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julián alía
Madrid
Miércoles, 29 de julio 2020, 00:08
No es un conjunto de obras que está expuesto en un museo, sino que lo invade. Ocupa todo el Reina Sofía. «He podido hacer lo que yo he querido. Así que, si no gusta, que lo entiendo, la culpa es mía», dice la ... artista Concha Jerez (Las Palmas de Gran Canaria, 79 años), en la inauguración de 'Que nos roban la memoria', con un montaje decidido como parte de una gran instalación que se expandió a las zonas no 'museísticas'. «Yo proponía, y todo iba siendo aceptado», afirma Jerez, ganadora del Premio Velázquez de artes plásticas en el año 2017.
Una exposición que «sería irrepetible en otro lugar» de una artista «sin la que no se puede entender el arte español de las últimas décadas», afirmó el director del Reina Sofía, Manuel Borja-Villel. De hecho, se trata de la primera ocasión en la que una exposición se adueña tabién de las escaleras del edificio Sabatini, un «gran contenedor de memoria» desde que era un hospital de la beneficencia.
Autoproclamada una «viciosa de las escaleras», que se fija en todas las que pisa, y que pretende hacerlas suyas, Jerez juega en las del Reina Sofía con cuatro tipos de memoria: la autocensurada, la oral y escrita, la silenciada y la olvidada. Añade que no hay que ver esos peldaños bajitos -para que pudieran subir los caballos con las camillas, dice- como fragmentos, sino como una totalidad.
La autora recupera y revisa su trabajo desde los años setenta hasta hoy, con el objetivo de abordar asuntos como la represión de la libertad, la censura política o la marginación de algunos colectivos sociales.
«No podía ser una retrospectiva general», dice Jerez, que decidió rondar una sola temática, la de la memoria. Y en la muestra, lo literario, lo poético, lo sonoro y la investigación están al mismo nivel, siempre con el fantasma de la censura sobrevolando. En unas obras se escuchan grabaciones de poetas internacionales leyendo su propia poesía; en otras, testimonios orales con sorprendente «serenidad» de personas que sufrieron la represión franquista, aparte de listados con nombres de personas ejecutadas por la dictadura tras la Guerra Civil, escritos a mano por la artista, y vídeos con lugares de reclusión y tortura. En otras, el silencio.
«Mi trabajo nace de la censura que, desgraciadamente, no ha desaparecido», explica Jerez, que 40 años después mantiene sus escritos de caligrafía ilegible. Por lo general, las únicas palabras que pueden leerse en sus obras son aquellas que llama «ambiguas» (adverbios, preposiciones, conjunciones.), que no poseen significado por sí solas. Por ello, no tiene «tan claro eso de que una imagen valga más que mil palabras».
La artista es consciente de que la memoria es indispensable para reactivar la crítica en un tiempo desquiciado, pero su lucha contra el olvido también pretende evitar que la historia se repita meramente como «farsa» y aconseja: «hay que reflexionar, sin odio».
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