El calendario de la pared se quedó parado en el mes de junio. Nadie arrancó las hojas caducadas a la vuelta del verano y se quedó así. Con la publicidad de dos carnicerías coronándolo (una de ellas en Santa María del Páramo, como si ... de un guiño sarcástico se tratase) y fijo en el mes en el que el pueblo celebró por todo lo alto San Adrián. Junio es el mes de despedirse hasta septiembre. Pero sin esperarlo, lo que iba a ser un hasta luego terminó siendo un adiós.
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Aunque en el parque infantil no haya nadie jugando, el columpio se mueve ligeramente. Quizá sea el viento quien lo empuja o quizá el recuerdo de los días previos al inicio del curso, cuando los críos corrían por la zona. Cuando llenaban la zona de un ruido que se echa de menos.
Pero hoy es jueves, el sol regala los últimos calores del verano y en la plazuela no hay nadie que desgaste el tobogán. Los números no dan y Palacios no abre este curso su escuela. Dicen que no hay niños suficientes. O, al menos, no los necesarios para que 'salga a cuenta' girar la llave.
El de Palacios de Fontecha (Valdevimbre) es uno de los cinco colegios rurales de la provincia leonesa que este curso echan el cierre por falta de alumnos.
«Es un cambio muy grande para los niños, para el pueblo y para todos», lamenta Ana Fernández, la madre de uno de los pequeños que ya no puede ir al colegio de Palacios de Fontecha. Con el paso al instituto de dos de los cinco chavales que iban a las escuela, la alternativa forzada está en el viaje diario de ida y vuelta a Santa María del Páramo.
«Vemos reportajes en la tele en los que salen pueblos donde se mantiene la escuela con tres alumnos, pero aquí dicen que no se puede», comenta en el patio de las escuelas.
En un banco de la plazuela, Ana charla con María Jesús García, la alcaldesa pedánea, y ambas coinciden en el análisis. «Yo vivo al lado y la sensación de oírlos a la hora del recreo y a la hora de la entrada daba vida al pueblo; ahora salgo a por el pan y veo la escuela cerrada, me da pena y angustia que se cierre un colegio aunque haya pocos niños».
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En la puerta de las escuelas de Palacios de Fontecha luce el año en el que fue remodelada. Un 1944 en el que los niños llenaban las dos aulas sobradamente. «Mi marido, que tiene 63 años, estudió aquí y el padre de Ana, que tiene 82, también», recuerda la pedánea, que asegura haber visto fotos en las que «todos los alumnos ocupaban entera la fachada».
Dentro del aula, el material poco tiene que ver con el de aquellos días. Una hilera de ordenadores apagados y la pizarra electrónica hablan bien de la apuesta de futuro hecha en las escuelas. Una apuesta que contó también con los 7.507 euros invertidos por la Junta, la Diputación y el Ayuntamiento de Valdevimbre en arreglos varios. Pero el futuro, pese a la bondad de la apuesta, es diferente.
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Cada mañana los tres alumnos, que cursan quinto y sexto de Primaria, toman pronto el autobús para recorrer los quince kilómetros que separan Palacios de Santa María del Páramo, volviendo a casa sobre las cuatro de la tarde. «Nos ponen el comedor y el autobús, no me quejo, pero no se han hecho las cosas como es debido», critica Ana.
«Mi 'sobrinina' que venía aquí estuvo preguntando hasta última hora a la madre que dónde iba a ir al colegio», asegura María Jesús, que recuerda cómo «tuvieron que comprar los libros de texto la víspera de entrar al colegio».
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Ambas aseguran que la administración autonómica avisó a los padres 'a última hora'. «El lunes era fiesta y el curso empezaba el martes, pero nos avisaron el viernes al mediodía de que tenían que ir a Santa María, no dio tiempo a nada y vieron desde junio que no iban a abrir la escuela», lamentan.
El cierre de la escuela revela una cruda realidad que dista mucho de la voluntad política de luchar por la conocida como España Vacía. «Se puede hacer un un esfuerzo y que saquen dinero de otro lado, lo importante es la educación», reclama la Ana Fernández.
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Sus palabras las secunda la alcaldesa pedánea. «No luchan para que se mantengan los pueblos. Aquí no puedes decir 'ofrezco una casa a cambio de que venga un matrimonio con hijos', no tenemos para ofrecer nada porque no hay muchos recursos», relata, explicando que «nos hacen desaparecer, mi hijo se tiene que ir a León a trabajar, mi hija a estudiar fuera y así todo».
María Jesús se encarga de cerrar la escuela de nuevo tras la visita. Las persianas bajadas, los ordenadores apagados y el columpio sigue moviéndose al son del viento. Parece que será el único que lo empuje en Palacios cuando el timbre ya no suene para salir al patio.
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