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Elisa Mora en plena restauración de 'La condesa de Chinchón' en el taller del Museo del Prado. Alberto Otero
Elisa Mora devuelve su esplendor a 'La condesa de Chinchón', «el mejor retrato de Goya»

Elisa Mora devuelve su esplendor a 'La condesa de Chinchón', «el mejor retrato de Goya»

La restauradora culmina una carrera de casi cuatro décadas en el Prado recuperando la turbadora transparencia de la icónica tela

Jueves, 24 de diciembre 2020, 01:07

«Es el mejor retrato de Goya». Lo dice sin asomo de duda Elisa Mora (Madrid, 1953), que con la restauración de 'La condesa de Chinchón' pone broche de oro a una brillante carrera de 38 años en los talleres del Museo del Prado. Pintado ... en 1800, el lienzo es uno de los iconos de la pinacoteca, en la que lleva solo 20 años, y recupera gracias a Mora su pleno esplendor y su mágica transparencia.

Fue uno de los cuadros más deseados del Prado, a donde llegó en el año 2000. El Gobierno sumó una notable aportación a los fondos del legado de Manuel Villaescusa para comprarlo. Los herederos de la condesa recibieron 4.000 millones de las extintas pesetas, unos 24 millones de euros, por esta joya que ahora vuelve a brillar en las salas del Prado tras pasar varios meses en sus talleres.

Su «excepcional» estado de conservación facilitó el trabajo de Mora, que ha restaurado 150 pinturas, entre ellas 25 piezas del genio aragonés, catorce del museo y once de fuera. Premio Nacional de Restauración, además de 'El 2 de mayo' o 'El invierno' de Goya, ha 'salvado' obras maestras de Brueghel o Tiziano. Su admiración hacia Goya no conoce límites. Siente tal proximidad con el maestro de Fuendetodos «que le llamo Paquito», confiesa Mora, que retrasó varios meses su jubilación «para disfrutar del último regalo de Goya».

Ha retirado los amarillentos barnices oxidados y la suciedad acumulada durante años en una tela reutilizada por el artista, que antes de retratar a la joven aristócrata pintó a José de Godoy, primer ministro de Carlos IV, y a un apuesto y desconocido caballero, como revelaron los infrarrojos. Se han reforzado las esquinas del lienzo y sustituido los hilos de algunos parches de intervenciones anteriores. «Por fortuna el lienzo, de azarosa vida, no se había reentelado y la pintura estaba bastante bien, a pesar de algunos craquelados», se felicita la restauradora. La transparencia del nuevo barniz permite apreciar «el magisterio de Goya».

«Es un portento donde brilla la genialidad de Goya, que pintó como nadie los arriesgadísimos grises y blancos. Recupera su profundidad, su atmósfera y su transparencia. Goya pintó el rostro, el alma y el sentimiento de la condesa. Se aprecia en su sonrisa, que para mí es como la de 'La Gioconda'», dice Mora.

María Teresa de Borbón y Villabriga (1780-1828) tenía 20 años cuando Goya la retrató. Encinta tras dos embarazos frustrados, se sentía feliz. Casada con 16 años, ignoraba que su marido, Godoy, la engañaba. Sí lo sabía Goya, que, según Mora, sentía por ella «un cariño especial reflejado en una pintura de soltura y limpieza magistrales».

Otro Goya

«Este retrato deshace ese tópico del Goya siniestro, violento y desgarrado –que es cierto y existe en un artista tan poliédrico–, y nos muestra el Goya sensible, familiar y afectivo que lleva en su ADN la empatía por los personajes representados en sus obras», aseguró Andrés Úbeda, director adjunto de conservación e investigación del Prado. Un Goya «diferente» que según Javier Portús, jefe de conservación de pintura española del museo, «se inspira en Velázquez, que como él fue capaz, dos siglos antes, de crear espacios misteriosos sólo con los grises y los blancos, algo al alcance de muy pocos pintores».

Para Potús abordar la restauración de esta obra era una «tarea necesaria» que devuelve todo su protagonismo a la «extraordinaria gama cromática de sutiles blancos y grises». Mora la ha restaurado tras finalizar el 'El invierno', otro cuadro de «características muy similares» en esta gama de grises «que conforman «sinfonías cromáticas».

«Hoy celebramos tres milagros en el Prado: el milagro de Goya, el de la condesa de Chinchón y también el de Elisa Mora», concluyó Úbeda agradeciendo su portentosa labor a la restauradora, que llegó al Prado en 1982.

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