Los escritores Adolfo Diego (León, 1947) y Antonio Hernández (Medina del Campo, 1960) se lanzan de la mano en su primera obra conjunta, una novela histórica de ficción en la que indagan en el génesis del Camino de Santiago, en lo que hoy es el ... Camino Olvidado, durante los siglos VIII y IX, en la época del rey Alfonso II, quien nombró como uno de sus principales asesores al protagonista de la trama, Fruela, amigo de la infancia del monarca, y lo designó como diplomático y embajador ante los francos y Carlomagno para su defensa ante los musulmanes.
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'Un homenaje al Reino de las Asturias. El Camino de las Estrellas' (Editorial Spica Siglo XXI) libera una idea que partió de Adolfo Diego, quien ahora reside en Nava de Ordunte (Burgos), precisamente donde transcurre parte del relato y profundiza en los orígenes del rey en Valle de Mena, segú nrecoge la agencia Ical. Hospitalero, peregrino y estudioso de los diferentes trazados jacobeos, desde 1993 Diego puso en valor El Camino Olvidado y es autor de sus otros nombres: 'Viejo Camino' y 'Ruta de la montaña', por lo que ha recibido el título de Gran Maestre por parte de las asociaciones vinculadas a esta ruta.
«Me enganché al Camino», admite ahora este enamorada de las diferentes rutas jacobeas, amor que comparte con su compañero de escritura, el profesor de la UVa y medievalista Antonio Hernández. «Sabemos que los peregrinos iban por Liébana y Oviedo antes que por el Francés. Así que hace diez años escribí un manuscrito que ha terminado en este Homenaje al Reino de las Asturias», apunta en declaraciones a Ical, en las que celebra su unión con Antonio que la obra saliera «perfecta».
La obra surge, recuerda, «buscando el origen y el por qué del Camino», para lo que se apoyó en documentos antiguos que localizó en el Valle de Mena, donde «parece ser que Alfonso II estuvo por aquí cuando mataron a su padre». Muchos de esos documentos, junto a diversos mapas, se aportan ahora en el libro para tratar de «dar la veracidad de que los peregrinos por esta zona». Esta novel histórica, que cuenta con más de 400 páginas, estará en las estanterías el día 11 de marzo, a un precio de 24 euros (aunque ya se encuentra en preventa).
Coinciden ambos autores en que el Camino Francés fue «un invento» del rey Sancho Garcés III de Pamplona, que desvió a los peregrinos por la capital navarra, apoyado por su suegro, el conde Don Sancho de Castilla. «Hasta entonces no había un itinerario establecido», sentencia Adolfo Diego, quien insinúa que «al desmantelar la corte en Asturias y llevarla a León se dirigió por allí por cuestiones comerciales».
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«Es más largo el Francés. Vendieron que valía la pena hacer más kilómetros por ir menos pegado a la montaña, pero ahora subes unos puertos que antes no, como Cebreriro. Se supone que los reyes quisieron beneficiar a ciudades como Burgos, León, Pamplona, Nájera o Logroño. El rey de Navarra prohibió a los peregrinos ir por Vizcaya y les obligó hacia el Ebro. Eran las ciudades que quería privilegiar. Es una tesis no demostrada y está por estudiar, pero se lanza en la novela para su interpretación», desliza.
Así, Fruela y Alfonso II se aventuran, juntos, en diversas misiones trascendentales y críticas dan lugar a momentos de grandes dificultades para la estabilidad del reino y también a nivel personal para ambos, situaciones que tienen que superar para lograr llevar a cabo el deseado viaje a la tumba del apóstol Santiago. El argumento parte de documentos reales fechados en el siglo IX. A partir de personajes reales que aparecen en ellos, los autores construyen una historia con relaciones personales en la que se refleja la sociedad del reino de Asturias y su capital Oviedo en los siglos VIII y IX, cuando se descubren de forma oficial y se identifican los restos del apóstol Santiago en Galicia.
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Se da por buena la historia de que el rey Alfonso II y el emperador Ludovico, hijo de Carlomagno, fueron los primeros peregrinos importantes. El libro detalla su itinerario desde Aquisgrán hasta el 'campus stellae', hoy Compostela, con todas las etapas que siguieron guiados por esas estrellas. Fue el recorrido original, al que llamaron por ese motivo 'Camino de las estrellas' y que ahora recogen también en el título del libro. Esta novela histórica está ambientada en Asturias, Galicia, Cantabria, norte de Castilla y Álava.
Aunque es la primera novela en la que participa, Antonio Hernández puso su granito de arena en el libro 'Hospedando, 25 anécdotas de hospitaleros voluntarios', con una de esas historias, que relató tras su experiencia en la década de los 90 en Rabanal del Camino (León). Tras convertirse en peregrino y sentirse «muy agradecido y acogido», conoció, entre otras, a la catalana Lourdes Lluch, quien más tarde abrió su albergue de invierno en Frómista (Palencia).
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Después de que por cuestiones circunstanciales un familiar pusiera en contacto a Antonio y Adolfo, dos «enamorados del Camino», ambos analizaron la «historia» que el burgalés había pergeñado y trabajaron juntos para crear esta obra, que recoge un «proceso de creación de tramas, de diálogos, voz de los personajes y de corrección que supone una lectura muy atenta».
Como buen medievalista, Hernández insistió en el origen en la idea de que el «rinconcito donde nace Fruela es lo que luego llamarán Castilla, es decir, Bardulia». «Eso lo introducimos en la novela para que quede claro. Muchas veces se duda de si este asesor era alavés o castellano. Era castellano, en una cuña entre Cantabria y Vasconia, donde aparecen los vascos y los pasiegos», comenta.
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El viaje de Fruela y Alfonso II atraviesa el norte de Burgos. El libro menciona Ojo Guareña, Villabascones de Sotoscueva y Espinosa de los Monteros, y más adelante, Brañosera. En las notas históricas también se cita León, que fue repoblada después de este viaje, al igual que Burgos. De hecho, ambas renacieron en torno al año 845 y en 884, respectivamente.
Hernández profundiza en la figura de Fruela, «encargado diplomático y amigo personal de Alfonso II y hombre importante que integraba el Aula Regia, encargado de relaciones con los francos, en este caso con Carlomagno». «Los contactos existieron en este sentido y los relacionados con el Camino de Santiago existieron. Alfonso II y Ludovico fueron los primeros peregrinos a Santiago, según la leyenda», sostiene, un apunte que los autores han aprovechado para novelar también. A falta de León y Burgos, las ciudades más importantes del reino en aquel momento eran la capital, Oviedo, y Lugo.
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La novela pone el foco en tres aspectos. Por un lado, las relaciones dentro del Reino de Asturias, una rebelión y la crónica del reinado de Alfonso II, además de la guerra civil cuando «lo intentan destronar». Todo ello visto con los ojos de Fruela y su familia de campesinos y acomodada, que «no pasa hambre, pero que hace frente a las incursiones sarracenas cuando llega el buen tiempo cada año, a robarles o asesinarles». «Fruela está a caballo, pendiente de su familia, sus tierras y ganado en el norte de Burgos, y como hombre palaciego en Oviedo», expone la novela.
Además, lleva de primera mano las negociaciones con los vascos para un frente común contra los musulmanes, pero también con los francos por asuntos «diplomáticos y eclesiásticos», en el que cobra importancia Beato de Liébana. «Él tiene que sobrevivir para reafirmar el reino de Asturias frente a los musulmanes; y necesita una especie de patrón amigo para defenderse, y ese era Carlomagno y su heredero, Ludovico, que ofrece un impero cristiano y fuerte y es una especie de garantía», relata.
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El otro foco ocurre tras el descubrimiento de los restos del apóstol, cuando el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico es invitado a realizar el Camino, pero muere en ese tiempo, en el 814, por lo que el viaje lo realiza Ludovico Pío, su hijo.
Una tercera parte narra el recorrido que este hace desde Aquisgrán a Finisterre, esperado por Fruela en el Bidasoa. Ambos se dirigen después por el País Vasco hasta las Merindades y transcurre por el norte de lo que hoy son Burgos y Palencia y de ahí a Oviedo, para seguir después por el Camino Primitivo.
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«Deciden ir a Compostela y Finisterre porque todavía había restos de paganismo y además interesaba llegar a conocer lo que entonces era el fin de mundo. Y llegan y ven salir el sol y cumplen el sueño de Carlomagno con la Vía Láctea», sostiene Hernández, quien cree que la obra «trata de recordar, de formar novelada, el papel que Alfonso II de Asturias tuvo en el nacimiento y puesta de largo del Camino», pues fue durante su reinado cuando se descubren los restos. Son él y sus obispos, principalmente Teodomiro, el de Iria Flavia, «quienes dan carta de verosimilitud a este descubrimiento y fueron sus publicistas». «Si no le hubiesen dado importancia en aquella época, seguramente hoy no lo conociéramos», concluye.
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