La primera mujer en la junta directiva de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (RABASF) llega al cargo 268 años después de su fundación. Begoña Lolo (Bilbao, 62 años) es la nueva censora (término que procede del siglo XVII) de una casa ... con solo cinco académicas. Catedrática, musicóloga y directora del Centro Superior de Investigación y Promoción de la Música de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), Lolo cree que la música ha tratado peor a las mujeres que la literatura o la pintura. Académica de número desde 2016, es una autoridad en el Quijote como fuente de inspiración musical.
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–En la RAE hay 8 mujeres y 38 varones, ¿cómo están en Bellas Artes?
–Hay 56 puestos y solo somos 5 académicas. La RAE nos parece modélica, como la Academia de la Historia, que tiene una directora. A las mujeres nos queda mucho camino por recorrer, pero debemos estar razonablemente esperanzadas. Las cosas han avanzado en los últimos años.
–¿Para cuándo una directora?
–Buena pregunta. Con tener una censora damos un salto de gigante. Vayamos con tranquilidad, pero es evidente que las academias deben renovarse. Tenemos otras dos académicas electas que deben leer su discurso el año próximo. Tres de las cinco de pleno derecho tienen más de 80 años. Su presencia es muy importante para la casa, pero la participación activa es muy reducida. Necesitamos más mujeres para introducir otras formas de conciliar y ofrecer otros puntos de vista. Se necesita aire fresco y creo que llegará con la nueva junta. Para mí es un honor y un reto asumir mi nueva responsabilidad.
–En El Prado las artistas son una inmensa minoría, por citar otra institución cultural de cabecera.
–En la música hay tres facetas en las que la mujer ha sido arrinconada: la dirección, la composición y la gestión. En la dirección se tenía por imposible que una mujer estuviera al frente de cien músicos varones. Abundan las compositoras cuyas obras las firmaron maridos o familiares, como pasó con Fanny Mendelssohn, hermana de Felix, cuyo catálogo es en buena parte de Fanny. En la gestión soy quizá la única mujer que dirige un ciclo de conciertos en el Auditorio Nacional, el centro más importante de actividad musical de España.
–¿Hay más machismo en la música que en la literatura o el arte?
–Digamos que el mundo de la música es, sin duda, más excluyente para la mujer. Las literatas pudieron escribir sin publicar, pero a veces su obra acabó conociéndose. Las pintoras lo mismo. Si no exponían, sus obras se veían en los salones. Pero la música necesita del otro para ser escuchada. Una composición necesita una orquesta o un coro. Una ópera, además unos solistas. Una partitura sin todos los elementos que le dan vida no vale para nada. El campo de la música es un reducto vedado a la mujer. Se cuentan hoy con los dedos de una mano las directoras de orquesta que tenemos, y eso que tienen una extraordinaria formación y acaban emergiendo. El caso de las instrumentistas es menos dramático.
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–¿Es mas fácil ser concertino que directora de orquesta?
–Sí. Como instrumentistas y cantantes, se ha ganado mucho terreno. En todas las orquestas hay mujeres tocando la tuba y otros metales. En el siglo XVIII había mujeres que tocaban el arpa o el clave en orquestas palaciegas. La música era parte obligatoria de la educación femenina. Tocaban en círculos familiares y minoritarios. Lo mismo pasa con las intérpretes de ópera. Aunque para que cantaran en las iglesias se necesitó una bula papal. En el campo de la interpretación, la mujer lo ha tenido más fácil.
–Ingresó en la Academia en 2016 con un discurso sobre el Quijote como fuente de inspiración musical.
–Es una línea de investigación que yo cree y de impacto internacional. Todos los países han utilizado la novela de Cervantes como fuente de inspiración para los más diversos géneros musicales. Antes de traducirse al inglés la primera parte, en 1612, ya se escribieron canciones, y enseguida un ballet. No valoramos lo suficiente el impacto que el Quijote y Cervantes han tenido en todo el mundo. Han inspirado una obra inmensamente rica que hemos recopilado y grabado. Casi 1.700 piezas. Y sigue inspirando. En 2015 encargué una ópera a José Buenagu, 'Pensares de Rocinante', con libreto de Justo Navarro, que cuenta la novela desde la perspectiva del animal. Dulcinea era una roquera interpretada por Pilar Jurado y metimos un grupo de rock en el Auditorio.
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–Como musicóloga, catedrática y programadora conoce el paño, ¿cómo andamos de talento musical en España?
–Muy, muy bien. Vivimos una época brillante. Tenemos instrumentistas en las grandes orquestas del mundo. Se rifan a los de viento, pero no solo. Tenemos también extraordinarios directores de orquestas y compositores. Vivimos un momento excepcional para la música.
–¿De qué se encargará como censora?
–Tengo funciones jurídicas y normativas. El término de censor procede del siglo XVII y sus funciones primordiales son la dirección de las votaciones, que son muchas. También vela por el patrimonio, las exposiciones del museo, la cesión de obras, el cumplimiento del reglamento y controlar las asistencias a los plenos. Debo convocar además las comisiones y revisar los discursos de ingreso y sus respuestas.
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