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Diego Nicolás Alonso
Jueves, 25 de julio 2024, 08:26
Un padre del pequeño municipio de Turienzo de los Caballeros ha solicitado al alcalde, José Miguel Nieto, la instalación de una farola en las inmediaciones de su casa. Su hijo, diagnosticado con autismo, padece un intenso miedo a la oscuridad, lo que ha motivado esta petición.
Darío Sierra, el padre de Gabriel, un niño de 16 años que padece autismo, ya ha denunciado al ayuntamieno en tres ocasiones por temas relacionados con la farola y otras tres veces para exigir la reparación de la calle, que «se inunda cada vez que llueve».
La necesidad de iluminación es crucial para Gabriel, quien necesita la luz para sentirse seguro al coger el autobús por las mañanas. Además, la situación se agrava porque la abuela de Gabriel, que vive con ellos, tiene «una discapacidad auditiva y de visión del 35%», lo que dificulta aún más su movilidad en la oscuridad.
Las farolas más cercanas a la casa de la familia Sierra están ubicadas una a 25 metros, pero «está escondida en una esquina, tapada por balcones», y otra «más arriba de la calle, a 30 metros», lo que no proporciona suficiente iluminación directa a su vivienda. «Tenemos que poner la linterna del móvil para poder meter la llave en la cerradura para abrir la puerta», declaraba Darío, indignado por el «pasotismo» del alcalde.
El alcalde explicó las dificultades que enfrenta el ayuntamiento para cumplir con esta solicitud y que «le gustaría poner todas las peticiones de farolas». «Somos un ayuntamiento que no llegamos a 500 personas y aparte tenemos 16 pueblos», declaró Nieto, subrayando la limitación de recursos económicos y la extensión del municipio.
Nieto también mencionó que el municipio mantiene un equilibrio en la distribución de la iluminación pública. «Tenemos un ratio de una farola por cada 12 vecinos, y están todas puestas según la normativa de distancia», afirmó, sugiriendo que cualquier desviación de esta norma podría desestabilizar la planificación actual.
Además, el alcalde remarcó la calidad de la iluminación existente. «El pueblo está bien iluminado y si pongo esa farola, tengo que poner una farola más en cada casa», argumentó, señalando la impracticabilidad de satisfacer individualmente las necesidades de cada residente sin comprometer el presupuesto y la infraestructura del ayuntamiento.
La situación plantea un dilema entre la necesidad de apoyar a una familia en una circunstancia particular y las limitaciones prácticas de una pequeña administración local. La comunidad sigue atenta a la resolución de este caso.
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