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Actualmente, lo habitual, es que los reyes se queden en palacio viendo como pasa la tormenta. Es lo que se espera de un rey en las monarquías parlamentarias europeas; «el rey reina pero no gobierna». No era así en la Alta Edad Media leonesa. Los reyes, espada en mano, lanza en ristre, dirigían sus mesnadas a la guerra contra el moro y entraban en batalla. En 917 Ordoño II, derrota a Abd-al- Rahman III, en la batalla de S. Esteban de Gormaz; Ramiro II, toma Madrid en 932 y, vence a los moros en las batallas de Osma y Simancas; entre 1037-1064 Fernando I, conquistará las plazas portuguesas de Viseu, Lamego y Coímbra; Alfonso VI, en (1085), entra en Toledo, también será el protagonista de enormes derrotas sufridas a manos de los almorávides: Sagrajas, (1086) y Uclés, (1108).
A partir de Felipe II (1527-1598), ningún rey de España ha ido a la batalla, siempre dirigidas por sus generales. Lo ocurrido en Paiporta (Valencia), el pasado domingo día 3 de noviembre, es inaudito. Un joven rey, D. Felipe VI, acompañado de la reina Dña. Leticia, haciendo caso omiso de sus escoltas que conminaban a la retirada, avanzó y se metió en el fragor de una batalla, un huracán de justa indignación, la de todo un pueblo que ha sufrido la muerte súbita y la devastación más terrible, semejante a la ocurrida en 1957 en Valencia y 1963 en Cataluña. Veíamos tras el rey, al presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez Castejón, venía para hacerse la foto, después de casi una semana de abandono y soledad absoluta del pueblo valenciano.
¡Ay, triste España! La ira de los cielos con tempestades, inundaciones, y volcanes descarga contra ti y solo te tienes a ti misma y en este caso a Su Majestad el jefe del Estado.
D. Felipe VI y Dña Leticia con gran dignidad, humanidad y valentía, después de la fuga del presidente del Gobierno, continuaron con la visita, permanecieron junto a las gentes de Paiporta, para escuchar su justa indignación y consolarlos de tanta aflicción. Es siempre el pueblo español, ante el vacío de poder, el que reacciona ante las mayores catástrofes naturales y políticas. A la devastación de la naturaleza, le ha seguido el saqueo de las haciendas por parte de los hijos de Caco; aprovechando la desgracia ajena sobrevenida, han cometido toda clase de atropellos y robos. Nunca olvidaremos el espectáculo de un rey y una reina, soportando insultos y pellas de barro, en realidad iban dirigidos a Pedro Sánchez que, huía como liebre perseguida por los galgos.
Poco después, echaba la culpa de los ataques, improperios y proyectiles lanzados contra él a la extrema derecha. La corrupción en la propia casa del presidente y 8 ministerios, las injusticias, el desorden, la inseguridad institucional, la ausencia del Estado en Cataluña y Vascongadas, la dilapidación, son el cenagal y fango que junto con los lodos de la naturaleza, se han abatido sobre la región de Valencia, dejando inermes, en completo abandono a sus ciudadanos. Todo lo visto en Paiporta y otros lugares del reino de Valencia: muerte de centenares de españoles, cosechas arrasadas, destrucción urbana, ruina de las familias y negocios, robos y saqueos, nos confirma que este gobierno nos hará apurar hasta las heces, la amarga copa de sus tropelías.
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El vacío de poder que hemos contemplado durante la terrible semana de las inundaciones y después, nos informa de la degradación del Estado y su gobierno. A partir de ahora vendrán las venganzas y chantajes por presuntas negligencias que, solo han sido del Gobierno de España, abandonando a su suerte durante más de una semana a la población del Valencia. El barbo está podrido por la cabeza.
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