
-Se le acusa al CSD, y por ende al Gobierno, de mediar siempre a favor de Rubiales y en contra de Tebas y los clubes profesionales. ¿Es así?
-Para nada. Se me acusa de las dos cosas, a veces de favorecer a uno y a veces, al otro, pero yo tomo las decisiones que considero que son más justas para el sector. Hemos conseguido el pacto de Viana, que es histórico, y hemos logrado terminar la temporada 19/20, gracias a mi equipo y a la colaboración de la vicepresidenta primera, Carmen Calvo.
-¿La vuelta del fútbol durante la pandemia fue prioritaria porque la sociedad lo necesitaba como válvula de escape, como entretenimiento? ¿Le venía bien al Gobierno esa distracción?
-No comparto la premisa que hay implícita en la pregunta. Nos hemos esforzado en que volvieran todos los deportes, el fútbol, el baloncesto, el motociclismo, el ciclismo. El fútbol es lo primero porque representa el 1,5% del PIB, en términos económicos, y había que preservarlo porque nuestra obligación es que las actividades económicas que querían retornar lo hicieran en las mejores condiciones. Pero es obvio que para mucha gente, el regreso del fútbol fue un factor de normalidad después de muchos meses sin ver una competición en directo.
-Entonces, ¿no fue populista la decisión de reanudar la Liga?
-No.
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