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Nuria Ibáñez, en el refugio de Vegabaño.
«En Vegabaño son necesarias varias vidas para conocer todo lo que nos rodea»

«En Vegabaño son necesarias varias vidas para conocer todo lo que nos rodea»

Nuria Ibáñez, refugiera ·

Nuria Ibáñez y Julián Morante llevan toda una vida al frente del Refugio de Vegabaño. Un auténtico paraíso en pleno Macizo Occidental de Picos de Europa, al que nos acercan

ALBA LLANO OLAY

León

Martes, 13 de julio 2021, 08:35

«En este entorno hay muchos rincones especiales. Son necesarias varias vidas para poder conocer todo lo que nos rodea y todas las rutas que hay para hacer y para conocer el espectáculo de Picos de Europa». Así es como la encargada del refugio de Vegabaño, Nuria Ibáñez, nos describe la magnitud del entorno de naturaleza que rodea a este bello y tranquilo rincón ubicado dentro del Macizo Occidental de Picos de Europa.

Un refugio del que ella y su marido, Julián Morante, llevan media vida al frente y en el que conviven con sus dos hijos Dobra y Vega de 14 y 12 años y su inseparable perro Calcetines, al que encontraron hace años abandonado cerca de Collado Jermoso y de quien no se han separado desde entonces, convirtiéndolo en uno más de la familia.

Él es el encargado de recibir a todo aquel que se acerque a este refugio ubicado en un espectacular entorno rodeado de hayedos, arroyos, puentes de madera y de todas las especies de fauna de los Picos. Un lugar que es capaz de enamorar a todo aquel amante de la montaña que se acerque a conocerlo o también a los que simplemente se asomen a la puerta de este refugio.

En su interior, la madera, las paredes decoradas con bonitas pinturas o sus cuidados muebles restaurados, hablan por sí solos de ese esfuerzo que se esconde detrás de cada detalle, en los que Julián y Nuria han puesto tantos años de dedicación. Todo ello rematado con ese delicioso olor a pan recién tostado que invade cada rincón del comedor por las mañanas o del olor de la comida casera recién hecha y al ritmo de un clásico como puede ser Debussy y su Claro de Luna, uno de esos detalles que Nuria se permite cuando el refugio está en silencio después del frenesí de los primeros desayunos. Con Nuria Ibáñez hablamos de sus inicios junto a Julián en el refugio, del trabajo y esfuerzo que se esconde detrás y de esos tesoros escondidos en el entorno de este lugar, de los que ambos refugieros llevan siendo los verdaderos guardianes desde hace más de 25 años.

- ¿Cuál es la historia de este refugio y cómo comenzáis a trabajar en él?

- Julián llegó primero con apenas 21 años y todo porque en Riaño habían hecho una escuela tipo taller. Por aquel entonces decidieron hacer una compañía de guías de alta montaña y él hizo el curso. El objetivo de aquello era sacar guías de montaña de dentro de la comarca. A este lugar en aquel momento solo venían los de la federación de León y nadie se encargaba de llevarlo. La verdadera historia de este refugio empezó cuando siendo esto una propiedad privada de un señor de Soto de Sajambre, este decidió cederlo a la Diputación de León siempre y cuando se convirtiese en refugio de montaña. Así que los que estaban federados en León comenzaron a venir aquí a dormir y en aquel momento el encargado de las llaves y de tenerlo limpio era un pastor de la zona que se llamaba Valentín. Tiempo después se lo ofrecieron a la compañía de guías de montaña y concretamente a un par de profesores y a dos alumnos para que lo llevasen como tal.

Durante el primer año estuvieron los cuatro y al siguiente año ya se quedó Julián solo al frente, de eso han pasado ya más de treinta años y Julián tiene ahora 54. Yo llegué algo más tarde y como montañera a este refugio. Empecé una relación con Julián y al final decidí quedarme también aquí y a trabajar de lleno en el refugio empecé con 27 años, ahora tengo 52. Así que llevo 25 años dedicada a ello junto a Julián.

- Este es un refugio que también habéis llenado de vida y que compartís con vuestros dos hijos Dobra y Vega . Ellos están ya acostumbrados a este tipo de vida, pero también tiene que combinarlo con sus estudios ¿Cómo afrontáis esto en épocas más duras como puede ser el invierno?

- Los niños tienen ahora 12 y 14 años y todos vivimos aquí nueve meses al año, el resto del año nos podemos mover hasta aquí por carretera pero cuando la nieve nos deja aislados no queda otra que movernos en esquís. Antes nuestro perro Calcetines los llevaba en trineo para ir al colegio, pero ahora él ya está un poco mayor y lleva años sin tirar del trineo. También los niños han crecido y cómo el instituto lo tienen en Cangas y no en Oseja de Sajambre, que era donde tenían antes el colegio, pues tienen que quedarse en Soto de Valdeón, salvo los fines de semana. En cambio antes cuando iban hasta Oseja para ir al colegio, madrugábamos bastante antes y el transporte lo hacíamos con esquís y como un juego para que se lo pasasen bien.

Refugio de Vegabaño.

- ¿Cómo es un día de trabajo en este refugio? ¿Queda algo de tiempo para disfrutar de la montaña?

Cuando no hay gente prácticamente todo lo que hacemos es mantenimiento, pero la verdad es que cuanto más progreso y cuanto más queremos que todo el mundo que llegue esté más cómodo o incluso estarlo nosotros, también nos queda menos tiempo para ir a la montaña. Nos encanta la montaña pero no queda tiempo para disfrutar de ella. Podría decirse que disfrutamos pero de otra manera. Hace veinticinco años cuando solo había luz, no había calefacción, ni agua caliente, teníamos mucho tiempo y ahora estamos todo el rato de mantenimiento. De hecho a Julián casi ni se le ve porque está siempre haciendo un montón de cosas para que todo funcione como tiene que funcionar. Y sobre todo en verano, que es cuando más gente hay, te levantas y ya no paras hasta que te acuestas.

- Desde esos inicios del refugio en los que solo había lo básico ¿Habéis tenido que hacer muchas renovaciones?

Como Julián y yo llevamos tanto tiempo aquí, podemos decir que prácticamente todo lo que se ve lo hemos hecho nosotros. Una de las fotos que tenemos dentro en blanco y negro es precisamente de Julián hace 25 años y haciendo el porche que ahora tenemos a la entrada. Pero también hemos tenido que convertirnos en expertos en energía solar, en calefacción de cobre, en agua caliente también solar, en la madera...

- ¿Siempre os ha atraído la montaña? ¿De qué forma o a través de qué deportes disfrutabais en la montaña antes de decidir ser refugieros?

Sí, desde el principio la montaña ha formado parte de nosotros. Julián corría, escalaba, competía en triatlón, esquiaba, fue guía de montaña… Yo simplemente hacía montaña y disfrutaba con actividades como el senderismo. Luego él se encargó de enseñarme a esquiar para poder moverme también por aquí en invierno. Ahora cuando nos queda algo de tiempo en invierno intentamos hacer esquí, aunque con el tema de llevar a los niños al instituto, cada vez nos queda menos tiempo.

- ¿Hay alguna parte del día que pueda hacerse más cuesta arriba que otra o algún momento que disfrutéis más?

No hay una parte del día que sea más dura que otra, en cambio sí te puedo decir una época que quizás sí que se nos puede hacer más dura. Durante el día simplemente seguimos una rutina y disfrutamos de ella porque donde estamos es lo que de verdad nos gusta. En cuanto a la época del año, la más complicada es siempre agosto por el frenesí constante de gente, no deja de ser turismo a lo bestia y no lo puedes atender igual que lo harías en otras épocas del año. El trabajo de refugiero pasa a convertirse en agosto en hostelería pura y dura y aunque nos gusta ofrecer un servicio a los montañeros, no somos hosteleros y no nos gusta esa visión. En cuanto al resto del año, antes de que llegase el Covid te podías sentar al lado de la chimenea y si surgía conversación con algún montañero o montañera conversabas… Ahora eso no lo tenemos.

- ¿El Covid ha sido para vosotros también un antes y un después? ¿Cómo lo habéis vivido aquí?

- Al principio mal porque no sabes cómo tienes que hacer las cosas para hacerlo bien. Ahora ya lo llevamos mejor, salvo por la relajación de los demás… El pasado año empezamos en julio y en noviembre ya volvimos a estar cerrados y aunque fue un verano muy bueno económicamente, el verano no te da para todo el año. Al final no dejas de tener un trabajador, seguridad social... No daba para todo, pero como en nuestro caso tenemos una economía familiar nos complementamos muy bien. Este año aún no sabemos como será porque aún no tenemos claro si volverán a cerrarnos en octubre o noviembre o finalmente no.

- ¿Cómo se presenta este verano? ¿Hay buenas expectativas?

- Agosto va a ser como cualquier otro agosto insufrible (risas), pero con muchas reservas. Sobre todo en verano nos encontramos con muchísima gente que viene de Madrid, de Andalucía, Cataluña, Galicia… Luego durante el resto del año ya te vienen de Asturias, Castilla y León, Cantabria, Burgos, Valladolid, País Vasco… Es un turismo más cercano.

- ¿Qué es lo que tiene Vegabaño para enganchar tanto a todo aquel que se acerca a conocerlo? ¿Qué se esconde detrás de esta explosión de naturaleza?

- Aquí son necesarias varias vidas para poder conocer todo lo que nos rodea y todas las rutas que hay para hacer y para conocer la majestuosidad Picos de Europa. En este entorno hay muchos rincones especiales, además de muchos caminos que se están perdiendo y que aunque no están dentro de las rutas habituales, nosotros sí los conocemos. Este entorno repleto de bosque, me parece el mejor lugar para conectar con la naturaleza y es bestial. Lo tiene todo, desde la vegetación boscosa que te encuentras cerca del refugio a los kilómetros de caliza que puedes encontrarte según ganas en altura o la pradera alpina, tocas todos los terrenos. Todo ello sumado al entorno, que aunque no lo veamos es la madre de todas las especies de picos, salvo el Urogallo que se nos está perdiendo, pero con respecto al resto aquí hay están todas las especies y animales que habitan los Picos de Europa y eso quiere decir algo.

- ¿Y algún rincón que tengáis guardado para vosotros no tan turístico?

- Tenemos el monte Abedular que si te pierdes por él es mágico, todo el hayedo de Cuesta Fría que es Patrimonio de la humanidad es un bosque alucinante, hay un par de cascadas escondidas en el Dobra a las que si no sabes acceder te puedes perder, pero quienes sabemos el camino podemos asegurar que es un auténtico paraíso, luego la ruta a La Cotorra no es muy conocida y es realmente bonita y todo su entorno también es una maravilla.

Todo esto que menciono es bosque y todo fuera de caminos. Son rincones con rocas llenas de musgo, árboles que se entrelazan, tejos que de repente aparecen, rincones realmente muy especiales. Son tesoros que tenemos nosotros guardados y a los que vas a pasear cuando tienes tiempo libre y lo mejor es que cada vez que te integras en esos entornos te encuentras con más y más tesoros naturales. Vegabaño también es un lugar de túmulos y de tumbas del Neolítico, así que muchas veces nos vamos a dar una vuelta por el bosque y te encuentras por ejemplo con una y otra y otra tumba. Siempre encuentras algo que te sorprende.

- ¿Cómo os planteáis el futuro en el refugio?

- Nunca miro para el futuro, lo único que importa es el presente. Aquí estamos ahora e igual mañana no. Y así llevamos toda la vida.

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