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Un hombre que nunca se llamó Ciriaco en una Casa que nunca fue de Ciriaco, y que ya vive en el recuerdo de todos los leoneses
Fíjense, queridos lectores y lectoras, cómo de curioso es el fluir de la vida, que discurre monótonamente hasta que la alegría y la vitalidad profesional aparecen en ella.
Observaba mi artículo sobre la Casa Goyo y leía desde el ordenador todos sus diligentes comentarios. Me sentía halagado en algunas ocasiones y me emocionaba en muchas otras. Sentía que, aun como neófito en la materia y humilde escritor, recibía un cariño que aceptaba con gusto y con ambición, para seguir creando estos magníficos artículos.
Al cerrar la pestaña de Leonoticias, observo que tengo correo en mi bandeja. Y no podrán adivinar, amables seguidores, quién se había puesto en contacto conmigo. Una confluencia de caminos parece asomar en estos instantes, pues dos sorpresas serán el núcleo central de mis dos siguientes artículos. La primera la desvelaré ahora, la segunda, al final del presente artículo.
Al leer el correo, mi concepción de la Casa Ciriaco cambió por completo y comprendí, de la mano del responsable de ese correo, la historia de una familia que ya forma parte del panorama arquitectónico, comercial e histórico de León. Conozcamos, de la mano de Nacho Ciriaco, la historia de su abuelo, Ciriaco Fernández, fundador de la conocida tienda Casa Ciriaco.
Ciriaco Fernández nace un 24 de enero de 1872 en León. Aunque, como curiosidad, en su partida de nacimiento y bautismo no aparece la palabra Ciriaco por ninguna parte, ya que sus padres le reconocieron como Pablo Raimundo. Nacho Ciriaco, su nieto, desconoce cómo y cuándo su abuelo cambió su nombre para adoptar el ya famoso Ciriaco.
Resulta llamativo este hecho, pues, como ya sabrán los lectores del anterior artículo, la Casa Ciriaco no se llama de esta manera, ya que su promotor fue Calvo Quirós, por lo que debería haber adoptado el nombre de este último. Al fin y al cabo, Ciriaco no fue, al principio de la historia, ni el nombre de la Casa ni el del hombre que ocupa nuestro artículo.
¿Por qué esta instantánea de la Casa Goyo? Se preguntarán los lectores más asiduos, si ya ha ocupado otro de nuestros artículos. Sencilla y concisa es la respuesta: No solo la Casa Goyo y la Casa Calvo Quirós están hermanadas debido al arquitecto que las edificó, Manuel de Cárdenas, sino por otro motivo aún más, permítanme el excesivo adjetivo; alucinante.
Ciriaco Fernández fue uno de los seis hijos de una familia numerosa pudiente que intentó despuntar en el panorama textil durante la segunda mitad del siglo XIX. Tuvo una hermana que nació en 1867 llamada María Juana Ascensión. Otro, Leandro, que emigró a Argentina. Gabriel, de 1874, al que se le pierde la pista, Hermógenes, de 1885, del que luego hablaremos, y un tal Gregorio Fernández...
¿No les suena, acaso, a ustedes, el nombre de Gregorio Fernández? ¡Efectivamente!, Gregorio, o más conocido como Goyo, fue el promotor de la casa homónima casi al mismo tiempo que su hermano, Ciriaco Fernández, se hacía en 1922, con el local inferior de la Casa Calvo Quirós.
León es un pañuelo, por supuesto, pero, ¡qué coincidencia más amena! Una en la que jamás hubiera caído de no ser por la intervención del nieto de Ciriaco, Nacho «Ciriaco».
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Daniel Casado Berrocal
Daniel Casado Berrocal
Parece ser que, mientras Goyo se iba con su hermano Leandro a Argentina, Hermógenes y Ciriaco fundaban la maravillosa tienda de sastrería «El modelo Parisiene», con el subtítulo de «Fashionable Tailor`s», que identificaba a los hermanos como a los sastres más vanguardistas de la época
Por motivos personales, la unión se disuelve a finales de la segunda década del siglo pasado y Hermógenes sigue su camino en solitario en una tienda cercana. Por su parte, Ciriaco alquila el local de la Casa Calvo Quirós y da comienzo, con dicho acto, a la historia de uno de los locales más famosos de León; la Casa Ciriaco.
Permítanse observar y contemplar de nuevo el logotipo de «El Modelo Parisiene» e imagínense a dos jóvenes dando rienda suelta a su ambición profesional, intentando rescatar de la moda parisina todos los complementos para ofrecer a León vanguardias estilísticas. Ahora respiren ese aire de los primeros años del siglo XX, y reconozcan un León en blanco y negro. Caminen hacia el mostrador de la tienda de Hermógenes y Ciriaco para interactuar con un pasado; tal y como lo estamos haciendo en este instante. ¿Les emociona ese León? A mí, como Flâneur del tiempo y Odonista de las calles, me priva su existencia y me deleito con la huella que las personas, los edificios y las leyendas, han dejado en el tremendo poso histórico de nuestro presente.
Este plano, que tanto busqué en el Archivo Municipal y nunca fui capaz de encontrar, fue cedido por Nacho «Ciriaco», aunque no hemos sabido averiguar quién fue su delineante. Si alguno de los oriundos, más cercanos al mundo de la moda, de la arquitectura o de la historia supiera este dato, invitado o invitada queda para comentarlo a través del cajón de los comentarios. Allí nos hablamos, nos leemos y nos conocemos.
Siguiendo con la historia de la casa, Ciriaco comenzó su andadura allá por 1922 en la Casa Calvo Quirós. Antes había sido el conocido como Banco Mercantil. Tuvo tres hijos, que podemos conocer en la fotografía que da comienzo al presente artículo. En la instantánea, Ciriaco, con un gran bigote, posa cogiendo del brazo a don Ángel Fernández Villaverde, su sucesor y padre de nuestro entrevistado, Nacho Ciriaco.
En esta impresión podemos observar un anuncio de la época, que bien podría haber aparecido en periódicos como este. Por aquel entonces, el sastre ya se había establecido en Ordoño II. Pero había un problema; Ciriaco necesitaba un sucesor.
Ángel Fernández Villaverde era el indicado para conocer, de primera mano, el negocio de su padre. Por ese motivo, Ciriaco lo envió a Londres, a estudiar sastrería y a perfeccionar una técnica, que llegaría a convertirse en vanguardista y despuntadora en la ciudad de León. Prueba de su excelso aprendizaje, se le condecoró con el siguiente diploma, por el que se le concede una mención especial y un reconocimiento personal y profesional.
Junto a su padre, Ángel comienza a dirigir el negocio familiar en la plaza de Santo Domingo esquina con Ordoño II, y recibe buenas críticas por parte de los clientes, pues aunque sus técnicas y su profesionalidad simbolizaban un gran gasto para los leoneses, esto era síntoma de su perfecto acabado y su pulcritud con cualquier tipo de tejido.
Ciriaco, el fundador de la tienda, falleció en 1951, legando a sus descendientes un patrimonio cultural maravilloso y un ímpetu empresarial fuera de toda regla. Consiguió, con tesón y esfuerzo, distinguirse de los demás trabajadores para hacer que su nombre fuera conocido tanto en todo León como allende las fronteras de la ciudad, de la comunidad, e incluso de España, pues inculcó a sus hijos la internacionalidad del producto y la importancia de un trabajo realizado con precisión y meticulosidad.
Pero no piensen que la familia de Ciriaco cerró entonces sus puertas. Tomó el relevo su hijo, que llevaba años ya en el negocio. Tal fue la dedicación de Ángel a la labor, que recibía continuamente encargos de todas partes de España que, una vez eran entregados, eran respondidos con notas de agradecimiento y de reconocimiento que Nacho todavía guarda con pleitesía. Algunas de esas cartas afirmaban lo siguiente:
«Espero estar pronto por tu casa, pues no puedo ya vestirme con otro que no sea usted, pero si no quisiera hacerme más ropa, lo mismo iría a abrazarlo y a saludarlo, pues encima de su arte de vestir a la gente, está su hombría de bien, y su amistad que no desearía perder por ningún concepto».
En 1957 se le entrega un diploma acreditativo a don Ángel de parte de la Cámara de Comercio celebrando el cincuenta aniversario de la Cámara. Pero el 12 de octubre de 1968, tras haber celebrado un homenaje el año anterior por los cincuenta años de la labor empresarial del famoso sastre, tiene lugar un acto que cambiará la vida de don Ángel Fernández y mediante el que se le reconocerá como a una de las figuras más importantes del panorama comercial en León. Veamos lo que nos cuentan las crónicas.
«El pasado sábado, le fue impuesta a Ángel Fernández Villaverde la medalla de plata al Mérito en el trabajo. Al mismo acto asistieron numerosos amigos y compañeros del gremio de sastrería, así como el Gobernador Civil de la provincia, Alcalde de la ciudad, delegados provinciales [...]. Después de leer unas palabras agradeciendo la presencia de todas las autoridades, se da la orden de entregar la medalla a don Ángel Fernández Villaverde por sus cincuenta años de trabajo a petición de los profesionales de sastrería. El acto se desarrolló en el salón de San Marcelo y se saldó con vítores hacia el homenajeado. El señor Gobernador cerró el acto con unas sencillas palabras en las que dice que León no solo debe ser mirado por su carácter monumental e histórico, sino por los hombres que hacen de León una ciudad industrial y activa».
Y yo suscribo las palabras de este Gobernador, que nos traslada al siglo pasado, hace más de cincuenta y cinco años, para ver cómo el hijo de Ciriaco recibía un galardón del que debía estar orgulloso.
Después de sastrería, la Casa Ciriaco pasó a salón de tejidos y tienda de confección, a cargo de la madre de Nacho, y mujer de don Ángel Fernández. Años después, Nacho se hizo cargo tanto de la Casa Ciriaco como de otros dos locales cercanos dedicados a la venta de muebles; uno en el pasaje del Complejo de Santo Domingo y otro en la calle Juan Lorenzo Segura. Mantuvo el nivel que tanto Ciriaco, como don Ángel habían colocado tan alto y dejó el negocio en manos de una empresa de perfumería, allá por 2007.
El cartel de la Casa Ciriaco fue removido y ahora tan solo queda la marca de su paso por nuestra existencia, en el recuerdo que nos trasmiten las maravillosas y erosivas fotografías.
De esta manera nos despedimos de la Casa Calvo Quirós, de la Casa Ciriaco como tienda, y de la familia Fernández, no sin antes agradecer a Nacho «Ciriaco» su tiempo, su esfuerzo y su diligente relato, que nos ha servido para conocer parte del pasado de León, para avanzar hacia un nuevo horizonte. ¿Qué horizonte?, se preguntarán.
Les había prometido una sorpresa, ¿no es así? Pues bien, como dije al final del artículo pasado, estas maravillosas retahílas de reminiscencias no hacen más que activar nuestra psique. Como prueba fundamental de este hecho, de la magia de los artículos de esta sección, un hombre se puso en contacto conmigo hará ya unos meses, para conversar sobre un edificio en concreto.
Me confesó que él era el actual propietario del inmueble y que, con gusto, me permitiría entrar en el mismo para ver su esqueleto humano, sus lugares ocultos y conocer la verdadera historia secreta, a la que pocos han tenido acceso, del Sanatorio Miranda.
Quédese, querido lector y lectora, a escuchar la narración de un episodio conclusivo del Sanatorio Miranda, y conozca, de la mano del nieto de su promotor, la Historia de uno de los Edificios más emblemáticos de León.
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