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Lugares mágicos donde perderse y la la vez reencontrase, parajes donde la historia y el patrimonio descansan bajo unas extraordinarias vistas. Todo eso está en Riello, una localidad situada a 40 minutos de la capital leonesa que está potenciando su turismo para hacer más accesible disfrutar de estos tesoros.
Situado en plena reserva de la Biosfera de Omaña y Luna, una de las múltiples vías para llegar a Santiago de Compostela en peregrinación cruza esta localidad. El Camino Olvidado es cada vez menos olvidado gracias al empeño por potenciar la cultura, el patrimonio y la naturaleza de Riello.
Riello, el arte olvidadoVer 9 fotos
El Ayuntamiento de esta localidad a través de la Oficina de Turismo vuelve a organizar en verano visitas guiadas para conocer los secretos mejor guardados de esta comarca.
De la mano del historiador leonés Dario Álvarez, encargado de realizar las rutas, nos adentramos en esta aventura.
La primera parada es la iglesia de Pandorado. levantada en el siglo XVII, en un lugar que marcaba la divisoria de demarcaciones antiguas, hasta la reorganización de las diócesis de Astorga y Oviedo. Su origen, según la tradición, se remonta a un milagro realizado por la Virgen en los campos de trigo maduro de la localidad, de ahí su nombre, Pan-Dorado.
Una de las peculiaridades que tiene es que el presbiterio, separado por un arco de medio punto con dovelas de piedra, tiene situado detrás del retablo barroco el camarín de la Virgen, de planta cuadrada y cubierto con una media naranja sobre pechinas. «Este retablo por detrás, al contrario que por delante, no está dorado ni pintado, lo más probable es que se le acabara el dinero y lo tuvieron que dejar en madera vista, pero en ningún momento fue que lo quisieran dejar así, aunque ahora quizás nos guste más», explica Dario Álvarez.
Dejamos atrás esta iglesia para dirigirnos al pueblo de Curueña. Por un carretera en la que los robles de ambos lados casi llegan a tocarse nos adentramos. Las cuestas son constantes por lo que hacemos una parada en unos robles centenarios. «Este paraje se le llama La Devesa porque utilizaban la madera que salía de sus ramas, pero realmente no cortaban el árbol, por eso han llegado a tener este grosor», explica este historiador.
Después del descanso seguimos hacia Curueña donde nos espera su famosa Casona. Con toda seguridad, la familia Flórez de Quiñones ya habitaba la casa en el siglo XV, aunque es posible que lo hiciera desde el XIV, cuando numerosas propiedades de todo el noroeste leonés fueron entregadas al Condado de Luna, por los favores prestados al rey durante las guerras de los Trastámara.
Se trata de una sólida construcción solariega ubicada al lado de la iglesia. Debió ser erigida por un miembro de la familia que fue enterrado a la entrada de la misma. El edificio es de planta rectangular, realizado en piedra con aparejo de mampostería.
En el piso bajo destaca la presencia de pequeñas ventanas alargadas y estrechas que, posiblemente, tuvieron una misión defensiva y un amplio zaguán, con una sugestiva escalera de madera que da acceso al piso superior, donde se disponen numerosas estancias cuyo mobiliario ha perdurado a lo largo del tiempo. «Lo más atractivo son las camas que tiene de madera muy antigua y pintadas de colores, que cuando vienen los visitantes les llama la atención», apunta Dario Álvarez.
Tras una siesta en la misma cama en la que dormía el obispo cuando visitaba estas tierras seguimos nuestro camino. Nos espera el castillo de Benar, uno de los dos que hay en Riello junto con el de Trascastro de Luna. Pero eso ya para la siguiente historia...
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