El río Torío habla, León escucha

A 1.630 metros nace el río Torío, en los altos del puerto de Piedrafita. Sus aguas, que se van ampliando en su recorrido, transitan los municipios leoneses de Cármenes, Vegacervera, Matallana del Torío, Garrafe de Torío, Villaquilambre y, por último, León, donde alimenta al Bernesga. Durante esos más de 63 kilómetros de vida, las aguas cristalinas del Torío -famosas por albergar a las mejores truchas de la provincia- arrastran el sonido de la historia. Aquella que salpica las distintas poblaciones leonesas instaladas, desde hace demasiado tiempo como para contarlo aquí, a su orilla. Obra y milagros de multitud de leoneses que vivieron por y para el río; que crecieron junto a él, que se enamoraron, que lloraron, que echaron su primer baile, que se dejaron las manos de tanto frotar en su agua, que envejecieron y murieron. Las aguas del Torío, rozagantes y altivas, han sido escuchadas y tienen algo que contar.

Marta Fernández, profesora leonesa de 25 años, ha oído cantar al río. Lo ha sentido recitar versos y contar leyendas; ha entrado en su casa, se ha sentado con él y ha descubierto que sus aguas esconden demasiadas historias de vida que no pueden ahogarse bajo el inmisericorde paso del tiempo. Gracias a una beca Ralbar -ULE, Banco Sabadell y Consejo Cuenca del Torío- la joven docente ha recuperado los sonidos que envuelven a los territorios bañados por el río. Ha elaborado un archivo sonoro, materializado en un conjunto de fichas técnicas con información geográfica sonora y gráfica.

Para ello, esta joven de Cascantes de Alba, donde el río Bernesga no deja espacio para ninguna otra corriente, cogió sus bártulos y comenzó a recorrer la cuenca del Torío. No conocía a nadie y los inicios fueron complicados: «Pasados los primeros 15 días, no tenía ni un segundo grabado y me asusté». Sin embargo, pronto aquellos vecinos que recelaban viendo vagar a aquella extraña –«Esa no es de por aquí»- por sus pueblos, abrieron las puertas de sus casas y, sobre todo, la de sus vidas.

Tras casi un centenar de archivos sonoros entre canciones, sonidos naturales y tradición oral, Marta Fernández tiene claro que lo más importante de este trabajo de conservación y defensa de la cultura local ha sido «el tiempo que he pasado con las personas que han compartido su historia conmigo». Tras dos meses de trabajo, que han cundido como si de años se tratase, la maestra de primaria asegura que los protagonistas de 'Los sonidos del Torío' se han vuelto «personas importantes para mí, y que ya me acompañarán siempre».

El ímprobo trabajo realizado por Marta Fernández podría resumirse en el siguiente corolario: «El río como elemento que crea comunidad». Un habitante más de cada uno de los pueblos que viven junto a él. Por ello, quizás la mejor manera de poner en valor este regreso a la tradición, este archivo biográfico que se materializa en sonido, es escuchar a los propios protagonistas de esta historia de agua y vida.

El audio que precede a estas líneas corresponde a la interpretación de la jota 'A la mar se van los ríos», cantada por Emiliana González; conocida por todos en Cármenes como 'Mili'. El cariño y la ternura se desliza entre las palabras Marta Fernández cuando recuerda cómo consiguió este archivo ya inmarcesible. «Cuando entré en su casa no sólo me entregó un sonido impresionante, sino que facilitó una ventana a la historia de su vida.»

Y es que la creadora del archivo sonoro recuerda como esta octogenaria ejemplifica cómo el río Torío ha configurado la vida de los leoneses que viven en sus márgenes: «Me explicó desde cómo lavaban, molían o recogían la leche, hasta sus vivencias de la Guerra Civil y los complicadísimos años que la siguieron».

Otro de los testimonios imperdibles de esta biblioteca sonora es la historia de la Torga del Río, narrada por Tomás Arias en el segundo audio de este artículo. Este vecino de Manzaneda de Torío (Garrafe de Torío), narra, con multitud de detalles, la historia de 'La fiesta larga', aquella celebración que consistía en hacer una torga en torno al río y festejar. Especialmente emocionante es descubrir cómo Tomás, a sus 85 años, está especialmente preocupado en dejar claro que aquello se hizo sin transigir norma alguna: «Nosotros no robábamos a agua nadie, esta seguía su curso a continuación de la torga y no pasaba nada».

Y si bien el Torío arrastra con él hasta otro medio centenar de historias y canciones similares a estas dos que hemos destacado, no se puede pasar por alto el inmenso poder de los sonidos naturales del río. Pasear por el cauce del Torío es adentrarse en un mundo donde la velocidad es relativa, en el que impera el traqueteo adusto de la corriente. Una salmodia de agua y piedras únicamente rota por el trino de las muchas especies de pájaros que anidan o acuden a beber o alimentarse a sus orillas. En esta ocasión, el sonido que recoge Marta Fernández es el de la fuente natural de Rosequino del Torío. Una fuente que cuenta con sus propias historias, pero esas deberán aguardar a otro artículo.

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