El furor nacionalista hizo creer, hasta bien entrado el siglo XX, que la magistral pintura española y holandesa del XVII era la expresión más pura y diferenciada de la esencia de cada país. Un tópico y una construcción tóxica e interesada que derrumba la deslumbrante ... exposición 'Miradas afines', con la que el Museo del Prado celebra las afinidades entre genios como Velázquez, Vermeer, o Rembrandt. No es un pulso entre titanes, y sí la celebración de una cultura compartida que está en la esencia de la construcción de la Europa común. Lo sostienen los responsables del Prado, que con esta alta concentración de talento ponen el listón altísimo en el punto álgido de su bicentenario.
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Su tesis pasa por primar, al margen de evidentes diferencias, la potente conexión plástica y teórica entre maestros como El Greco, Velázquez, Vermeer, Frans Hals, Rembrandt, Ribera, Fabritus, Zurbarán, Murillo y muchos otros. Todos bebieron de las mismas fuentes, compartieron tradición, hábitos, técnicas e intereses. Anticiparon con su arte una unión cultural que está en la base de la construcción política, económica y monetaria que tres siglos después llamamos Unión Europea.
Así lo sostiene Alejandro Vergara, jefe de conservación de pintura flamenca y escuelas del norte del Prado y comisario de una muestra «irrepetible» que busca, destaca, analiza y celebra «unas concordancias mucho más notables que las diferencias». «El nacionalismo ha contagiado y contaminado la Historia del Arte; ni Velázquez ni Zurbarán son la esencia de lo español, ni Rembrandt de lo holandés», asegura el comisario.
'Miradas afines' reúne hasta el 29 de septiembre 72 obras que combaten esos prejuicios históricos. Patrocinada por la Fundación AXA, revisa las tradiciones pictóricas de España y los Países Bajos «consideradas como esencialmente divergentes», pero «muy conectadas» y con «unas similitudes a menudo pasadas por alto debido a la desmedida influencia que la sensibilidad y la ideología nacionalista de los siglos XIX y XX en nuestra forma de entender el arte».
Un punto de vista que, a juicio del comisario, «minimiza los rasgos comunes que comparten los artistas europeos». Más en el caso de dos países enfrentados entonces por la Guerra de los Ochenta Años y cuya excepcional pintura se interpretó casi siempre como contrapuesta. Vergara destaca, sin embargo, cómo ambas tradiciones tienen la misa base y cómo ambos países desarrollaron «una estética alejada del idealismo, interesada en la apariencia real de las cosas y la forma de representarlas». Tanto que los artistas «no expresan en sus pinturas las esencia de sus naciones, sino que dan voz a ideas y planteamientos, y compartían una comunidad supranacional de creadores».
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Lo enunció con nitidez José Ortega y Gasset, que primero participó de las tesis nacionalista que exaltan la diferencia para rectificar afirmando que «la unidad de la pintura de Occidente es uno de los grandes hechos que hacen manifiesta la unidad de la cultura europea».
«Esta muestra es un encendido, apasionado y elocuente alegato europeísta en favor de esa cultura común que compartieron España y Holanda», sostiene en la misma línea el director del Prado, Miguel Falomir. «Por más que fueran adversarios y estuvieran en guerra, son muchas más las cosas que nos unen que las que nos separan», apostilla.
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Se hace evidente ante dos pequeñas pero gigantescas joyas de la pintura universal, separas por apenas diez años, que cuelgan en la misma pared del Prado y que justifican por sí mismas la exposición: 'La callejuela', o 'Vista de casas en Delft', de Johannes Vermeer, y 'Vista del jardín de la Villa Medici en Roma', de Velázquez. «Vermeer y Velázquez no se conocieron, jamás supieron el uno de otro, pero es obvia su conexión: se ve en estos cuadros que siguen la misma línea, planteamiento y resolución. Son sensibilidades parejas, piensan y pintan de la misma manera y comparten esa cultural común», insiste Vergara.
Habla de una cultura que admira y se mira en el clasicismo y en el Renacimiento, pero sobre todo en lo que ocurre en la pintura italiana desde Tiziano, «como se ve en todos estos pintores». No niega que haya diferencias, «que existen», pero asegura que estas «emanan de lo individual, no de lo nacional». Propone fijarse y gozar de «esos rasgos comunes que son los cimientos de la unidad del arte europeo» y lamenta que haya primado, hasta hace nada, el relato nacionalista que avala «esa pintura con bandera que exalta la pertenencia a la tribu».
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Asegura que también Rembrandt y Velázquez «piensan igual» al abordar pinturas tan icónicas como 'Los oficiales del gremio de pañeros de Ámsterdam' o 'Los síndicos', uno de los impagables préstamos del Rijksmuseum, y 'Las meninas'. «Los dos pintores nos hacen creer que han interrumpido algo, ya sea una sesión de posado, en el caso de 'Las meninas', o una reunión de trabajo de los pañeros, haciendo que los protagonistas miren al espectador», señala.
Hay en la muestra muchas joyas de la colección del Prado, como 'Los borrachos', y varios retratos de Velázquez y El Greco, otras procedentes del Rijksmuseum de Ámsterdam -'El geógrafo' de Vermeer- y de quince prestadores más, entre ellos el Museo Mauritshuis de La Haya, la National Gallery de Londres -cede 'Mujer bañándose en un arroyo' de Rembrandt- o el Metropolitan de Nueva York.
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Qué: Velázquez, Rembrandt, Vermeer, Miradas afines
Dónde: Museo del Prado. Paseo de Prado s/n. Madrid www.museodelprado.es
Cuándo: Del 25 de junio al 29 de septiembre de 2019.
Cuánto: Entrada general, 14 euros.
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