Miguel Lorenci
Jueves, 21 de abril 2016, 12:15
Alta concentración de genio en el Guggenheim bilbaíno. El museo exhibe hasta el otoño medio centenar de obras maestras de los artistas que en la primera mitad el siglo XX recalaron en la Ciudad de la Luz para subvertir el arte y engrandecerlo. Las cede ... el hermano mayor del museo diseñado por Frank Gehry, el Guggenheim de Nueva York, que cede temporalmente algunos de los tesoros que conforman Panoramas de la ciudad: la Escuela de París, 1900-1945. Es un festín para los sentidos con espectaculares e icónicas piezas de Matisse, Picasso, Braque, Gris, Modigliani, Brancusi, Delaunay, Chagall, Duchamp, Léger, Mondrian, Miró, Kandinky o Calder.
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Qué Panoramas de la ciudad
Cuándo Del 22 de abril al 23 de octubre, 2016.
Dónde museo Guggenmheim Bilbao. Avenida Abandoibarra, 2. www.guggenheim-bilbao.es
Cuánto
Entrada general 16 euros.
Picasso, faro del arte del siglo XX y un referente de aquel París que fue la capital mundial del arte y el laboratorio donde se forjaron todos los ismos que alimentaron y alimentan hoy la vanguardia, recibe al visitante con una pieza tan espectacular como Le Moulin de la Galette (1900). Es el punto cero de un portentoso paseo por el mejor arte moderno a través de los privilegiados talentos que durante cinco décadas crearon e innovaron en la capital francesa con hitos como Mujer italiana, de Matisse (1916); Desnudo (1917), de Amedeo Modigliani; Violinista (1924), de Marc Chagall; Hechicera (1924), de Constantin Brancusi o Mandolina y guitarra de Pablo Picasso por los que matarían museos y coleccionistas del mundo.
Este regalo es posible gracias a la renovación del acuerdo de gestión del Guggenheim de Bilbao con la Solomon R. Guggenheim Foundation. Rubricado en diciembre de 2014 para los próximos veinte años, contempla la celebración de al menos una muestra cada dos años en Bilbao con fondos de la colección neoyorquina. No viajará a ningún otro museo.
Lauren Hinkson, conservadora adjunta de colecciones del Guggenheim neoyoquino, es la comisara de la muestra y la responsable de la fulgurante selección. Su propuesta indaga en los movimientos cruciales del arte moderno, del cubismo al orfismo pasando por el surrealismo. Lo hace a través de los artistas más osados y capaces de lo que se conoció como lÉcole de Paris. A los santones del arte se suman figuras menos conocida pero igual de relevantes como Feininger, Gleizes, Kupka, Metzinger o Hélion.
Todos vivieron y crearon en aquel París efervescente y libérrimo en el que Picasso y Braque cambiaron la historia de la pintura reventado sus costuras con nuevas y cúbicas maneras de de mirar y representar. Donde Delaunay compuso sus sinfonías cromáticas en unas telas que no han perdido un ápice de vitalidad. Donde Kandinsky expandió la senda de la abstracción y Brancusi lanzó al futuro la escultura y estableció nueva relaciones entre volúmenes y espacios.
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Nuevo evangelio estético
El título de la muestra, que remite a una serie pictórica de Delaunay, refleja como la ciudad moderna fue marco y fuente de inspiración para el arte. Como creadores de todo el mundo acudieron a la Ciudad de la Luz, donde se escribe un nuevo evangelio estético abierto a todas las creencias y sensibilidades. La eclosión económica, social y tecnológica que transformó la vida urbana tuvo su reflejo en el arte, que transitó caminos inéditos desde el inicio del siglo XX hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.
De estilos y enfoques distintos, los artistas comparten su rechazo de las estéticas conservadoras y su afán de transformar la percepción y la representación de la vida cotidiana y urbana según la comisaria. Protagonizaron un huracán creativo que se diluyó con el auge fascismo y la ocupación nazi de Francia en la Segunda Guerra Mundial. Muchos de aquellos artistas buscaron refugio político y espiritual en Estados Unidos e hicieron de Nueva York la nueva capital del arte en la segunda mitad de siglo XX y convirtieron en legendaria a la Escuela de París.
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De la radical revolución cubista de ocupa la primera de las tres salas de la muestra. Pablo Picasso y Georges Braque la desarrollan entre 1907 y 1914 dinamitando las convenciones del arte y la esencia de de la representación. Incluye obras clave del cubismo analítico que descompone de la forma, como Piano y mandora (1910), de Braque, o Botellas y vasos(1912), de Picasso, aún con los colores apagados típicos de esta corriente.
Con la Primera Guerra Mundial los cubistas explorar la abstracción pura y la ciencia moderna y llevan al arte la espiritualidad y el color de las tradiciones populares. Robert Delaunay plasma la vida de la ciudad y sus símbolos en obras como Torre Eiffel roja (1912) y se interesa luego por los avances en la óptica en pinturas abstractas como Formas circulares (1930).
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La estrella de la segunda sala es Violinista (1923), que Marc Chagall pintó a su regreso a París, después de vivir la mayor parte de la Primera Guerra Mundial en Rusia, su país natal. Fusiona la fragmentación cubista con un vivísimo colorido inspirado en el folclore ruso y judío.
Constantin Brancusi, que llegó a París en 1904 desde su Rumanía natal, liberó a la escultura anclada en la tradición de su carácter narrativo y teatral con sus formas abstractas y simples, sirviéndose de materiales como la madera o el metal, desnudos y sin ornamentos. La muestra cuenta con cuatro piezas magistrales del padre de la escultura moderna, entre ellas la icónica e inquietante Hechicera (1924), Adan Eva (1916) y Rey de reyes (1938).
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Tras el paréntesis de la I Guerra Mundial París es de nuevo epicentro cultural. Eclosiona el movimiento surrealista que impulsa el manifiesto de André Breton de 1924. Bajo el influjo de las teorías de Sigmund Freud, estos escritores y artistas hurgan en sus sueños, sus deseos reprimidos y sus anhelos subconscientes para abrir una nueva vía creativa. En la última sala vemos como Max Ernst e Yves Tanguy supderponen imágenes y objetos incongruentes. Otros, como Jean Arp y Joan Miró, apuestan por el automatismo en dibujos sin composición ni temas predeterminados para eludir la mente consciente.
Bajo esa influencia, el escultor estadounidense Alexander Calder crea un nuevo lenguaje basado en el movimiento y el equilibrio mediante sus móviles y esculturas de alambre como Rómulo y Remo (1928), otra pieza señera de la exposición.
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Vasily Kandinsky, impulsor de la abstracción entre 1910 y 1930 cuando vivía en Alemania y Rusia, llegó a París en 1934. En sus obras de este período, entre las que se encuentran Pintura amarilla (1938) y En torno al círculo (1940), conjuga las formas geométricas y biomorfas que desarrolló cuando era profesor de la escuela Bauhaus. Sus pinturas cierran el recorrido junto a piezas de Wifredo Lam, Léger, Man Ray y Torres García.
La exposición incluye un proyecto didáctico que en un túnel del tiempo lleva al espectador a ese París crisol de tantos ismos que es coprotagonista de la muestra. Contextualiza histórica, política, económica y socialmente la capital francesa, faro de la modernidad y la vanguardia a través de las cuatro grandes muestras celebradas en París en la primera mitad del siglo XX: la Exposición Universal (1900), la Internacional de las Artes decorativas (1925), la de Arte Colonial (1931) y la Internacional de las Artes y las Técnicas en la Vida Moderna (1937).
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