Es un pueblo sin bar y de casas abandonadas o derruidas. No hay niños que jueguen a la pelota en la plaza ni grupos montando en bici por las calles. Las campanas de la iglesia no anuncian la hora ni se sale a tomar la ... fresca. Camposolillo es un pueblo vacío, pero hay algo que sí tiene: vecinos.
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En 1968 el destino de esta pequeña localidad de Puebla de Lillo quedó escrito para siempre. Al igual que sus vecinos Vegamián, Armada, Campillo, Lodares, Quintanilla, Ferreras y Utrero, Camposolillo fue expropiado para la construcción del pantano del Porma. Los seis primeros quedarían para siempre sumergidos bajo las aguas del embalse, pero Utrero y el propio Camposolillo se resignaron a ser testigos del fin de la vida en sus calles, vaciados a la orilla del pantano.
Físicamente quedó deshabitado, pero no sin vecinos. Con el objetivo de mantener y fomentar los lazos que en su día unieron a los paisanos del lugar, en 2001 se constituyó la Asociación Oriundos de Camposolillo. La puesta en marcha de una página web que aglutina la historia, anécdotas, vivencias, imágenes y recuerdos de la vida en la localidad fue la primera piedra del proyecto de una asociación que en 2004 decidió dar un paso más allá para mantener vivo el pueblo.
Este 2023 se celebra la decimoctava fiesta-encuentro de Camposolillo. Una cita en la que más de medio centenar de oriundos se reencuentran en el pueblo para no dejar que los vínculos con su tierra y sus paisanos se rompan. «No queremos que caiga en el olvido la historia de los pueblos del Porma porque es nuestra historia. Se trata de mantener y preservar la memoria de nuestros pueblos, nuestra memoria», explica Ángel Espín, vicepresidente de la Asociación.
La idea, similar entre vecinos de pueblos inundados como Vegamián o Lodares, es juntarse al menos una vez al año, recordar los orígenes y, en el caso de Camposolillo, recorrer lo que queda del que un día fue su pueblo. La jornada comienza con una misa «que va más allá de lo religioso porque es un acto de reunión y de recuerdo» para seguir con una tradición que se recuperaba este pasado 2022 y que no se hacía desde 1968: la procesión por la festividad de Nuestra Señora. Después se realiza una comida y se visita lo que queda del pueblo.
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Aunque en su momento hubo varios proyectos que intentaron devolver la vida a los pueblos que no quedaron anegados por las aguas del pantano, ninguno de ellos fructificó realmente. El más sonado fue el llamado 'Proyecto Camposolillo', una idea que vino de la mano de Comisiones Obreras de Valladolid en 1994 y que pretendía replicar un plan que funcionó con éxito en Morillo de Tou, un pueblo deshabitado del Pirineo Aragonés.
La idea era que la Confederación Hidrográfica del Duero, propietaria de los terrenos, los cediera a CCOO por espacio de cien años. Tiempo en el que se pretendía recuperar viviendas, abrir una carretera que llegara hasta Utrero y convertir la calle principal del pueblo en un camino peatonal. «Pretendían reconstruir el pueblo, levantar las casas para atraer a parejas jóvenes con el compromiso de que si se asentaban y creaban su vida en el pueblo las parcelas pasarían a ser de su propiedad», recuerda Espín. Pero el dinero dejó de llegar, muchas de las obras no llegaron ni a empezar y pronto el proyecto quedó en el olvido.
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El último vecino de aquel Camposolillo ya vacío fue Antonio 'el hojalatero', que siguió habitando por temporadas la casa que fuera de Aquilino y Matilde hasta que murió en 2006. Recuerda también la página de la asociación a Eloy, un vidriero llegado de Salamanca y antiguo coordinador de las obras que también siguió una temporada en el pueblo hasta que se mudó definitivamente a Puebla de Lillo. Murió en 2021.
En el recuerdo de aquellos que nacieron, vivieron y tuvieron que decir adiós a su pueblo Oriundos de Camposolillo -que suma 50 núcleos familiares entre sus socios- volverán a reunirse este sábado. Ángel, natural de Oviedo pero vecino de Camposolillo «porque el que es de Camposolillo nace donde quiere», llegó al pueblo por primera vez en 1972 siendo un niño. «Siempre digo que es mi pueblo, es mi tierra, mi patria. Y por eso, y porque es nuestra memoria, no queremos que se pierda», cuenta.
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La siguiente pregunta no puede ser otra. ¿Qué futuro le espera al pueblo? ¿Hay relevo generacional? Parece que sí. En la hacendera que se realiza un par de días antes de la fiesta-encuentro para adecentar el camino participan muchos jóvenes. Chicos y chicas que no llegaron a conocer el pueblo habitado pero que lo sienten tan suyo como sus padres y abuelos. «Son chicos que oyen nuestras historias y las están haciendo suyas», celebra Ángel, que explica que en un momento en el que «parece que está renaciendo esa idea de pueblo, de poner en valor lo rural y recuperar el orgullo de pertenecer a un sitio», los más jóvenes se están implicando.
«Reivindican nuestra memoria, la hacen suya y se interesan. Es lo más positivo para el futuro de Camposolillo». Porque aunque no vivan, ni jueguen, ni corran, ni canten por sus calles, Camposolillo siempre tendrá vecinos.
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