Núria Pradas
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Núria Pradas
Es tal la admiración que Núria Pradas siente por la vida y la obra de Agatha Christie que no ha dudado en homenajearla convirtiéndola en un personaje de 'Apreciada señora Christie' (Destino), libro con el que la escritora catalana afronta un nuevo reto, el de iniciarse en la novela negra «pero amable, no basada en escenas violentas, sino en el juego intelectual destinado a atrapar al asesino». Antes, ya había afrontado otro desafío, el de pasar de la literatura infantil y juvenil, género al que llegó impulsada por sus veinte años en la enseñanza y en el que ha publicado más de cincuenta de obras, a la narrativa para adultos, «aunque la voy combinando con la juvenil porque son mis orígenes y porque me encanta».
-¿El vermú es una buena bebida para envenenar a alguien?
-Supongo que sí, sobre todo el vermú dulce, porque ese dulzor debe enmascarar el sabor amargo del veneno.
-Se lo pregunto porque la muerte por envenenamiento es un clásico en la obra de Agatha Christie. Usted también lo usa en la suya.
-Sí, Agatha Christie era una experta en venenos porque durante la Primera Guerra Mundial estuvo sirviendo como enfermera en el hospital de Torquay y aprendió muchísimo sobre medicinas y sobre el efecto venenoso de algunas plantas y algunos productos. Le encantaba, y lo utilizaba mucho en su literatura.
-¿Cómo se le ocurrió convertir a la novelista en un personaje?
-Porque tenía ganas de cambiar un poco de registro. Yo nunca había escrito una novela negra para adultos, y pensé que ya era hora de hacerlo. El referente no era una novela muy negra, muy densa y muy violenta, sino la novela amable de Christie que siempre he leído y que siempre me ha gustado. Empecé releyéndola para ambientarme, y ahí vino la idea de que protagonizara una novela que podría ser cualquiera de las suyas.
-Para documentarse visitó Devonshire.
-Intento documentarme siempre que puedo. La primera parada fue Torquay, donde nació Agatha Christie, y luego visitamos Greenhouse, su casa de veraneo. Es una casa que se conserva intacta, incluso con su ropa en los armarios, y pasar por donde ella había dejado su huella y donde había sido feliz me llenó de ideas. Creo que la novela es distinta de la que hubiera podido ser sin ese contacto directo.
-La protagonista le pide ayuda a Agatha Christie para resolver un caso. ¿Usted a quién se la pediría?
-A Agatha Christie, sin duda. Antes la admiraba como escritora, pero tras estudiar muchísimo su figura y leerme y releerme su autobiografía, me he enamorado de ella porque era súper avanzada a su época: conducía, crio sola a su hija, se fue a Oriente Próximo después de divorciarse… Además, era una mujer muy sencilla, muy humilde, que vivía su literatura como un oficio artesano. Sería una persona ideal para decirle: «Mira, Agatha, me pasa esto, ¿qué hago?», jajaja.
-Y se casó con un hombre más joven que ella.
-Sí, se llevaban catorce o quince años. Ella decía que era estupendo haberse casado con un arqueólogo, porque siempre la miraría como una cosa antigua aunque ella fuera envejeciendo.
-¿A usted le gustaría cargarse a alguien?
-Pues supongo que a esas personas que van por el mundo presumiendo de lo que realmente no tienen, o de cosas que no hacen bien. Son lo contrario a Agatha Christie, que, siendo una gran escritora, no presumía porque no le hacía falta.
-Tras triunfar en la literatura infantil y juvenil, dio el salto a la narrativa para adultos. ¿Por qué?
-Fue un reto. En 2012 gané un premio de literatura juvenil, el Carlemany, que es un premio muy bonito porque lo dan los alumnos de los institutos. Cuando la editora publicó el libro, me dijo: «Creo que ha llegado el momento de que escribas algo para el público adulto». Yo no me lo había planteado porque estaba muy cómoda en mi zona de confort, ya que llevaba años escribiendo literatura juvenil, pero si te lo plantean como un reto, pues tienes que aceptarlo y ver cómo va.
-¿La literatura infantil y juvenil no está considerada como un género menor?
-Sí. Cuando escribí mi primera novela para adultos, recuerdo un comentario que me sorprendió muchísimo: alguien dijo «lleva muchos años escribiendo novela juvenil y ha podido dar el paso», como diciendo que ya había aprendido un poquito para poder escribir novela para adultos. Esto es un craso error, son géneros muy distintos. Además, la literatura juvenil conlleva una responsabilidad: cuando al lector adulto no le gusta una novela, pues la cierra y ya está, pero, a veces, al lector joven la literatura le llega a nivel educativo, desde el colegio o el instituto, y se ve en la obligación de leer esto lo otro, o coge alguna cosa sin demasiado criterio. Por eso, los autores de novela infantil y juvenil debemos tener muy claro el mensaje que nuestras novelas llevan implícito.
-A ciertas edades son muy influenciables.
-Y a veces no se quedan con el mensaje, sino con algún elemento secundario que quizás no es lo más adecuado; por eso, al enfrentarme a una nueva novela juvenil me cuesta mucho decidir el tema. Además, hablamos siempre de lo mismo, porque en novela juvenil también hay grandes tabús, y en algunas ocasiones es necesario hablar de según qué. Pero hacerlo de una manera que les llegue como les debe llegar es difícil.
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