Uno de los blasones que ocupan la fachada de la afamada casa de los escudos de Puebla de Lillo. Sandra Santos

El San Marcos que se esconde en Puebla de Lillo

La casa de los escudos, de los González-Castañón, custodia la historia sobre piedra de una familia con influencias en la corte de Felipe V que dominaba el Alto Porma

Sábado, 3 de febrero 2024, 09:16

La historia del Alto Porma se escribió en piedra. En Puebla de Lillo bien saben de ello. En esta puerta que comunica León con Asturias, sus edificios custodian la memoria a través de blasones que adornan sus viviendas medievales.

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Entre todas ellas destaca la casa ... de los escudos, situada en la plaza de la villa. Con una polémica y turbulenta historia, que a punto estuvo de acabar con su legado, atesora aún tres afamados blasones que suponen el principal atractivo turístico de la localidad.

Para dar a conocer su importancia está Alberto Díez, vecino de Cofiñán y técnico de Turismo del Ayuntamiento de Puebla de Lillo durante algunas temporadas. Su pasión es dar a conocer a los demás los secretos y las historias que envuelven a varias localidades de la provincia y especialmente a las de su zona.

Él explica la conexión a través de la piedra que conecta al Bernesga con el Silván -río que cruza Puebla de Lillo- y descubre cómo el corazón del lujoso San Marcos de la capital leonesa también habita en esta casa de los escudos.

Puebla de Lillo fue un antiguo territorio de los Condes de Luna, que también perteneció al monasterio de Sahagún y al de Eslonza. Aquí destaca sobre el resto esta casa de los escudos, flanqueada por tres blasones que juegan con la fachada de piedra de cantera «que explica su origen en una familia pudiente».

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Blasones en Puebla de Lillo.

Alberto Díez recorre el árbol genealógico, a través de los escudos para explicar a quién perteneció la casa. Aunque la piedra de Boñar, y su mal de piedra caliza, haya hecho de las suyas, se descubre a la familia González-Castañón como propietarios.

Sería Diego González de Castañón el que mandara construir esta casona en 1714, un año antes de la Guerra de Sucesión Española -entre borbones y austrias- a la par que se hacía la última fachada de San Marcos -la que da contra el río Bernesga-. Don Diego fue prior del monasterio y canónigo de honor de Felipe V. «Fue muy influyente en el reino: abad de San Isidoro, perteneció a la Orden de Santiago y protegió y aupó a su familia. Esto fue ejemplo de su poderío». Por ello, este joven investigador se atreve a afirmar que algún cantero de San Marcos acudió a trabajar en esta casa ya que, por ejemplo, las ventanas del primer piso son iguales a las del parador de León.

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En el escudo central se ven todos sus apellidos, tremendamente arraigados a Puebla de Lillo: González, Castañón, Aller y Reyero. Y a la derecha aparece otro en el que se encuentra el blasón de la Orden de San Marcos, con su cruz y el león, los mismos que se encuentran en el hostal. «Tenemos el mismo que en el hostal de San Marcos, allí junto al Bernesga y aquí junto al Silván».

En otros lugares de Puebla de Lillo también se admira el estrecho vínculo de la localidad con la orden, como en el hospital de peregrinos que se levantaba junto a la iglesia. La vía que conecta ambas enseñas se atribuye al antiguo camino de San Salvador, entre León y Oviedo, que hacía paso por el puerto de San Isidro, donde ya en 1088 la reina Doña Urraca I de León otorgó un privilegio a unos monjes para que levantaran un pequeño monasterio.

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Su hermana Catalina

Capítulo a parte merece la hermana de Diego González de Castañón. Catalina fue una mujer empoderada para su época que quiso auparse de la mano de su hermano, amigo del rey. Ella dejó su sello sufragando la ermita de las Nievas, patrona de la localidad, y a ella se atribuye el fin de un pleito de 200 años, que comenzó con Felipe II y acabó con Felipe V, hasta que Cofiñán logró comprar a San Benito y Fructuoso de Sahagún los derechos del territorio. Lo mismo ocurrió con la iglesia de Solle. Catalina fue hermana, pero también madre del obispo que mandó construir la conocida como catedral de la montaña, en Lois.

De ahí emana la importancia de los escudos en un municipio donde el apellido González Castañón Reyero y Aller se convierten en un tesoro en piedra que explica su historia.

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