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Dos jóvenes peregrinos, un alemán y un estadounidense, descansan de su camino a Santiago mientras toman un americano y disfrutan de los libros que les ha recomendado Berta, la dueña de la librería Tula Varona.
Sí, jóvenes y extranjeros. Justo eso es lo que pretendía Berta cuando, hace apenas dos años, decidió abrir su negocio. «Tener una librería y poder vivir de ella, la ilusión de mi vida», pero no una normal, una acogedora, donde tenga cabida todo tipo de cultura y con la que seguir fomentando la pasión por los libros.
«Mutante», así le gusta denominarla a ella, por su polivalencia, «hemos conseguido crear un sitio acogedor donde, no solo la literatura, si no también la música, presentaciones o teatro tengan cabida». Pero también, porque a pesar de todo, en estos tiempos resulta complicado mantener una librería al uso, «la idea es muy romántica, pero hay que ser realistas» se lamenta, «hay meses en los que no se venden tantos libros como para que todo vaya bien y una barrita donde tes puedes tomar un café o una cerveza ayuda a pagar las facturas».
Aún así, todavía quedan algunos románticos a los que les gusta comprar sus libros y aunque la mayoría «son de otra generación», Berta todavía se sigue sorprendiendo. «Cuando viene gente joven y me encarga un libro hasta me emociono. Que una persona de 20 años haga eso quiere decir que el amor por el libro físico aún no se ha perdido del todo».
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Y desde su librería intenta fomentar «el formato celulosa» y alejarse del «frío» de los grandes almacenes o las plataformas online.
«Aquí siempre hay algo con lo que mezclarse, con lo que enriquecerse» y aprovecha la cafetería para atraer a algún curioso, «mucha gente viene a tomarse algo y no compra libros, pero al tenerlo tan cerca la tentación está ahí y mucha gente pica o lee un rato y lo deja, y no pasa nada porque al menos lee, o propicia una conversación sobre literatura, sobre arte, o cualquier cosa que tenga que ver con la cultura y para mí eso es fundamental» celebra.
Al final, Berta, con su sueño, sigue fomentando la lectura y las librería físicas, que a pesar de los cambios siguen ahí, porque como ella misma explica «son un bastión que resiste». Y con un «matiz familiar y un ambiente en el que la gente se sienta a gusto» está dando pie a un «concepto muy bonito» y distinto de las librerías que se conocen, para que todos los que lo deseen puedan seguir disfrutando de un buen libro, aunque sea con aroma a café.
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José A. González y Leticia Aróstegui (gráficos)
David González
Lourdes Pérez, Melchor Sáiz-Pardo, Sara I. Belled y Álex Sánchez
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