'La marquesa de Alquibla', de Ángeles Santos; 'Los gallos rojos', de André Masson, y un cuadro de grandes dimensiones de la artista africana Julie Mehretu, africana afincada en Nueva York, son algunas de las nuevas adquisiciones que el Museo de Arte Reina Sofía incorpora a su colección. El centro dirigido por Manuel Segade se vanagloria de que la obras de mujeres en estas compras supongan el 56 %, si se exceptúan las piezas procedentes de subastas, en las que los criterios que priman son los de oportunidad de la salida al mercado y la urgente integración a los fondos públicos.
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La institución de arte contemporáneo refuerza sus colecciones con 470 obras de artistas como los españoles Ángeles Santos, José Pérez Ocaña, Colita, Pilar Albarracín, Ana Laura Aláez, Carles Congost, Joan Morey o Cristina Lucas, o artistas extranjeros como André Masson, Alice Rahon, Allan McCollum, Regina José Galindo, Miguel Ángel Rojas o Yasumasa Morimura, entre otros. Todo un esfuerzo inversor en el que se han desembolsado casi ocho millones de euros.
En la política de compras ha prevalecido el interés de incorporar obras de artistas de las últimas décadas, cuya representación en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) adolece de algunas lagunas. De esta época se han sumado trabajos de españoles como Joan Morey, Carles Congost, Ramon Guillén-Balmes o Rubén Grilo.
Este año se ha puesto especial énfasis en acopiar creaciones de artistas mujeres españolas (desde los años 80 hasta la actualidad) que, o bien no estaban en la entidad, o si estaban, tenían una comparecencia escasa. Es el caso de Pilar Albarracín, Elena Mendizábal, Alicia Framis, Ana Laura Aláez, Susy Gómez, Cristina Lucas, Belén Uriel, Tamara Arroyo, Nieves Correa y Cabello/Carceller.
La cantidad aportada por el museo asciende a 1,3 millones de euros y la de Cultura se eleva 1,1, millones. Además, se han recibido donaciones por 2,7 millones y la Fundación Museo Reina Sofía ha depositado obras por valor de 2,7 millones.
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La entidad también ha apostado por hacerse con obra de creadores actuales cuyo quehacer va ganando peso y que el museo estima que, en unos años, sus piezas podrán revalorizarse hasta alcanzar precios inalcanzables para una institución pública. «Reivindicamos el derecho a equivocarnos», dijo Segade, para quien, en estas operaciones, late el riesgo de que el artista luego no cumpla las expectativas puestas en él. «Puede que se adquieran piezas no tan fundamentales en los años venideros, pero en todo caso serán igualmente claves para entender el arte», remachó.
Entre las donaciones, sobresalen 17 obras realizadas por el artista japonés Yasumasa Morimura y que proceden de la Galería de Juana de Aizpuru. Asimismo, se han recibido 159 obras donadas de 48 artistas cuyo valor puede ascender a 2,7 millones.
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La oportunidad de las subastas ha procurado algunas piezas importantes, como una pintura de María Moreno de 1972, un conjunto de piezas de poesía visual de los años 60 y 70, así como fotografías de J. Laurent y James Clifford que recogen la industrialización de España a finales del siglo XIX.
La aportación de un coleccionista particular de Estados Unidos ha permitido adquirir una pintura de grandes dimensiones de la artista etíope afincada en Nueva York Julie Mehretu, creadora que suele acometer cuadros de gran envergadura. La que pasa a formar parte del Reina es 'Femenine in nine, part 4' (2023), perteneciente a la serie inspirada por el compositor afroamericano Julius Eastman.Es relevante la compra del 'Retrato de la Marquesa de Alquibla' (1928), una de las obras tempranas de Ángeles Santos. Esta pintura fue su primer encargo, realizado a una joven de tan solo 17 años por un alto funcionario de Hacienda y amigo de sus padres. La obra transmite un aire alemán y rezuma erotismo, desde la expresión de la cara maquillada hasta el vestido de encaje con uno de los tirantes caídos. La adquisición de esta pieza cobra un especial importancia ya que son muy pocas las oportunidades en las que salen a la venta obras de esta artista.
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'Los gallos rojos', de André Masson, aparte de su valor en sí, es importante porque el icono de esta ave «prefigura el uso del gallo en el exilio del escritor Max Aub».
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