El pozo de hielo de Sorriba del Esla. Alejandro Cuervo

El pozo de hielo que enfriaba los veranos de la montaña oriental

La construcción ubicada en Sorriba del Esla almacenaba durante el invierno capas de nieve que se compactaba en bloques de hielo y se distribuía en época estival para conservar alimentos, hacer helados o para uso terapéutico

Martes, 2 de julio 2024, 08:11

Pocos gestos más rutinarios que abrir el frigorífico a primera hora de la mañana para sacar la leche con la que aclarar el café, comprobar que las sobras del día anterior están bien frías para repetir plato en la comida o servirse un vaso de agua bien fresca. Un gesto que se repite día a día pero que hace un tiempo no tan lejano era impensable.

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El hielo, la nieve y el frío han sido tradicionalmente recursos naturales preciados y muy valorados por las distintas culturas de todo el mundo. Su uso para conservar alimentos y su utilidad terapéutica ha sido siempre valorada y necesaria, y antes de que existieran las neveras y los frigoríficos ya se inventaron mecanismos para poder disponer de este bien durante las épocas más cálidas.

Los pozos de hielo, también llamados de nieve, nevera o nevero artificial, despuntaron en época romana y se desarrollaron de forma efectiva entre los siglos XVI y XIX d.C. Se trata de construcciones enterradas, generalmente de forma cilíndrica, ubicadas en cotas altas y umbrías de las montañas con el objetivo de recoger la mayor cantidad de nieve posible y, tras convertirla en hielo, utilizarla y venderla los meses de verano.

Es el caso del pozo de Sorriba del Esla, una pequeña pedanía de Cistierna donde, tras años de abandono, se ha recuperado para dar a conocer un trozo de la historia de León. Aunque se desconoce la fecha de creación de esta construcción, vecinos de la zona ya dan testimonio oral de su existencia y uso las primeras dos décadas del siglo XX hasta mediada la tercera década del siglo.

De tamaño y forma variable -hubo pozos muy importantes como el Real Pozo de Nieve de Felipe II en la Sierra de Guadarrama que podía almacenar 20.000 arrobas de nieve- el pozo de Sorriba, ubicado en la ladera norte de las estribaciones del monte que limita el casco urbano del barrio de Valdaña, tiene un diámetro de 2,5 metros y una profundidad de cinco metros.

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Cómo funcionaba el pozo y quiénes lo trabajaban

Estas construcciones excavadas en tierra se recubrían con material vegetal a modo de aislante. Sobre el fondo del pozo se creaba un armazón de madera sobre piedras para eliminar la humedad y, en ocasiones, se cubrían superiormente con bóvedas de piedra o madera con una ventana y puerta para introducir la nieve.

Los peones o boleros eran los responsables de introducir la nieve del exterior en el pozo. Los empozadores o pisoneros la aplastaban con mazos o con los pies y los paleros eran los encargados de distribuir la nieve dentro del pozo y, una vez que la capa alcanzaba determinado espesor, cubrirla con paja para aislar las distintas capas repitiendo el proceso hasta llenar el pozo.

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Cuando llegaban los meses cálidos el hielo se extraía, se cortaba y dejaba completamente limpio. Era el momento en el que los arrieros trasportaban de noche, aprovechando las horas más frescas, las barras en carros tirados por burros o mulas a las distintas poblaciones del entorno y más allá -el hielo de Sorriba llegaba hasta Almanza, por ejemplo-, mientras que los neveros o aguadores se encargaban de vender tanto el hielo como el agua fría.

Más pozos y otros tesoros de la zona

Con la llegada de los frigoríficos modernos los pozos quedaron en desuso. Según estudios recogidos por Siro Sanz y Fernando Tejerina, hay estructuras similares en otras localidades del Alto Esla y la montaña oriental leonesa como en Cistierna (Los Rejos), Aleje, Santibañez de Rueda (Valle Grande), Verdiago (bajo el castro), Valdoré (Sierra de S. Pelayo-Castrum Pelagii) y Argovejo.

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Bien merece la pena una visita a este pozo, recientemente restaurado tras años de abandono y donde llegó a acumular más de un metro y medio de escombros, así como a otros puntos patrimoniales fundamentales de la zona como el puente del mercadillo, el hospital santuario de San Bernabé (cubierto de maleza) o la ermita de Nuestra Señora la Virgen de la Vega, en cuyas inmediaciones se encontró la lápida con una inscripción testimonio de un monumento funerario vadiniense del siglo III que se custodia en el Museo de León.

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