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La variante de Pajares, diseñada para acortar en unos 45 minutos el viaje en tren con la meseta, acabará costando más de 3.600 millones y muchos quebraderos de cabeza. En sus túneles las obras tropezaron con un problema de filtraciones de ... agua, ya resuelto. En superficie la mayor dificultad la opuso la ladera de Campomanes, terreno en el que se llegaron a identificar siete deslizamientos diferentes.
Cada corrimiento requirió una solución constructiva distinta. En seis de ellos los refuerzos fueron suficientes. Hay uno sin embargo que sigue dando problemas. Es el denominado como D-2 y cuya solución definitiva se ha diseñado en dos etapas.
La primera consistió en un vaciado de emergencia de 80.000 metros cúbicos ladera arriba; se ejecutó en la primavera del pasado año e «inesperadamente ha originado inestabilidades en los propios taludes excavados, así como aparición de grietas en el camino de Cotorraso, situado por encima de dicho vaciado».
Así lo reconoce el proyecto elaborado por la empresa pública Adif para la segunda fase de los trabajos. El anejo de expropiaciones del mismo está en información pública para ir preparando la actuación. Es un documento que identifica las parcelas que reúnen los 2.160 metros cuadrados que serán enajenadas para avanzar en la tarea, y los 1.528 sobre los que se decretará una ocupación temporal. Se trata de fincas rurales aledañas a otras ya sacrificadas a las obras de la variante con anterioridad.
La obra que se va a lanzar tiene unos doce meses de duración estimada y se licitará una vez terminen estos trámites de expropiación. La primera de las actuaciones que incluye consistirá en «la ejecución de un muro pantalla anclado de pilotes de 1,80 metros de diámetro» y con el que se pretende estabilizar el talud abierto durante el vaciado de emergencia, según el documento.
Una vez protegida la zona gracias a este primer muro de contención, que tiene unos 100 metros de longitud, se repondrá un gaseoducto que pasa por la zona y es vital para el suministro a las centrales de ciclo combinado.
Al pide del talud se ejecutará otro segundo muro de escollera, de unos 400 metros. Una vez afianzada así la base, se procederá a tender más el talud, unos 20 grados, lo que exige retirar terreno en la cabecera y proceder a un relleno en la zona inferior.
Estos dos muros ladera arriba fijarán la cicatriz de deslizamiento, pero el trabajo no se va a limitar a ellos. El problema de este argayu está en el empuje que efectúa sobre una pantalla de 178 metros de longitud, que tiene pilotes de 850 milímetros de diámetro y que están clavados al terreno hasta 30 metros de profundidad. La pantalla es el resultado de diversos refuerzos hechos con la esperanza de que bastaran para contener a la propia ladera, algo que no ha sido posible. Su cabecera sigue abatiéndose, unos pocos milímetros.
Además de fijar el deslizamiento ladera arriba, la obra efectuará un vaciado del terreno en el trasdós de la pantalla, es decir, detrás de la misma. El objetivo es «mejorar el grado de estabilidad y tratar de consolidar los movimientos de la pantalla».
Además de los dos muros por encima y ese vaciado en la cara oculta de la pantalla, el proyecto incluye la ejecución de un tercer muro, ladera abajo de la traza ferroviaria. Tiene unos 150 metros de longitud y su misión es estabilizar un relleno hecho en 2018 pero que también ha presentado problemas por la composición del terreno.
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