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Convertir Villahierro en una escuela de yihadistas. Era el objetivo de un preso común de 25 años de edad, sin antecedentes previos, que llegó a la prisión de Mansilla de las Mulas el pasado mes de diciembre.
Tras un paso previo por Ingresos, fue trasladado ... a un módulo ordinario exclusivo para hombres. Allí se integró como un interno más. Sin generar conflictos ni quejas.
Uno recluso común y corriente, de origen magrebí, sin delito de sangre en su expediente aunque con una condena que vence en agosto del 2025 por robos y lesiones.
Sin embargo, este lunes era objetivo de una macroperación de la Policía Nacional que, en estrecha colaboración con la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, desarrolla simultáneamente en diferentes centros penitenciarios del país.
Los agentes accedían al interior de la prisión y procedían a la detención de este preso acusado de pertenecer a un entramado de radicalización de yihadistas. Junto a él, cuatro internos de la cárcel madrileña de Valdemoro y un funcionario de prisiones.
En el marco de la operación, los agentes llevaron a cabo un exhaustivo registro que se saldó con la intervención de diferentes material.
Los agentes se desplazaron al centro penitenciario con una comisión judicial del Juzgado Central Instrucción nº5 que, tras el pertinente interrogatorio, decretaron la medida cautelar de prisión para el interno leonés.
Asimismo, la Policía Judicial mantiene abierta la investigación de la que aún han trascendido más detalles, desconociéndose el número de reclusos que pudieron ser objeto de influencias por el preso. que permanece ingresado en su módulo de Villahierro, sin que se hayan tomado más medidas excepcionales.
En cualquier caso y en base a operaciones similares, se trataría de internos con un marcado desarraigo, una personalidad influenciable e importantes necesidades económicas.
Según fuentes del Ministerio del Interior, la red contaba con un líder que tenía una marcada influencia sobre el resto de integrantes, que le llamaban «jefe». Una influencia que se extendía igualmente al resto de reclusos.
«Por iniciativa suya, sus hombres de confianza amenazaban y agredían a aquellos que se alejaban del grupo y de la estricta práctica religiosa, extendiendo dicho control incluso una vez abandonaban el centro penitenciario».
Los detenidos llegaron a proponer de forma directa la comisión de atentados a algunos reclusos. Para convencerles, les prometían importantes sumas de dinero. Les aseguraban que tenían un contacto en Daesh encargado de hacer llegar el dinero a sus familias como recompensa tras ejecutar las acciones terroristas.
La investigación ha constatado que sus labores de captación se producían además mediante la distribución de material audiovisual que enaltecía el martirio, la muerte del infiel y la yihad violenta. Estando ya en prisión, a uno de ellos se le intervino en su dispositivo electrónico numerosos vídeos de marcado carácter adoctrinador.
Interior ha destacado que el modus operandi de esta red repite un patrón habitual en los atentados yihadistas que se han cometido en los últimos tiempos en Europa: el reclutamiento de individuos con un perfil determinado a los que se radicaliza e instruye para que lleguen a cometer acciones una vez vuelvan a estar en libertad.
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