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Kiwi, el fruto chino que vino de Nueva Zelanda y triunfó en Pontevedra

Kiwi, el fruto chino que vino de Nueva Zelanda y triunfó en Pontevedra

La curiosa historia de la propagación de esta planta tuvo como protagonistas a una profesora neozelandesa y a un empresario gallego

Ana Vega Pérez de Arlucea

Viernes, 11 de octubre 2024, 00:03

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Cuando en 1903 Mary Isabel Fraser fue a visitar a su hermana a China, después de varios años sin verse, no sabía que aquel viaje de reencuentro familiar iba a cambiar el destino de su país. Las hermanas Fraser habían nacido en Dunedin, en la isla Sur de Nueva Zelanda, y ambas eran maestras, pero Mary se había quedado en su tierra natal como directora de un internado femenino mientras que Katie llevaba desde 1896 siendo profesora de una escuela misionera en Yichang, junto al río Yangtsé, en China. Hasta allí fue a visitarla Mary, quien se llevó como recuerdo de su viaje al corazón de Asia las semillas de una planta que en mandarín se llamaba yang-tao. y que nosotros ahora denominamos kiwi.

Conocida en China desde hace siglos por su valor medicinal, esta planta trepadora fue bautizada en 1847 como Actinidia chinensis (ahora Actinidia deliciosa) por científicos europeos que solo habían visto especímenes secos, mandados desde la otra punta del mundo y sin sus correspondientes frutos. Nadie se dio cuenta de su posible valor como alimento hasta que la firma inglesa James Veitch & Sons, dedicada al negocio de semillas y plantones, mandó en 1900 un corresponsal a Yichang para proveerles de plantas ornamentales. El señor E. H. Wilson se dedicó a recopilar semillas de cientos de especies diferentes, a enviarlas a Inglaterra, a intentar germinarlas por su cuenta y, de paso, a divulgar sus bondades entre los pocos extranjeros que vivían a orillas del Yangtsé.

En 1904 la Actinidia hizo su primera aparición en el catálogo de la firma Veitch & Sons. «Se ha cultivado recientemente a partir de semillas recogidas en la provincia de Hupeh, China Central, enviadas por Wilson, y ha demostrado ser resistente y de crecimiento muy rápido en nuestro vivero. Produce frutos comestibles del tamaño de nueces y con sabor a uva espina madura».

Aquellos arbustos criados en un invernadero de Londres no dieron pie a ninguna revolución frutícola. Se promocionaron como plantas trepadoras para embellecer pérgolas y, además, para fructificar necesitaban polinización entre ejemplares masculinos y femeninos. Las que sí dieron fruto fueron las semillas que Mary Fraser, vía mister Wilson, llevó como souvenir desde Yichang hasta la ciudad neozelandesa donde vivía, Whanganui. Allí se las regaló a un vecino, Alexander Allison, que además de ganadero era fruticultor aficionado.

Sea amarillo o verde, si se comen hoy ustedes un kiwi de Zespri (la marca cooperativa que los productores de este fruto de Nueva Zelanda tienen para la exportación) se estarán comiendo un descendiente de las plantas de Alexander Allison. Y si no es Zespri, también, ya que todos los kiwis que se crían en cualquier parte del mundo proceden de aquellos proto-kiwis de Whanganui.

La variedad más popular hoy en día, la Hayward, también se remonta a las semillas de Fraser y Allison aunque sus bayas sean más grandes y dulces que las originarias de China. Nació en torno a 1924 de la mano del jardinero neozelandés Hayward Wright y sus características (resultado de una mutación) se propagan desde entonces mediante esquejes para asegurar su perfecta replicación.

Por culpa de Mao

Lo curioso es que entonces ni la planta ni su fruto se conocían con el nombre de kiwi. El original mandarín yang-tao fue cambiado en Nueva Zelanda por la denominación en inglés de 'chinese gooseberry' (uva espina o grosella silvestre china), pero cuando se empezaron a exportar a otros países en los años 50 resultó que nadie quería vender un producto comestible relacionado -aunque de lejos- con la China de Mao. Se probó a rebautizarlos como 'melonettes' hasta que en 1959 un cliente estadounidense sugirió que se les pusiera un nombre maorí para vincularlos a su procedencia de Oceanía. Así surgió lo de 'kiwi', por la similitud de la piel vellosa y marrón de las bayas de la Actinidia con el plumaje del pájaro kiwi, que es endémico de Nueva Zelanda.

¿De las Antípodas a España? Actualmente somos el undécimo país en la lista de mayores productores de kiwi del mundo, y el tercero que más importa esta fruta por detrás de China y Japón. Nuestra pasión por esta fruta llena de vitamina C y antioxidantes es tal que nuestra pujante producción no da abasto para cubrir la demanda, algo fascinante teniendo en cuenta que hace 50 años nadie la conocía.

Su gran impulsor fue el empresario lucense José Antonio Fernández López (1904-1986), quien además de fundar Zeltia, Pescanova, Apis o Antibióticos tuvo tiempo para darse cuenta de que aquel fruto extraño y peludo podía ser un buen negocio. Viendo que a principios de los 60 se vendía en Alemania por hasta 300 pesetas la pieza, enroló en el proyecto a su amigo y paisano Carlos del Río Bouzas, ingeniero técnico agrícola, y juntos montaron en 1969 el primer huerto de kiwis en Gondomar (Pontevedra).

Del Río acabó visitando Nueva Zelanda y convirtiéndose en el gran experto español sobre su cultivo. En 1979 publicó el libro 'Kiwi, el fruto del futuro - posibilidades de cultivo en Galicia' bajo el auspicio de la diputación pontevedresa y con prólogo de Álvaro Cunqueiro. 45 años después Galicia cultiva más de la mitad del kiwi nacional, especialmente en las comarcas pontevedresas del Salnés y el Bajo Miño, y todo gracias a una maestra y un señor de Lugo.

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