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J. Sainz y FOTOS: Fondo Bella (Archivo Municipal de Calahorra) y Fondo Loyola
León | Logroño
Viernes, 3 de junio 2022, 08:28
La desclasificación de los archivos del papa Pío XII (1939-1958) ordenada recientemente por el papa Francisco ha permitido probar que el obispo Fidel García fue realmente sorprendido en una casa de prostitución en Barcelona en 1952. Esta historia, que hasta la fecha se consideraba una falsedad inventada por el franquismo para desacreditar al prelado crítico con el régimen, y que a la postre fue utilizada para defenestrarle, resulta cierta a la luz del último descubrimiento de la historiadora calagurritana María Antonia San Felipe. Aunque también es verdad que todo se produjo en mitad de una persecución política, no es menos cierto que el obispo, un religioso de setenta y dos años, fue pillado 'in fraganti' con una mujer de veintiocho.
Fidel García, obispo de la diócesis de Calahorra y La Calzada desde 1921, fue apartado del cargo en 1953 en mitad de un escándalo silenciado solo oficialmente. Aunque en su momento se evitó dar publicidad al asunto, su figura pública fue desacreditada durante la dictadura por medio de rumores y, por el contrario, reivindicada con posterioridad como víctima de una conspiración a causa de su posición disidente al régimen en ciertos aspectos. La verdad que se conoce ahora demuestra que ambas cosas eran ciertas: tan cierto es que fueron a por él como que el obispo fue encontrado en un prostíbulo.
La historiadora María Antonia San Felipe ha sido quien ha descubierto en los mencionados archivos, incautados en su día por el arzobispo de Barcelona, Gregorio Modrego, y clasificados durante décadas por el antes llamado Archivo Secreto, el documento que prueba la veracidad de unos hechos que hasta la fecha eran considerados un montaje del régimen para desprestigiar al obispo riojano. La propia San Felipe basó en esta creencia su tesis doctoral, publicada por la Universidad de la Rioja en 2014 bajo el título 'Una voz disidente del nacionalcatolicismo: Fidel García Martínez, obispo de Calahorra y La Calzada (1880-1973)'. Ahora considera que el obispo fue víctima de «una celada», sí, pero también que de verdad incurrió al menos en aquel hecho.
A la luz de su descubrimiento actual, la investigadora firma actualmente un nuevo trabajo en el que corrige su versión anterior: «Y así ocurrió -escribe en un artículo que acaba de publicar la revista Belezos, editada por el Instituto de Estudios Riojanos (IER)-. El desconocimiento de la documentación requisada por el arzobispo Modrego y oculta hasta la fecha en el Archivo Vaticano llevó a esta historiadora a concluir erróneamente en un aspecto crucial, como fueron las causas del relevo de Fidel García al frente de la diócesis de Calahorra-La Calzada que tuvieron que ver con su vida privada».
Fidel García Martínez (Soto y Amio, León, 1880-Logroño, 1973) fue una de las figuras intelectuales más destacadas del episcopado español durante el primer franquismo. Fue el único prelado español que, siguiendo las indicaciones del nuncio apostólico Gaetano Cicognani, publicó una pastoral contra el nazismo en febrero de 1942 cuando el régimen de Franco apoyaba a Hitler en plena Segunda Guerra Mundial. Por supuesto, su alegato antinazi fue censurado por el régimen. «Con esa y otras actuaciones posteriores, Fidel García era considerado un obispo muy crítico con el franquismo», resume San Felipe.
Tanto en su tesis doctoral como en el libro posterior, la investigadora mantenía algo que ahora tampoco cambia sustancialmente, que «el obispo había sido objeto de una campaña difamatoria en la que habían participado destacados miembros del Patronato de Protección a la Mujer de Barcelona, cuyos procedimientos eran cuestionados por la propia policía de la época».
Según la historiadora, la finalidad del Patronato creado en 1941 era la «dignificación moral de la mujer» con el objetivo de «apartarlas del vicio y educarlas con arreglo a las enseñanzas de la religión católica»: «El poder civil -explica- dictaba el marco jurídico y la Iglesia ponía la ideología. Fue la respuesta del régimen al incremento de la prostitución. El hambre de la posguerra abocó a muchas mujeres a sobrevivir mediante el ejercicio de tan viejo oficio».
Por otro lado, a mediados los años cuarenta comenzaron a difundirse en la diócesis riojana rumores sobre el comportamiento del obispo Fidel que lo relacionaban con «mujeres de mala nota», según el argot de la época. «Elementos falangistas destacados -cuenta San Felipe en Belezos-, en especial un concejal de Calahorra, aseguraban haber visto al obispo en Barcelona y Sevilla acompañado de ese tipo de mujeres. Las cartas acusatorias constan en la documentación de la Fundación Francisco Franco, lo que demuestra que el dictador estaba al tanto de las pesquisas en torno a la vida privada del obispo».
En 1952, meses después de la celebración del Congreso Eucarístico de Barcelona, todo iba a cambiar para Fidel García y para la diócesis. El 18 de agosto, el obispo de Calahorra, entonces un hombre de setenta y dos años, fue sorprendido por miembros del Patronato con una mujer de veintiocho años, Carmen V. X., en una habitación de un piso en la calle Rosellón regentado por Vicki (Victoria S.A.) donde se practicaba la prostitución clandestinamente.
«No existía ninguna documentación concluyente que permitiera sostener la veracidad de estas acusaciones contra el obispo cuando elaboré mi tesis doctoral -explica San Felipe-, solamente un documento sin firma del que existían numerosas copias como si se tratara de un panfleto para ser difundido. Hoy, vista la documentación que acaba de desclasificar el Vaticano, puedo afirmar todo lo contrario. La correspondencia del arzobispo de Barcelona, Gregorio Modrego, con el nuncio en España, Gaetano Cicognani, y la de este con Domenico Tardini, secretario de la Sagrada Congregación para Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios en El Vaticano, así como, con el propio obispo de Calahorra, Fidel García, no deja lugar a dudas».
«La misma noche de los hechos -continúa-, el obispo de Barcelona se puso en contacto telefónico con el nuncio Cicognani y al día siguiente le remite, por conducto seguro, una carta adjuntando la documentación que acreditaba lo sucedido. Modrego explica a Cicognani que cuando varios miembros del citado Patronato se pusieron en contacto con él y le relataron lo sucedido 'exigí(ó) que me entregaran el acta firmada por él y las diligencias practicadas y escritos, y que nada retuvieran en su poder, ni prosiguieran diligencias respecto a las mujeres'. Aunque los originales firmados fueron entregados al arzobispo de Barcelona, los miembros del Patronato copiaron el contenido de dichos documentos e hicieron copias para difundir, sin firmar por nadie. Algunas de ellas fueron encontradas por esta investigadora».
«La intención de Modrego era evitar el escándalo público, aunque deja claro que la inspección en el citado domicilio no había sido casual, sino que la intención de los intervinientes era sorprender al obispo. Que querían acabar con él está fuera de toda duda, no solo por la explicación de Modrego, sino porque, como señala Josep M. Piñol, 'era un secreto a voces, por aquellas fechas de la posguerra, el comportamiento poco edificante de algún prelado español y nunca tuvo el menor problema, ni con las autoridades gubernativas y los cuerpos policiales, ni con la nunciatura. No alivia esta afirmación la culpa del obispo Fidel García respecto a la vulneración de sus votos episcopales, pero sí nos sitúa en el contexto de las complicidades Iglesia-Estado de ese momento de nuestra historia. Las debilidades humanas sirvieron en bandeja a sus detractores un triunfo largamente buscado».
El obispo Fidel fue conducido esa misma noche a la Casa de Ejercicios de Sarriá, regentada por los jesuitas. Al día siguiente se entrevistaron ambos obispos y, según Modrego, Fidel García le confesó que «estaba cubierto de vergüenza» y que hacía tiempo que pensaba renunciar al obispado. En un despacho cifrado, de 29 de agosto de 1952, enviado por Cicognani a Tardini a Roma, el nuncio explica que el obispo de Calahorra había acudido a la nunciatura pidiendo perdón y poniéndose a disposición de la Santa Sede, consciente del daño que causaría a la Iglesia de conocerse su conducta.
Para evitar que una sorpresiva retirada causara una impresión negativa, Fidel García le sugirió continuar en la diócesis hasta la coronación de la Virgen de Valvanera preparada por él y que iba a tener lugar los meses de abril o mayo. El nuncio no lo consideró conveniente ni posible, la solución sería una dispensa y un posterior relevo alegando motivos de salud. El obispo mostró su disposición a presentar su renuncia que, como señalaba el nuncio a Tardini, no dejaría de ser comentada tanto «por las sospechas existentes sobre su conducta como por su actitud política, siempre hostil al actual régimen».
Una vez pactada la renuncia, el nuncio consideró conveniente nombrar un administrador diocesano con facultades plenas para asumir la completa administración. La renuncia se haría pública a los dos meses del nombramiento del auxiliar. Se barajaron varios nombres pues, dada la delicada situación, consideraban preciso que este reuniera determinadas cualidades. Finalmente se optó por Abilio del Campo y de la Bárcena, cuyo nombramiento se hizo público el 1 de noviembre de 1952. La diócesis quedó en situación jurídica de 'sede vacante' desde el 1 de febrero de 1953 y el 9 de mayo se anunció el nombramiento de Abilio del Campo como obispo propio de la histórica diócesis. Ese ya es el comienzo de otra historia.
Por su parte, el obispo cesante se trasladó al colegio de los jesuitas en Oña por indicación de la Santa Sede. Allí residiría una parte importante del resto de sus años y también en Pamplona con uno de sus hermanos hasta pasar posteriormente a vivir en Deusto y temporadas en Comillas. Aún tuvo tiempo de participar en el Concilio Vaticano II. Según San Felipe, «su postura sobre la libertad religiosa, a la que eran contrarios muchos obispos españoles y que fue aprobada mayoritariamente por el concilio en 1965, volvió a merecerle un reconocimiento internacional, ya que estaba en sintonía con los nuevos aires de la Iglesia católica».
Finalmente Fidel García fue trasladado al Hogar Sacerdotal de Logroño, donde falleció en 1973 a los 92 años. Gracias a la investigación de María Antonia San Felipe ahora se conocen y quedan para la historia unas breves palabras de autoinculpación: «Confesé mi culpa y acepté el castigo que se me impuso. Si aún este quisiera agravarse, dispuesto estoy, con la gracia de Dios, a aceptarlo y cumplirlo. Desde entonces he sufrido lo indecible. No me quejo. No tengo derecho a ello».
De la joven Carmen V. X., en cambio, y de lo que con ella hizo el Patronato nada más se sabe.
La nueva documentación descubierta en el Archivo Vaticano ratifica muchos de los aspectos que sustentan la importancia de esta figura histórica pero varía sustancialmente las conclusiones respecto a las razones por las que Fidel García dimitió como obispo de esta diócesis. Fue obligado a renunciar al haber sido encontrado en Barcelona por miembros del Patronato de Protección a la Mujer en una casa de prostitución. La documentación original fue incautada por el arzobispo de Barcelona, Gregorio Modrego, que la remitió al nuncio Cicognani y de allí llegó al Vaticano. Ocultas las pruebas un manto de silencio cubrió los hechos ocurridos unos meses después del
Congreso Eucarístico de 1952 celebrado en Barcelona. Se cumplen ahora 70 años de estos hechos cuyos detalles, investigados por la historiadora calagurritana María Antonia San Felipe, publica la revista Belezos.
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