'Detalle de La Virgen y las ánimas del Purgatorio', conocida como 'La Virgen de la Leche', de Pedro Machuca. 1517. Museo del Prado
Exposición «histórica»

Nápoles, el gran laboratorio del Renacimiento español

El Prado reivindica a los pintores y escultores que hicieron su 'erasmus artístico' en la capital italiana del sur cuando la ciudad estaba bajo dominio de la Corona española

Lunes, 17 de octubre 2022, 17:46

En el siglo XV Nápoles era, con sus cien mil habitantes, la urbe más poblada de Europa después de París. Bajo dominio de la Corona de Aragón, empezó a recibir a destacados artistas que en Roma o Florencia habían recibido la influencia de los grandes ... genios renacentistas. «Nápoles no tenía entonces una gran escuela artística, pero sí un gran puerto, y los pintores y escultores españoles llegaron para hacer su 'erasmus artístico' en la capital del Sur, cuando Roma o Florencia eran mucho menos acogedoras», explica Andrea Zezza, uno de los comisarios de la muestra 'Otro Renacimiento', que descubre en el Museo del Prado la labor de los artistas españoles en Nápoles al comienzo del 'Cinquecento' y que hicieron de la ciudad el gran laboratorio del singular Renacimiento español.

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En cartel hasta el 29 de enero, la muestra desvela uno de los capítulos «más profundos y desconocidos» de la cultura del Renacimiento europeo. La contribución de España y de la Italia meridional a la 'maniera moderna', el gran arte basado en la revolución llevada a cabo por Leonardo Da Vinci, Rafael Sanzio o Miguel Ángel Buonarroti. Una muestra «histórica» según el director del museo público, Miguel Falomir, que reúne 75 obras, –44 pinturas, 25 esculturas, cinco libros y un retablo–, procedentes de colecciones públicas y privadas y que permite comparaciones como la de la 'Virgen del pez', la única obra de Rafael en el Prado, con las de artistas que se inspiraron en ella.

Se fija, en el inicio del siglo XVI, en una geografía –Nápoles– y en unos pintores escultores «que conforman un panorama artístico a menudo considerado secundario respecto a los tradicionales focos del Renacimiento, como Florencia, Roma o Venecia, pero que tuvo una decisiva trascendencia entre una realidad política más amplia, la de la Monarquía Hispánica», apunta Zezza.

Una de las salas de 'Otro Renacimiento. Artistas españoles en Nápoles a comienzos del Cinquecento'. efe

Entre esos 'erasmus' del arte formados en Nápoles y que desarrollarían su brillante e influyente actividad en España, destacan, entre otros, Pedro Machuca, Bartolomé Ordóñez, Diego de Siloe, Pedro Fernández o Alonso de Berruguete. Conocidos como 'Las águilas', a su vuelta a casa sentaron las bases del Renacimiento español. Descubre a otros artistas menos conocidos para el gran público y de notable calidad, como Giovanni Da Nola, apodado 'El Miguel Ángel de Nápoles', por sus magníficas esculturas, o Andrea di Piero Ferrucci.

«Emprendieron un viaje estético por una etapa cargada de interés, por un instante en el que se estaba descubriendo una nueva manera de expresión artística, que se interpretaba de otro modo y que llegaría a la Península Ibérica digerida, metabolizada, y diferente», resumió el director del Real Patronato del Museo, Javier Solana.

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Organizada por el Museo Real Bosco de Capodimonte, donde viajará en 2023, la exposición desvela lo que supusieron las innovaciones en ese crucial período, entre 1500 y 1530, para la pintura y la escultura, con la convivencia de técnicas y materiales. Hay pintura sobre madera o lienzo, miniaturas en madera policromada, escultura en madera y mármol o libros como el Misal de Fernando El Católico, pieza de la Biblioteca Vaticana que nunca antes había salido de Italia.

Plural

«Podemos afirmar, sin temor a exagerar, que sin esa experiencia napolitana el Renacimiento español sería muy distinto. Su desarrollado en Nápoles es muy peculiar, más plural, menos codificado y con muchas tendencias distintas», aseguró Falomir, que reivindicó el carácter inédito y excepcional de la propuesta de los comisarios Andrea Zezza, profesor de la Universidad de Campania, y Riccardo Naldi, de la Universidad de Nápoles, para la muestra que cuenta con el patrocinio de la Fundación BBVA.

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Detalle de la 'La virgen del Pez' de Rafael, y del 'Misal de Fernando el Católico' (debajo) junto a un 'San Sebastián' de Alonso Berruguete. Museo del Prado.

Fue en 1503 cuando Gonzalo Fernández de Córdoba, El Gran Capitán, entró en la ciudad tras derrotar al ejército francés que pretendía ocupar Nápoles, y se hizo cargo del gobierno en nombre de los Reyes Católicos. «Se trató de un paso importantísimo en el proceso que llevó a España a consolidarse como potencia hegemónica Europea. El resto de Italia, sumido en una profunda crisis política, asistía a la formación de su cultura humanista, con la Antigüedad como modelo de referencia admirado y respetado en el continente», destaca Zezza.

Nápoles había vivido en las décadas anteriores un gran auge cultural, pero la pérdida de su independencia política «no supuso el final de ese brillante período». Por contra, «contribuyó a definir un nuevo papel para la ciudad, fundamental en la difusión de la cultura renacentista italiana en la Península Ibérica». Todo cambia en 1530. cuando terminó la guerra entre el emperador Carlos V y el papado.

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Nápoles había vivido en las décadas anteriores un gran auge cultural, pero la pérdida de su independencia política «no supuso el final de ese brillante período». Por contra, «contribuyó a definir un nuevo papel para la ciudad, fundamental en la difusión de la cultura renacentista italiana en la Península Ibérica», apuntan los comisarios.

Carente de una fuerte escuela artística local, la capital del sur, tradicionalmente cosmopolita, acogió en aquellos años el nuevo arte basado en la revolución renacentista. Un fervoroso período que estuvo animado por unos artistas «destinados a un prometedor futuro que cosecharon en Nápoles sus primeros éxitos antes de convertirse en los protagonistas del Renacimiento español».

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En el umbral del siglo XVI, en las décadas anteriores al establecimiento de los reyes de Aragón se habían establecido en Nápoles muchos de los intelectuales italianos más importantes que desarrollaron una peculiar forma de «humanismo monárquico, distinto del «humanismo cívico» propio de las ciudades libres del centro de la península itálica. Se propuso así una nueva función para los intelectuales laicos, desvinculado de la Iglesia consagrados a la sombra del rey, a la reflexión política social jurídica y cultural así como la transmisión de las razones del soberano y la construcción de un aparato estatal, algo que influiría profundamente en la civilización europea.

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