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Fue el lugar en el que Fernando Suárez jugaba al bote, al escondite y al fútbol; esa plaza que flanqueada una casona con escudos que siempre llamó su atención y que soñó con conquistar. Y ese sueño se ha cumplido.
La casa de los escudos de Puebla de Lillo volverá a la vida gracias a la inversión de un vecino que tenía como ilusión que ese edifico «quedase en el pueblo» y no cayera en manos de especuladores.
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El propietario de las Chozas de Francisca, una edificaciones con forma de palloza y tejado de pizarra que sirven de alojamiento turístico en el pueblo, ha encontrado en un fondo de inversiones el lugar que hace años imaginó pudiera ser suyo algún día. «Me daba mucha pena verlo ahí. Tenía tasaciones altas y esas cosas se venden para que la gente financie deuda». En concreto, la casa de los escudos estaba tasada en 1,2 millones de euros.
Fernando Suárez estuvo 12 años trabajando en Sevilla pero, al final, la cabra tira al monte. «Me gusta la montaña y los que somos de pueblo lo acabamos echando de menos». Por ello regresó y empezó con las chozas sin imaginar que pronto le llegaría esta oportunidad.
La casa de los escudos de Lillo irá regresando a la vida «piano, piano», en un plazo de unos dos años, y con una inversión que superará los 200.000 euros para levantar un hotel rural con un mínimo de 20 plazas. «Se abrirá por fases: primero las habitaciones y la zona de abajo».
Recuerda este lugar como una plaza de reunión. Y también hace memoria sobre la intención que un grupo de empresarios tuvo para esta casa, que fue demolida y reconstruida -tras un requerimiento de Patrimonio- y cuyo proyecto para levantar un hotel resort con spa quedó aparcado por la crisis del ladrillo. «Era algo muy atrevido para la zona y al final no pudo salir».
Su objetivo ahora será encontrar a gente que trabaje en recuperar este emblema de Puebla de Lillo, con las complicaciones que tiene atraer empleados a una zona tan alejada de grandes núcleaos de población. Todo ello con la «ilusión» de que la propiedad quedara en gente del pueblo. «La ilusión puede con las pequeñas dudas que genera todo. Va a ser trabajo, con momentos que no serán fáciles, pero estoy como un niño con zapatos nuevos», sentencia este vecino que devolverá a los blasones al alto Porma.
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