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La actriz madrileña Ángela Molina Efe

Ángela Molina, Goya de Honor 2021

«Todo ha merecido la pena», asegura la actriz madrileña a la que la Academia califica como como «uno de esos milagros que ocurren de vez en cuando en el cine español»

Iker Cortés

Madrid

Lunes, 30 de noviembre 2020, 12:34

«Todo ha merecido la pena: soñar, confiar, trabajar... Y no porque uno espere nada. Lo más hermoso que uno recibe es trabajar en lo que ama, pero si llega un premio como este, que hemos acariciado en otras ocasiones y que nunca había ... salido... Pues ahora con mi edad, joven vieja y vieja joven, es una satisfacción y un sentimiento de mucha paz y estoy muy agradecida». Así de emocionada ha recibido Ángela Molina (Madrid, 1955) la noticia de que el próximo Goya de Honor, el que se entregará el 6 de marzo, ya tiene dueña: ella. «Estoy muy, muy feliz. Ha sido una alegría inmensa, me ha llenado el corazón. Hace unos días estuve en la Academia, y cuando vi el busto gigante del maestro Goya le miré y sentí algo como muy familiar, y resulta que me lo voy a encontrar en mi casa dentro de poco», cuenta risueña la madrileña.

Con este galardón, la Academia de Cine reconoce «la trayectoria excepcional» de una compañera «tan querida por todos por su autenticidad, su talento indiscutible y su especial sensibilidad». Y puede que en ese 'tan querida por todos', tan alejado de una industria a priori tan competitiva, esté la clave. Afirma Molina que, precisamente, sin los compañeros «este oficio no existiría» «Dependemos los unos de los otros. Nos buscamos, sabemos dónde nos duele y cómo nos hacemos felices. Nos necesitamos y compartimos todo lo que nos pasa; cuando uno pierde cuando el otro gana». Y va más allá: «Este oficio nunca ha sido una competición, sino el desarrollo de ideas y la expresión de este sentimiento de amor tan potente que lleva el cine dentro».

Cabe preguntarle si un premio honorífico tiene algo de final de trayectoria, de crepuscular, pero la madrileña niega la mayor. «Para nada, porque como decía Picasso: 'Cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando'. Siempre he considerado así este trabajo. Trabajaré hasta que mi cuerpo decida por mi, pero tenga los años que tenga, siempre lo voy a disfrutar. Con los años, el trabajo físicamente a veces es más fatigoso pero la satisfacción es más plena porque la conciencia del tiempo se va desarrollando con otras mieles».

Calificada por la junta directiva de la Academia de Cine como «uno de esos milagros que ocurren de vez en cuando en el cine español», Molina ha protagonizado «numerosos títulos indispensables del cine español y europeo» y con 45 años de oficio a sus espaldas y más de 150 personajes, pocos son los directores españoles que no han trabajado con ella. La actriz, cantante y bailarina ha estado a las órdenes de los cineastas más destacados de las últimas décadas, desde Buñuel, que la descubrió y a cuyas órdenes fue la Conchita de 'Ese oscuro objeto del deseo', a Pedro Almodóvar, pasando por Jaime Camino, Jaime Chávarri, Jaime de Armiñán, José Luis Borau, Pontecorvo, Bigas Luna, Josefina Molina, Marco Bellocchio, Ridley Scott, Alejandro Agresti, Miguel Picazo, Gerardo Vera, los hermanos Taviani, Luigi Comencini, Ricardo Franco, Enrique Gabriel, Miguel Littín, Alain Tanner, Tornatore, Agustí Villaronga, Imanol Uribe, Isaki Lacuesta, Julio Medem, Pablo Berger....

A sus 65 años, asume los galardones, homenajes y satisfacciones que le ha proporcionado el cine con naturalidad. «Los premios te vienen en momentos determinados. Cuando estuve nominada por primera vez al Goya por 'La mitad del cielo' –también ha optado al galardón por 'Luces y sombras', 'Las cosas del querer', 'Carne trémula' y 'Blancanieves'–, pensé que me lo iban a dar. Fue para Amparo Rivelles, por 'Hay que deshacer la casa', y pensé: Amparo es mayor, yo tengo tiempo. Y ahora me toca a mí, que soy mayor. Todo es muy hermoso, todo está en su lugar, viene cuando tiene que ser, si es que tiene que ser», afirma la que fue la primera intérprete española que consiguió el David di Donatello.

Así que después de tantas tentativas, este Goya de Honor era de justicia y más teniendo que Molina ya atesora el Premio Nacional de Cine, la Medalla de Oro de la Academia, la Concha de Plata, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, el Gran Premio de la Crítica de Nueva York, varios Fotogramas de Plata y la Espiga de Plata de la Seminci...

Hija, hermana y madre de artistas, comenzó en la gran pantalla a los 16 años, en 'No matarás', dirigida por César Fernández Ardavín, medio en el que sigue dando la batalla en una industria que jamás se olvidó de ella -tiene pendiente el estreno de 'Charlotte', dirigida por Simón Franco, y 'Lalla', de Mohamed El Badaoui–. «Nunca tuve tiempo de pensar en si estaba predestinada o no al oficio porque me puse a trabajar muy jovencita. Hacía COU y estudiaba en el conservatorio Danza Clásica Española y Arte Dramático y solo tenía tiempo de ilusionarme con lo que pretendía que fuera mi vida. Acabó siendo mi oficio, pero con las dificultades que tenía el llevar adelante todo, las clases, el metro, la responsabilidad, la familia numerosa, la vida... Nunca pensaba en términos mas allá de lo que tenía en mis sueños».

Antidiva por naturaleza, la tercera hija del actor y cantante Antonio Molina, lo logró. La actriz también ha pisado los escenarios –'El graduado', donde compartió escenario con su hija Olivia, que continúa la saga, 'La dama del mar' y 'César&Cleopatra'– y ha estado en los repartos de numerosas series de televisión –acaba de participar en 'La valla' y en estos momentos está grabando 'Un asunto privado' y espera luz verde para una ficción que retrata a la sociedad actual, proyecto que ha creado con Vera Fogwill–.

Maestra de danza clásica española, Molina llegó a grabar un disco en los ochenta, hizo un dúo con Georges Moustaki e interpretó las canciones de 'Las cosas del querer', ha hecho una apuesta por los proyectos independientes, las operas primas con 'Sagitario', de Vicente Molina Foix; 'Piedras', de Ramón Salazar; y 'La caja', de Juan Carlos Falcón, así como los papeles breves, pero intensos.

¿Se imaginaba llegar tan lejos? «Yo siempre veo todo cerca, sobre todo a las personas».

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