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Con la llegada de Felipe V al trono español, el primer Borbón de la rama ibérica de la dinastía, el gusto francés 'contaminó' la cultura española y acabó transformándola. La pintura, la escultura, la moda, el mobiliario, las artes decorativas y los usos sociales se ... adecuaron a esta corriente francesa que, con altibajos, pervivió durante casi tres siglos. Hasta que Francia vio en la España del XIX el exotismo que reflejan sus pintores y literatos románticos. Monet descubrió y reverenció a Velázquez y se inició un nuevo viaje en sentido opuesto, con el arte francés mirándose en los maestros españoles.
Este insólito periplo de ida y vuelta es el que refleja la exposición 'El gusto francés y su presencia en España (siglos XVII-XIX)', que la Fundación Mapfre acoge hasta el 8 de mayo en sus salas de Madrid. «Recorre y rinde homenaje a un largo y complejo período en el que 'lo francés' fue sinónimo de clasicismo en las artes, pero también de distinción, magnificencia y elegancia extrema en el adorno y el vestir de los espacios y sus habitantes», señala Amaya Alzaga, comisaria de la exposición.
Es el resultado de una profunda investigación que ha deparado sorpresas y nuevas atribuciones. Ha sacado a la luz verdaderas joyas. Algunas obras maestras que se daban por desaparecidas, como 'El gran retrato ecuestre del Delfín de Francia a los tres años'. Francia buscaba desde hace dos siglos este gran cuadro perdido, pintado en 1665 por Jean Nocret, perteneciente a una colección privada española y que se exhibe ahora por primera vez.
La muestra reúne más de un centenar de piezas, 45 de ellas pinturas, y todas conservadas en colecciones españolas. A través de esas pinturas, ocho esculturas, una veintena de dibujos y una treintena de piezas de artes suntuarias, decorativas y objetos de uso cotidiano «explora la evolución del gusto francés en nuestro país, hasta ahora solo estudiado de forma puntual», dice la comisaria. Lejos de construirse como un discurso cerrado, «pretende abrir nuevas líneas de conocimiento sobre casi tres siglos de presencia del arte galo en España», agrega.
«Hay vestidos, una recreación de un interior a la francesa con elementos decorativos como chimeneas y vidrieras, instrumentos musicales o las telas de las paredes y los papeles pintados, elementos todos que vienen de París, el epicentro del arte y la moda», enumera la comisaria.
Con diez secciones y un epílogo, la muestra comienza con la llegada de las primeras piezas francesas durante el reinado de Carlos II y la edad de oro de la pintura de ese período. Se ocupa luego de la consolidación del gusto francés durante el gobierno de los Borbones –con especial incidencia en los reinados de Felipe V, Carlos IV e Isabel II–, y concluye con la decadencia de su monopolio hacia 1870, «cuando España ya se había convertido en un novedoso e inspirador Oriente en Europa; en un modelo romántico a seguir».
Francia pierde entonces el cetro del dominio absoluto del modelo dominante y los franceses descubren España como un nuevo Oriente exótico. Comienzan sus viajes ilustrados por la península y a representar el tipismo español. «Todo cambia cuando Manet dice que el pintor de pintores es Velázquez y que la pintura francesa tiene que seguir su genio y se atisba el impresionismo», dice Alzaga, que destaca como piezas estelares 'Uvas e higos', un velazqueño bodegón pintado por Manet en 1864, o 'Los vagabundos', firmado en 1863 por Gustave Doré, que realizó varios viajes a España. La mayoría de los artistas expuestos no son familiares para el gran público, lo que no resta interés a una exposición plagada de sorpresas y hallazgos, como un Claudio de Lorena que estaba en la colección de los Duques de Cardona.
La exposición aborda también aspectos como las relaciones diplomáticas, la historia del coleccionismo o la construcción de las identidades nacionales tras las guerras napoleónicas. Más que llamativa es la máscara mortuoria de Napoleón que presta el Museo del Ejército y que, exhibida junto a un águila imperial del Museo Naval, es la única pieza que conserva España de la Marina Imperial napoleónica, arrebatada al navío Atlas a modo de triunfo en la primera gran victoria contra Napoleón.
Los 43 prestadores son grandes colecciones e instituciones españolas: la Biblioteca Nacional, Patrimonio Nacional, la Fundación Casa de Alba y museos como el Prado, Thyssen, Artes Decorativas, del Romanticismo y Bellas Artes de Asturias y Bilbao.
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