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Miguel Lorenci
Madrid
Jueves, 4 de junio 2020, 15:54
En un brillante ejercicio de síntesis, el museo del Prado condensa lo mejor de su colección en la galería central del edificio Villanueva. Son 250 obras maestras que recorren y resumen la historia de la bicentenaria institución, que se reinventa forzada por el Covid-19 ... y ofrece un espectacular concentrado que ha titulado 'Reencuentro' y del que se podrá disfrutar desde mañana hasta el 13 de septiembre. El alma del museo, la sala XII donde están 'Las meninas', reúne ahora hasta 25 pinturas de Diego Velázquez. Entre ellas, 'Los borrachos', 'Las hilanderas', y una galería de bufones que por primera vez se ven junto a la tela más universal del genio sevillano.
«Queríamos volver, pero de una forma inolvidable y hemos hecho un esfuerzo brutal para destilar la esencia del Prado, en un apabullante ejercicio de concentración», asegura orgulloso el director de la pinacoteca, Miguel Falomir. «El Prado nunca se ha visto así y quizá nunca se vuelva a ver de este modo», dice ante una reapertura histórica tras tres meses de clausura, el período más largo de cierre del museo tras el de la Guerra Civil, y con excepcionales medidas frente a la pandemia, como la toma de temperatura de los visitantes y aforos limitados.
Abruma la densidad de obras maestras expuestas en una superficie que supone apenas un quinto del museo, que no puede abrir todas sus salas ante la imposibilidad de contar aún con toda su plantilla. «No es el mismo Prado que cerró en marzo», advierte Falomir, que ha buscado «la esencia primigenia del XIX, pero diluyendo su rigidez para mostrar sus joyas con técnicas del siglo XXI».
Se han movido unos 190 cuadros para lograr «diálogos y asociaciones memorables». En la primera planta del edificio Villanueva, el espacio más noble del Prado, se pueden ver juntos por primera vez los dos icónicos lienzos de 'Saturno devorando a su hijo': el de Goya y el Rubens, con casi 200 años de diferencia. A 'Las hilanderas' junto a 'Las meninas', separadas desde 1929 y hoy al lado de 'Los borrachos'; los enormes lienzos del 2 y el 3 de mayo, de Goya, 'Los fusilamientos' y 'La carga de los mamelucos', ahora junto a 'La familia de Carlos IV'; los autorretratos de Durero y Tiziano muy cerca de las tablas de 'Adán y 'Eva', también de Durero, frente a 'La Anunciación' de Fra Angélico y 'El Descendimiento' de Rogier Van Der Weyden.
A la lista de obras icónicas se suman 'El triunfo de la muerte' de Brueghel, 'Las tres gracias' de Rubens o 'La rendición de Breda' de Velázquez, y piezas de Zurbarán, El Greco, Caravaggio o Clara Peeters. Se echan de menos obras frágiles y difíciles de mover, como 'El jardín de las delicias' del Bosco, de quién sí se exhiben 'La Adoración de los Magos' y la 'Mesa de los pecados capitales'.
Abre el recorrido la 'desnuda' escultura 'Carlos V y el Furor', ya que al regio bronce de los Leoni se le ha liberado de su armadura, mostrando al monarca tal como llegó al mundo. Una posibilidad que descubrió Ramón Gómez de la Serna leyendo a Vasari y que no se daba desde 1921. «Advierte al visitante de que lo que está por llegar es una manera diferente de ver El Prado», dice Falomir.
«Todo esto es un regalo para nuestros visitantes, algo nuevo y especial que se mantendrá al menos hasta septiembre, en función de cómo evolucionen los acontecimientos». Promete Falomir «momentos de éxtasis stendhaliano» que harán las delicias «de esos verdaderos yonquis del Prado que tenían síndrome de abstinencia y a los que ofrecemos una experiencia inolvidable con puro Prado en vena».
El museo ha hecho un gran esfuerzo en aspectos técnicos y ha renovado la calidad de su aire acondicionado para situarlo en el estándar máximo, ofreciendo una atmósfera «casi medicalizada, con el mismo aire que se respira en los laboratorios y en los quirófanos, gracias a una aportación extra de aire exterior filtrado», explica el director.
Se han eliminado las taquillas, la consigna, las audioguías y los folletos -habrá códigos QR- y será necesario reservar la entrada por internet en la web, fijando el día y hora de la visita, incluso en la franja gratuita. El museo acogerá a un máximo de 1.800 personas diarias, a un ritmo de 80 cada media hora, frente a las entre 6.000 y 8.000 de media un día normal. Rebaja los precios, con una entrada general que pasa de 15 a 7,5 euros y la reducida de 7,50 a 3,75.
Tras pasar por una alfombrilla antibacteriana, una cámara inteligente comprobará que el visitante lleve mascarilla -obligatoria- y medirá su temperatura. Se rechazará a quienes superen los 37,5 grados. La visita no tiene límite temporal pero sí un itinerario recomendado.
No alcanzara el Prado este año los 3,2 millones de visitas, récord del pasado, y sus pérdidas serán cuantiosas. «Hemos dejado de ingresar siete millones de euros hasta ahora», reconoce el director del Prado, que no descarta que esa cifra se duplique o triplique en un «ejercicio difícil» para un museo que se autofinancia al 70% y que recibe del Estado una aportación de 16 millones de euros para un presupuesto global de 45 millones.
Más del 60% de sus visitantes son extranjeros y ante la caída en picado del turismo internacional la incertidumbre es máxima. «Si hay una segunda oleada del Covid-19 tendremos que empezar de cero», dice Falomir, que sabe la afluencia de turistas internacionales «tardará en volver». Hasta entonces, quienes vayan a los museos «disfrutaran de una experiencia más íntima, tranquila y sosegada, y a lo mejor, cuando se vuelva a la normalidad se tratará de buscar algún sistema para evitar aglomeraciones», concluye.
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