Crónica Negra

Un peluquero asesinado a martillazos y un inquietante mensaje con pintalabios en su espejo

La brutal muerte de Alfredo Fernández, de 58 años, sigue siendo un enigma en Asturias. El asesino ató la cabeza de su víctima con una bolsa y la apretó con una soga. Un mensaje escrito con carmín apuntaba a una venganza por celos: «Por meterte con las mujeres de los demás»

Domingo, 17 de noviembre 2024, 00:04

«Por meterse con las mujeres de los demás». A Alfredo Fernández el epitafio se lo escribió con carmín su propio asesino. Una frase plasmada en el espejo de su habitación, junto al cadáver, en un piso que se convirtió en el escenario del horror. El lapidario mensaje fue el hilo del que tiró la Policía para intentar resolver el conocido como 'crimen del peluquero de Avilés', en Asturias. Veinticinco años después, el asesinato perpetrado en Asturias sigue siendo un misterio. Un enigma en el que a lo largo de la investigación la Policía Nacional llegó a detener a un compañero de la Jefatura Superior de Policía de Asturias como autor del crimen. El agente fue juzgado y absuelto por un jurado popular. Su forma de escribir coincidía -o no, a tenor del devenir del asunto- con el mensaje dejado por el asesino después de asfixiar al peluquero con una bolsa de plástico y machacarle la cabeza a martillazos.

El crimen tuvo lugar el 29 de abril de 1999. Esa noche la viuda del peluquero, Purificación Rodríguez, regresaba a casa después de cerrar su tienda de vestidos nupciales en Oviedo. Al abrir la puerta del piso del 79 de la calle de La Cámara, en Avilés, descubrió «el escenario de una auténtica masacre», según quedó reflejado en los atestados.

Salpicaduras de sangre por todo el pasillo, muebles rotos, huellas de manos ensangrentadas por toda la vivienda…. Y al fondo, en una de las habitaciones, un cadáver con la cabeza cubierta por una bolsa de plástico atada a modo de soga con una cuerda de tendal. Junto a él, la frase, escrita con lápiz de labios en el espejo de las puertas correderas de un armario.

Alfredo Fernández tenía entonces 58 años y regentaba una peluquería en el barrio avilesino de Buenavista desde hacía décadas, en la calle Río San Martín, número 21.

Con un carácter afable y abierto, curtido en miles de horas atendiendo a sus clientas, era muy conocido en la ciudad. Su muerte violenta causó una auténtica conmoción. Y también disparó los comentarios sobre su persona. Una vez enterrado, en los mentideros de la villa se empezó a especular sobre el motivo del crimen. La frase del espejo, que apuntaba a un asunto sentimental, no sirvió para apagar los rescoldos. Tampoco ayudó el hecho de que pasase el tiempo y no hubiese detenidos. Todo fueron conjeturas. Suposiciones. Sospechas. Supuestos… Pero ninguna certeza.

De los pocos convencimientos que tuvieron los investigadores es que la escena del crimen había sido limpiada con minuciosidad. La inspección ocular realizada por la Policía Científica fue infructuosa. Únicamente se detectó la mitad de una huella en un charco de sangre en el vestíbulo, si bien se trataba de una silueta parcial de la parte del talón y no llevó a ningún puerto. Tampoco la huella localizada en un grifo del baño. Si inicialmente la aparición de la prueba fue esperanzadora, la decepción fue luego mayúscula al comprobar que pertenecía al forense que había acudido al levantamiento del cadáver. Se había quitado los guantes para lavarse las manos y había dejado su rastro en el lugar.

Vecinos frente a la peluquería que regentaba Alfredo en el barrio avilesino de Buenavista José Villoldo

El resto de la casa estaba limpia. Incluso en la bolsa que el asesino le colocó en la cabeza al peluquero. Nada, ni un atisbo de restos biológicos. Tras someter al plástico a vapores de cianocrilato y hacerlo reaccionar para tratar de obtener algún vestigio, no encontraron nada. Tampoco en el martillo (el arma homicida) ni en la soga con la que fijaron la bolsa a la cabeza, unos utensilios dolosos que el autor del crimen aparentemente improvisados, cogidos en la propia vivienda. No había ninguna pista de la que tirar por la vía del laboratorio. Quedaba entonces recomponer el puzzle de la vida de la víctima.

La puerta no fue forzada

Una de las incógnitas que dejó la investigación fue determinar si el asesino contaba con llaves para entrar o fue la propia víctima la que le abrió la puerta. No estaba forzada, tampoco había signos de que hubiesen entrado con violencia. No había restos orgánicos ni en el timbre ni en la puerta de la cerradura… ¿Conocía Alfredo a su verdugo? ¿La inscripción con barra de labios fue un señuelo para intentar llevar las miradas hacia otro sitio?

La puerta del piso de la calle La Cámara en el que se produjo el asesinato del peluquero. R.C.

Como en todas las investigaciones, los policías empezaron por lo más próximo. En este caso, por la viuda. Alfredo y Purificación llevaban desde hacía tiempo vidas separadas. Ella estaba muy centrada en su negocio en Oviedo, él en su peluquería, dormían en habitaciones separadas, se veían poco y se llevaban bien. Ninguno de los dos había mostrado a su entorno que hubiera problema alguno entre ellos. Ella tenía coartada el día de autos. Y además, la escena del crimen hacía evidente que quien mató a Alfredo tenía una cierta envergadura y una superioridad de fuerza. Esa vía se descartó enseguida.

Todas las gestiones que la Policía Nacional fue haciendo resultaron infructuosas. En Avilés, el paso del tiempo amainó los comentarios sobre el crimen. Otros acontecimientos de la localidad fueron haciendo que cada vez se sacase menos a relucir el crimen de Alfredo. Su peluquería en Buenavista cada vez suscitaba menos miradas, menos interés. Las novedades ya eran otras y el peluquero tenía en las conversaciones cada vez menos protagonismo. Menos para los investigadores.

En 2003 la Jefatura Superior de Policía de Asturias decidió retomar las investigaciones. Volver a revisar todo el caso en busca de algún hilo del que tirar. De lo poco que tenían, por no decir lo único, era la frase escrita en el espejo: «Por meterse con las mujeres de los demás», en capitular y con una forma característica en las 'eses'. Fue esa la vía en la que se centraron. Según explicaron más tarde los propios investigadores durante el juicio, revisaron 50.000 fichas de la expedición de DNIs en Avilés y en otras localidades de la región. Un trabajo supuestamente minucioso de peritos caligráficos. La sorpresa mayúscula llegó en abril de 2004. A pocos días de cumplirse los cinco años del crimen del peluquero la Policía detenía a un compañero, destinado en la Comisaría de Avilés y cuya forma de escribir, supuestamente, coincidía con el mensaje dejado por el asesino en el espejo.

Volvieron los comentarios a la villa. Se sumaron entonces los de las fuerzas de seguridad, donde la noticia del arresto del agente causó un auténtico estupor. Destinado en la armería, era muy conocido entre sus compañeros por su actividad sindical. Era una persona que nunca había dado ningún problema y al que no se le conocían desavenencias con el peluquero. Ni con el peluquero, ni con nadie, al margen de los roces relacionados por su labor desde el sindicato por la reivindicación de las mejoras de las condiciones de trabajo de los policías.

En 2004, tras analizar la caligrafía de 50.000 fichas de expedición de DNIs, la Policía Nacional detuvo a un agente por la coincidencia con la letra. Su arresto causó gran estupor

Desde el principio negó tajantemente los hechos. Negó ser el autor de esa pintada que le incriminaba y negó también conocer a la víctima. Únicamente reconoció a posteriori que su exesposa sí le había comentado que cuando ella pasaba por delante de la peluquería de Alfredo, este le decía frases libidonosas. Una supuesta venganza de tal calibre por unos comentarios poco afortunados parecía desmedida. Aunque la mente criminal la mayoría de ocasiones no entiende de proporcionalidad.

Aceptó que su mujer le había contado que el peluquero le hacía sentir incómoda. Y también reconoció que su forma de escribir podría coincidir con la del asesino, pero puntualizó: «En el colegio nos enseñaban a escribir así, muchas personas escribimos muy parecido. Yo no estuve en esa casa». El procedimiento judicial avanzó tras varios archivos en fase de instrucción. Finalmente, el policía se sentó en el banquillo de los acusados de la Audiencia Provincial años después.

Lo juzgó un jurado popular. La fiscalía no presentó acusación al considerar que las pruebas existentes contra él no eran suficientes para considerar su culpabilidad. Las dos acusaciones, ejercidas una por la viuda y otra por los padres de la víctima, solicitaban para él una condena de 25 años de cárcel por el delito de asesinato. Una de esas acusaciones estuvo representada por el abogado Antonio Masip, exalcalde de Oviedo y más tarde eurodiputado.

«No maté a Alfredo, no lo conocía, no sabía ni quién era»

Policía detenido

Acusado del asesinato del peluquero

«No maté a Alfredo, no lo conocía de nada, no sabía ni quién era», declaró el acusado, quien aseguró que el día del crimen había estado cuidando a su madre, enferma de alzheimer. Reiteró su inocencia y pidió su libre absolución a los miembros del jurado. La duda la puso sobre la mesa su exesposa, quien en su declaración como testigo relató que él se había molestado bastante cuando le contó que el peluquero le hacía comentarios cuando pasaba por delante del local, si bien relató que ese episodio había ocurrido mucho tiempo atrás, en 1996.

En la vista oral declararon también los peritos que realizaron el informe caligráfico en base al cual fue detenido y también el de la defensa, Tomás Martín Sanchez, que había intervenido en procedimientos judiciales tan sonados como el de El Nani, el Gal, Anabel Segura, las Torres Kios o Filesa. Negaba que la frase del espejo la hubiese escrito el policía detenido y detallaba una serie de pormenores y características que acabaron por convencer a varios miembros del jurado sobre la principal prueba de cargo que pesaba contra él. El veredicto fue a su favor.

Y también el fallo posterior del Tribunal Superior de Justicia de Asturias (TSJA): in dubio pro reo, en caso de duda, a favor del reo. El policía acusado salió absuelto. Pero nunca regresó a trabajar a las fuerzas de seguridad, prefirió poner tierra de por medio y cambiar de sector.

El crimen del peluquero de Avilés sigue sin resolver 25 años después. Para la Policía Nacional la investigación que realizaron les llevó al convencimiento de que la persona que se sentó en el banquillo de los acusados era el autor del hecho violento. Para la Justicia no. La peluquería en cuestión permanece intacta, suspendida en el tiempo, tal y como la dejó Alfredo aquel día en el que lo mataron «por meterse con las mujeres de los demás».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas

Publicidad