Dice Ignacio Gómez de Liaño (Madrid, 1946): «Para mí, el peor de los tormentos sería no poder leer y escribir. Si me lo prohibiesen sería terrible. Preferiría estar en una cárcel, sin salir de mi celda, siempre que pudiese leer y escribir». Filósofo, poeta, traductor, ... experto en Oriente, artista, amigo de grandes creadores y viajero felizmente curioso, es autor de obras como 'El círculo de la sabiduría' y 'Recuperar la democracia', ambas editadas en Siruela, y de 'Filosofía y Ficción', recién publicada por EDA Libros. Hasta el 2 de noviembre, el Museo Nacional de Arte Reina Sofía (MNARS) acoge la exposición 'Ignacio Gómez de Liaño. Abandonar la escritura', fruto de la donación de su archivo personal.
- ¿Qué triunfa?
- En los últimos años, el mundo de las apariencias, con toda la potente industria de las modas detrás. Qué mezcla: la cultura en declive, la imposición de las apariencias, el triunfo de la banalidad, el regreso de los fanatismos...
- Mal empezamos.
- Se avecinan grandes cambios, eso seguro. Ojalá aprovechemos la oportunidad de esta gran crisis global para cambiar las cosas a mejor. Veremos qué ocurre, por ejemplo, con los nuevos actores que adquieren protagonismo en el orden mundial, como es el caso de China, donde he vivido y he sido profesor. Su sistema de valores no se corresponde con el que, teniendo un origen cristiano, está representando por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, o por lo que podríamos llamar la democracia liberal representativa. ¡China, el país más capitalista que he conocido en mi vida! Por supuesto, ni rastro del mito de la izquierda anticapitalista.
- ¿Qué ha observado?
- Hay un movimiento de desconfianza, y eso le lleva también a uno a preguntarse por la existencia, por nuestra capacidad para pensar de forma atinada en las cosas de la vida, de la Historia, del futuro. Esta situación de incertidumbre que vivimos tiene una virtud: le hace a uno profundizar en la existencia, en la vida, en el conocimiento. Lo quieras o no, esas certezas que de pronto parece que se eclipsan casi te obligan a ser filósofo, amante de algún modo de la sabiduría.
«El Gobierno ha intentado apoderarse de todos los resortes del poder»
- ¿Qué ha sido evidente?
-La falta de conocimiento o de preparación del Ejecutivo para arrostrar una situación de tipo sanitario como la que estamos afrontando, a la que se une la situación económica y social. También creo que el Ejecutivo ha intentado servirse de esta situación para apoderarse de todos los resortes del poder. No cabe duda de que cuando el Gobierno se ve con la autoridad para encerrar durante meses a toda una población en una especie de arresto domiciliario, la situación es tan especial que puede caerse en abusar del uso de poder. También se acrecienta cada vez más mi desconfianza hacia los partidos políticos en general, en el sentido de que aunque se dice que vivimos en una democracia, el hecho es que nosotros no elegimos a nuestros representantes, sino al partido que elige a quienes nos van a representar. Los partidos políticos, y los políticos en general, gozan de unos privilegios que me río yo de llamar a eso democracia; privilegios que consisten en poder disfrutar de unas pensiones enormes, en la capacidad para nombrar a una gran cantidad de personas que estén a su servicio, etc; de democracia esto tiene poco, es una oligarquía. Una especie de dictadura en la que el poder no está en manos de uno solo, sino en manos de unos cuantos, que son los que mandan. Y el Estado tiene que gastarse más dinero en satisfacer a unos cuantos que en satisfacer a uno solo.
- Y el rey emérito, desaparecido en el extranjero.
- Su salida del país, personalmente, no me ha gustado. Pero si esas actuaciones inadecuadas que se le atribuyen vienen de hace tiempo, no sé por qué no se pusieron en evidencia hace tiempo. No se trata de comportamientos actuales, ya que el rey emérito dejó de reinar hace ya unos cuantos años. También hay que mirar las cosas buenas que hizo, y cómo supo pasar de un régimen autoritario, basado en el general Franco, a un intento de democracia que en mi opinión, y no por culpa suya, sino por otras razones, no ha derivado hacia la mejor democracia posible, dándose ahora incluso el peligro de que pueda derivar a una forma de democracia populista que sería lo más antidemócrata posible. Tuvo una serie de virtudes. Mucha gente pensaba que después de la muerte de Franco iba a haber otra guerra en España, y no ocurrió tal cosa. Sí hubo un terrible conflicto, un grave problema con los asesinatos continuos de ETA; pero eso no era responsabilidad del Rey, sino consecuencia, en definitiva, de los nacionalismos fraccionarios.
«Cultura en declive, imposición de las apariencias, el triunfo de banalidad...»
- ¿Está viendo usted la serie 'Patria'?
- Pasa una cosa, yo no tengo televisión. He oído hablar de la novela de forma elogiosa. A mí lo que me parece inconcebible es que sea legal un partido (Bildu) que no ha pedido perdón por los asesinatos cometidos por los terroristas de ETA; me parece que eso es el colmo, que es una muestra más de la corrupción del régimen democrático el que se acepte a grupos terroristas o paraterroristas como si fuesen partidos legales. Y eso lo extiendo también a partidos nacionalistas fraccionarios.
- Pero son partidos legales.
- Porque en España, por una especie de buenismo, los políticos pensaron que una democracia es tanto mejor en cuanto que acepte todo tipo de partidos, incluso partidos de asesinos. ¡No, hombre, por favor! Creo que hay que hacer reformas en la Constitución que vayan en la dirección de preservar los derechos que tienen los españoles a la utilización de su lengua en toda España. También es muy importante preservar el principio de igualdad, para que no existan las desigualdades propias de las diecisiete autonomías, y la descoordinación que muy a menudo es consecuencia de la existencia de diecisiete parlamentos autonómicos; eso me parece que no es muy adecuado para gobernar como es debido, ni tampoco para la economía del país, puesto que supone un dispendio excesivo.
Más problemas
- Está pues en contra del Estado autonómico
- Mire, negociar con estos partidos de los que le hablo es un gran error, porque además vemos que, conforme se les hacen más concesiones, se vuelven más antiespañoles. Cuando llegó el café para todos de Adolfo Suárez, es decir conceder un régimen autonómico no solo al País Vasco y a Navarra, que eran las que lo pedían más en ese momento, sino a todas las regiones españolas, que ni siquiera vienen geográficamente definidas en la Constitución, se pensó que era una manera de librarse de los problemas nacionalistas y no es así porque, al contrario, los aumentan. En estos últimos 40 años han ido aumentando, y con esta especie de manera de querer entenderse con los nacionalistas, lo que se hace es potenciarles todavía más. Con las ideologías de tipo totalitario, como son las de los nacionalismos o la de los comunismos, no se puede andar con concesiones, no, no. Hay principios fundamentales como el de la igualdad ante la ley de todos las ciudadanos. Negociar con los partidos nacionalistas no lleva a ningún sitio. En Europa no se aceptan este tipo de historietas. En Francia hay más de treinta lenguas autóctonas, ¿se imagina qué disparate si pretendiesen imponerse al francés? ¿Aceptar partidos independentistas? ¡De ninguna manera! Cuando las cosas no son racionales, se da lugar a disparates totales.
«Por qué no voy a creer que después de la muerte hay otro plano de existencia»
- ¿Qué propone usted?
- Por ejemplo, en el terreno de la enseñanza, debe haber un control central, gubernamental, como en Francia o Alemania. No puede ser que la enseñanza esté controlada por partidos nacionalista antiespañoles. Insisto: esa clase de partidos que quieren suprimir los derechos de los españoles, empezando por el de soberanía, no pueden ser legales. Una vez que esos partidos desapareciesen, en Cataluña serían los más españolistas de toda España. Cuando una región está sometida a partidos de tipo totalitario, que tratan de imponer por todos los medios sus propias ideas, la gente, o mira para otro lado, o por cobardía decide ponerse del lado de los que tratan de imponer, como ocurrió en la Alemania nazi, sencillamente. Hay que tener las ideas muy claras: ese tipo de partidos no pueden ser legales.
- ¿Y los ciudadanos?
- Perdiendo la confianza en la cosa política y, al mismo tiempo, pensando en cómo vamos a salir de esta especie de callejón sin salida, y esperando a ver si se atisba un rayo de luz por algún lado. Está claro que, por lo general, el prestigio de lo que se llama la casta política ha caído en picado. Y más de aquellos partidos que están gestionando, estos últimos dos años, la política y la economía. En estos últimos meses, creo que mucha gente ha buscado un cierto consuelo en planos de tipo espiritual, filosófico o cultural en los que no había pensado en otros momentos; pero todavía estamos en esa situación de incertidumbre, de no saber a qué carta quedarse, de no atreverse a seguir ningún camino por la inseguridad con la que uno mira todos los caminos por los que se puede ir. Y se han desatado muchos temores: ¿por qué no va a ver otro virus similar dentro de un par de años?, ¿cómo se ha originado este virus, ha sido por una manipulación genética?, ¿qué interés tienen las grandes compañías farmacéuticas en que haya epidemias para poder seguir con su negocio?, ¿qué regímenes políticos están interesados en poder tener encerrada en arresto domiciliario a la sociedad?...
- ¿Qué espera de Europa?
- En relación con España, supongo que, si sigue la deriva política hacia un régimen de tipo totalitario, con toda la depresión económica, cultural y de todo tipo que eso supone, es posible que otros países europeos traten de hacer frente a esa situación intentando remediarla; se da por cierto que en España hay una democracia cuando lo que hay es una oligarquía incompetente. Pero es que, además, Europa también se encuentra en una situación de perplejidad, y de una cierta debilidad, en el marco de la globalidad. Los valores de la democracia, los valores de la cultura, los valores tradicionales están en entredicho, en parte por los nacionalismos, en parte por los islamistas y en parte por los movimientos de tipo populista. En Francia hemos visto la cantidad de movimientos de tipo islamista, la cantidad de lo que llaman zonas urbanas difíciles en las que viven cientos de miles de personas y en las que, prácticamente, no está en vigor la ley francesa. Millones de musulmanes que no quieren integrarse en la vida del país.
- ¿Por qué dice usted que no se emplea correctamente la palabra islamofobia?
- Porque se utiliza de modo equívoco, en el sentido de que se llama islamofobia a todo lo que supone una crítica de la ideología religiosa islámica; y, evidentemente, en el islam hay cosas con las que es imposible estar de acuerdo; cosas relativas al estatus de la mujer dentro de la sociedad, a que haya que perseguir hasta la muerte a los que apostatan del islam; y, por supuesto, a la «guerra santa», la yihad, ese deseo de no parar hasta convertir a todos los infieles. Incluso en los países musulmanes, los cristianos y los judíos son ciudadanos de segunda clase, con menos derechos que los propios musulmanes. Todo eso hay que criticarlo porque va en contra del dictado de la razón. Solo no hay que ser tolerante con los intolerantes.
«Crear mediocridades»
- ¿A qué debemos aspirar?
- Está clarísimo: a la excelencia en el saber y en la educación, eso es lo fundamental. Se está produciendo un deterioro lamentable en este sentido, y no solo en España. Se ha pensado, lamentablemente, que la educación tiene que servir para crear mediocridades, en vez de aspirar a la excelencia en todos los campos del saber. Y otra cosa esencial: no hay que bajar la guardia en la promoción de valores como la solidaridad, la fraternidad, la igualdad de oportunidades para todos, la libertad de expresión -siempre que no se incurra en la ofensa a otras personas- y el cumplimiento de las leyes, que deben ser lo más justas posible. Nunca el futuro está escrito, todo depende de lo que seamos capaces de hacer. Hay que volver a ver cuáles eran los valores que presentaba un Séneca en su obra filosófica, o Cicerón y San Pablo.
- ¿Piensa en la muerte?
- Muy poco. Ya tengo 74 años, pero no sé por qué me sigo considerando joven. Si esto que me parece lo normal, que es estar vivo, si lo miro a fondo concluyo que es la cosa más milagrosa, extraordinaria y que supera todo tipo de razonamiento, pues por qué no voy a creer que después de la muerte hay otro plano de existencia.
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.