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En los años 50 no había lujo mayor que sentarse en el mirador del Parador de Riaño y dejarse llevar. Era, aseguran, un espectáculo único. Allí, abrazado por la naturaleza el entorno era casi divino, cambiante, cargado de colores, bordado con un pincel y con una muestra de la naturaleza sin igual.
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El antiguo Parador Nacional de Turismo de Riaño se inauguró oficialmente el 7 de julio de 1951, cinco años después de la aprobación del proyecto inicial concebido por Delgado Úbeda. Hoy, sus restos, duermen bajo las aguas del pantano y su memoria nunca ha podido ser rescatada.
El resultado final de la obra, para la que se tuvo que contratar trabajadores de otras provincias por la falta de trabajadores locales, fue una instalación turística imponente. Tanto, que sus corredores fueron recorridos por monarcas de parte de Europa, autoridades nacionales y la 'crème' de la sociedad española.
Su lujo, desmesurado para la época, le convirtió en un poco de atracción social y económico y su influencia llegó a transformar la zona hasta convertirla en la 'pequeña Suiza' por su enorme atractivo.
El parador, levantado sobre una ladera, era un edificio espectacular con dos plantas bajo tierra, planta baja y dos alturas más, la última de ellas abuhardillada.
En la planta inferior estaba situada una cochera, sobre la que había una gran terraza y donde había habitaciones para chóferes y mecánicos, además de foso y lavadero para coches. Sobre esta planta estaba la sala de calderas, lavaderos así como las habitaciones del servicio femenino.
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En la planta baja, a la que se accedía por dos grandes escalinatas que conducían a las terrazas y a unas amplias galerías, estaban ubicadas la recepción, las cocinas, los salones y el comedor. Y por último en las plantas una y dos estaban, además de las 31 habitaciones de las que disponía, la vivienda del director y las habitaciones del personal masculino.
Aquella belleza turística daba empleo a 30 personas y desde su apertura mantuvo una intensa actividad que se extendió hasta 1961. Fue entonces cuando se optó por aperturas parciales dada la adversa climatología, aunque aquella decisión en realidad marcaba su camino hacia un cierre definitivo que se hizo realidad en 1969.
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El cierre estuvo motivado, además, por la certeza de que el valle finalmente sería inundado aunque entonces Paradores argumentó razones económicas. En el 70 aniversario de su apertura el parador de Riaño sigue siendo una deuda pendiente con la comarca y con León.
El argumento de problemas de viabilidad económica ya no se sostiene y su presencia supondría para esa parte de León un enorme apoyo económico y turístico. A la espera de recuperar su memoria el parador sigue bajo las aguas acompañando un valle al que en su momento transformó fomentando la actividad económica y social.
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