La semana de Fele Martínez

El actor que adora las sobremesas sin fin

Con 25 años de tablas, el intérprete aún se sobrecoge cuando se enfrenta a la cuarta pared. Disfruta de la paternidad y de las comidas con amigos. Las papelerías le procuran el mayor de los placeres

antonio paniagua

Domingo, 28 de junio 2020, 11:06

Con apenas 20 años, Fele Martínez (Alicante, 1975) logró lo que a otros le cuesta toda una vida alcanzar y a casi todos los mortales está vedado: ganar un Goya al mejor actor revelación. Gracias a Alejandro Amenábar, que descubrió en él todas sus cualidades ... para dar vida al personaje de 'Tesis', tocó la cumbre. Más de dos décadas después el intérprete se ha hecho un hueco en los hogares españoles dando vida a personajes de afamadas series, como 'Estoy vivo' o 'La unidad'. Sus éxitos no le impiden sentir segundos antes de salir a escena el miedo escénico, el temor de dar la cara ante el público. Solo dura un suspiro, pero son momentos pavorosos. Ahora toda su mente está volcada en aprenderse el papel en una obra de Moliere con la que concurrirá al Festival de Teatro de Mérida. Hecho ya todo un cuarentón, nunca se imaginó que cuidar de su hijo iba a ser su ocupación favorita.

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Lunes

7.45 horas. Lo primero que hago nada más despertarme es poner la radio y hacerme un café para espabilarme. Preparo el desayuno, que para mí es un puro trámite. Me ducho y voy al local de ensayos. Estoy absorbido de lleno con 'El Anfitrión', un divertido enredo creado hace siglos por Plauto y que Moliere reescribió después. Juan Carlos Rubio es el encargado de este montaje que se estrena en Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida.

15.30 horas. Preparo la comida. Me gusta la cocina siempre que lo haga con calma y disponga de tiempo. Mi chica dice que soy muy lento cocinando, y tiene razón. Me lo tomo con filosofía, cocinar es un ritual, no es un expediente que hay que despachar rápido. No sé si lo verán así los invitados que esperan para comer. Adoro ir de restaurantes. Una de las cosas con la que más disfruto es juntarme con unos cuantos amigos, comer y pasar una larguísima sobremesa. Es algo que me produce mucha felicidad.

21.30 horas. Hubo un tiempo en que me gustaba escribir diarios, pero ya hace bastante que lo dejé. Si me surge alguna idea la anoto, pero carezco de la disciplina para ponerme a escribir algo en serio. Soy un gran escritor de principios, de principios que luego no desarrollo.

Martes

9.50 horas. Suelo llegar media hora antes a los ensayos para calentar. El pánico escénico no se supera nunca. El primer día del estreno me lo replanteo todo, no es que tenga ganas de salir huyendo, pero sí me pregunto: «¿Por qué me habré metido en esto?» Los cinco minutos previos a que se enciendan las luces son aterradores. Pero luego ya te olvidas de todo y disfrutas a tope. En el teatro se invierte mucho esfuerzo, pero nunca se convierte en un sacrificio. Por eso es algo parecido a hacer el amor.

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18.00 horas. Tengo una extraña fijación por las libretas y los cuadernos, quizá porque justo debajo de mi casa en Alicante había una papelería. Cuando era pequeño me encantaba ir cada vez que empezaba el curso y pertrecharme de las cosas que me hacían falta. Ya de adulto visitar una papelería es uno de mis pequeños placeres. Muchas veces no compro nada, pero me gusta mirar a ver qué chorraditas nuevas tienen.

Miércoles

17.15 horas. Ahora mi única ocupación es memorizar, memorizar y memorizar. La memoria es el músculo que más he trabajado. Desde hace 25 años lo llevo ejercitando y no se me da mal. Mi punto débil es el despiste. Los textos aprendidos enseguida desaparecen, porque el cerebro es sabio y cuando le metes muchísima información la desecha al cabo del tiempo. Con todo, a veces voy por la calle y me sale de manera natural la réplica de una obra que he trabajado con mucha intensidad a lo largo de dos años, por ejemplo.

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18.45 horas. Lo que más me entretiene ahora mismo es estar con mi hijo. No me imaginaba la paternidad tal y como es. Está siendo mucho mejor la realidad que la ficción. Mi ideal de felicidad es viajar con Elena, mi chica, y el enano, que en septiembre cumple tres años. Esta tarde me voy con el peque porque mi chica tiene que trabajar. Pasearemos o jugaremos a lo que se tercie. A las nueve y media lo mando a la cama; me dedico entonces a repasar y adelantar trabajo, si es que no me quedo frito también.

Jueves

12.10 horas. En este momento me lavo mucho las manos con gel hidroalcohólico, soy incapaz de prescindir de ese hábito. Con las medidas preventivas contra el Covid, los ensayos son muy raros. Hay que mantener las distancias, aunque llega un punto en el que evitar cierto contacto físico es imposible. No obstante, da reparo y cierto pudorcillo acercarse.

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17.50 horas. Tenemos un grupo musical y yo me encargo de aporrear el bajo. Ahora nos llamamos Supersudadas. Llevamos mucho tiempo sin tocar, pero es que nos resulta imposible reunirnos porque todos tenemos mucha plancha. Tocamos de todo, cosas de Iggy Pop, Nirvana, The Cure, los Beatles... Últimamente escucho poca música, salvo cuando estoy en la calle, donde me pongo los cascos. A veces nos montamos ciertos bailoteos con el peque.

19.00 horas. Para relajarme hago muchas cosas: monto en bici, salgo al campo, juego al mus. Como no soy especialista en nada, pruebo cosas distintas. Espero empezar pronto a ir otra vez al gimnasio, pero con tanto estudio y ensayo hoy por hoy es una misión imposible. La verdad es que no sé si ahora está abierto. Hago algo de dieta. He de cuidarme porque con la pandemia me he pasado, ha habido una explosión de colores.

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Viernes

15.30 horas. No me cuesta nada ahorrarme la siesta, pero si llego a casa y el enano está durmiendo, dormito unos veinte minutos.

17.00 horas. Ya no lo hago, pero hubo un tiempo en que gustaba coleccionar las tarjetas que sirven de llave de los hoteles.

23.00 horas. Cuando está la casa tranquila y todos duermen, me pongo alguna serie que no me requiera realizar un gran esfuerzo intelectual. Busco algo que me entre por los ojos y ya está. Si estoy cansado cierro los párpados, apago la tele y me quedo dormido.

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