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Guillermo Elejabeitia
Madrid
Sábado, 9 de mayo 2020, 00:20
Una pregunta tan sencilla como «¿de dónde eres?» para ella resulta difícil de responder. En casi todas las cocinas en las que ha trabajado era simplemente «la marroquí», sin embargo Najat Kaanache nació en la localidad guipuzcoana de Orio y habla con ... fluidez euskera. Es solo uno de los cinco idiomas que maneja este torbellino de los fogones capaz de arrancar elogios a Ferran Adrià, Andoni Luis Aduriz, Gordon Ramsey o Bill Yosses, pastelero de la Casa Blanca. «No se vivir sin cocinar», confiesa. Por eso en estos días de persianas bajadas dedica su tiempo a dar clases online y a rematar los detalles de su próximo libro, 'Najat'. También a compartir su cosmopolita visión de la cocina africana con el público del foro culinario virtual Gastronomika Live.
Hoy Kaanache gestiona restaurantes en Estados Unidos, México o Marruecos, tiene un programa de televisión en Canal Cocina y es una presencia habitual en los congresos gastronómicos más prestigiosos, pero su historia comienza siendo una niña «pobre y extranjera» en un pueblo de la costa vasca. Suele contar que su madre regalaba cuscús a las vecinas para ganarse su confianza y que su padre le decía que tenían que demostrar que eran iguales siendo diferentes. «Ahora sé el valor que tiene un plato de lentejas, pero entonces soñaba con helados de vainilla».
La cocina llegó por casualidad después de probar suerte como actriz; hizo sus pinitos en la serie de la televisión vasca 'Goenkale' y se marchó a Holanda para estudiar Arte Dramático. En Rotterdam aceptó un trabajo como cocinera para pagarse los estudios y acabó enamorándose del oficio. Cambió las tablas por los fogones de la escuela de hostelería y, cuando le tocó hacer prácticas, se dedicó a documentar su periplo por los mejores restaurantes del mundo en el blog 'The Pilgrim Chef', la chef peregrina. El Bulli, Noma, Alinea, The French Laundry... Con su currículum podría haber abierto un restaurante en Londres, París o Nueva York, pero acudió al encuentro de sus raíces en la Medina de Fez.
Nur significa luz en árabe y es el nombre del restaurante con el que ha iluminado la alta cocina marroquí. Allí sirve un menú degustación que cambia cada día según lo que encuentre en el mercado. Cuando sobre el escenario de Madrid Fusión contó que iba a la compra escoltada por hombres, muchos se echaron las manos a la cabeza. «No lo hago por protección, sino para tener una compra relajada», explica. «Al fin y al cabo allí todavía me siguen tratando como a una extranjera».
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