beatriz juez
París
Domingo, 16 de octubre 2022, 21:19
Considerado durante mucho tiempo un género menor, el bodegón, también llamado 'naturaleza muerta', es el gran protagonista hasta el próximo 23 de enero de una magnífica exposición en el museo del Louvre de París, 70 años después de su última retrospectiva parisina en la Orangerie ... en 1952. 'Les choses' (Las cosas) repasa, de forma cronológica y temática, la historia del bodegón desde la prehistoria hasta la actualidad, a través de 170 obras que abarcan desde la pintura al vídeo, pasando por escultura, la fotografía y el cine.
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La exposición muestra que el bodegón no es un género anticuado, sino que sigue estando muy vivo, a pesar de que en español lo llamemos 'naturaleza muerta'. La expresión en castellano, compartida con la francesa 'nature morte' y la italiana 'natura morta', contrasta con el concepto de 'vida quieta' de la expresión inglesa 'still life' o la alemana 'Stilleben'.
Artistas contemporáneos, como el pintor mallorquín Miquel Barceló o el escultor australiano hiperrealista Ron Mueck, realizan naturalezas muertas, como antes que ellos lo hicieron artistas en las tumbas de los faraones en el Antiguo Egipto o en los mosaicos de Pompeya. El siglo XVII es considerado el gran siglo de los bodegones, pues en esa época se popularizaron en Occidente.
'El pilar de los migrantes desaparecidos', la escultura monumental de 18 metros de altura del artista camerunés Barthélemy Toguo situada bajo la Pirámide del Louvre de I. M. Pei, da la bienvenida al visitante a una exposición en la que los artistas contemporáneos dialogan con los artistas del pasado.
Animales recién cazados o pescados, frutas, flores y otros objetos, desde vajillas y otros utensilios de cocina, pasando por conchas, libros, monedas, joyas e incluso calaveras y huesos de animales son algunos de los motivos recurrentes que han utilizado los artistas desde la antigüedad hasta ahora. Con estos objetos representan, con mayor o menor realismo y simbolismo, una colección de 'cosas' diversas, dispuestas, por ejemplo, sobre una mesa de cocina a modo de escenario.
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En la exposición del Louvre el visitante descubre una serie de hachas de la tumba prehistórica de Gavrinis, estelas funerarias egipcias, mosaicos de Pompeya, el 'readymade' de Marcel Duchamp, fragmentos de películas de Jacques Tati y Buster Keaton, una escultura de Alberto Giacometti y bodegones firmados por pintores de la talla de Henri Matisse, Rembrandt, Édouard Manet, Chardin, Vicent Van Gogh, René Magritte, Paul Cézanne, Giorgio de Chirico y Foujita Tsuguharu, entre otros.
Por supuesto, no podían faltar en la muestra los curiosos retratos del pintor italiano Giuseppe Arcimboldo, quien utilizó en el siglo XVI flores, frutas, plantas, animales y otros objetos para pintar rostros humanos, una irreverencia que le ha granjeado un lugar en la historia del arte.
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La exposición también cuenta con una buena presencia de artistas españoles: Luis Egidio Meléndez, Juan Sánchez Cotán, Salvador Dalí, Francisco de Goya, Joan Miró, Pablo Picasso, Barceló y la donostiarra Esther Ferrer.
Barceló está presente en París por partida doble. Su cuadro 'Grisalla con pez espada' (2022) se exhibe en el Louvre. Además, el pintor mallorquín presenta hasta el próximo 7 de enero, con el título 'Grisailles', su nueva serie de naturalezas muertas de gran tamaño en la galería Thaddeaues Ropac en Patin, en las afueras de la capital francesa.
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Barceló se inspira en la pintura holandesa del siglo XVII y en el bodegón español para realizar sus naturalezas muertas. Utiliza en sus cuadros una variación de la técnica tradicional de la grisalla, que data del siglo XIV y que consiste en aplicar una capa de color translúcida sobre una primera mano de pintura monocromática, lo que da una sensación de levedad y un aire de misterio a sus obras.
El artista español, que vive entre París y Mallorca, propone así una nueva interpretación del arte del bodegón, en el que su estrecha relación con el mar, el concepto de subsistencia y el ciclo de la vida y la muerte están muy presentes. Esas pinturas fantasmagóricas, pobladas de toros y animales marinos, evocan, según explica Barceló en el catálogo de la exposición parisina, «una mesa de Pompeya o cenizas heladas de cosas».
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