Las cuatro familias con los bebés de Sorriba. Alejandro Cuervo | Sandra Santos
'Baby boom' en Sorriba

Pablo, Paola, Gabriel y Nilo, cuatro bebés para cien vecinos: «Es algo que nunca imaginé»

El pequeño pueblo de la montaña oriental leonesa dio la bienvenida en 2023 a cuatro bebés, un hito en la España Vaciada, que crecerán junto a sus familias al amparo del Esla y Peñacorada

Viernes, 21 de junio 2024, 08:11

A las puertas de Picos de Europa la primavera florece con entusiasmo. El valle que bañan las aguas del Esla resplandece en tonos verdes. Allí donde nace el canal de los Payuelos y termina la ribera; donde las montañas se intuyen en el horizonte y la cumbre de Peñacorada, como torre vigía, custodia el valle, se ubica el pequeño pueblo de Sorriba. Con poco más de 143 vecinos -cifra que llega a duplicarse en época estival- es el paradigma de uno de esos pueblos de la montaña leonesa donde los inviernos son duros, las primaveras templadas; los veranos se disfrutan en las aguas del río y los otoños al amparo de la leña que comienza a caldear los hogares.

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A poco más de un kilómetro de Cistierna, cabeza de comarca, Sorriba también llamada del Esla vivió en 2023 su particular 'baby boom'. Si ya es cuanto menos raro que en un pueblo nazcan y se asienten familias jóvenes, más lo es que en una pequeña localidad que supera por poco los cien vecinos reciba en un mismo año a cuatro nuevos habitantes.

El primero en llegar fue Pablo, al que siguió a los meses la pequeña Paola. En octubre nació Gabriel y, a pocos días de despedir el año, llegó Nilo. Los cuatro se han convertido ya en la alegría de sus vecinos. No hay reunión, encuentro o celebración en el que no sean el centro de atención. Las mujeres corren prestas a coger en sus brazos a los bebés mientras los paisanos no dudan en hacerles carantoñas, bromear con el equipo de fútbol del que se harán forofos o sonreír al ver que el futuro de su pueblo pasa por esos pequeños.

Como cada 31 de mayo el pueblo al completo se citó en la ermita para celebrar a Nuestra Señora la Virgen de la Vega. Unos en coches, otros andando, otros en bici y cuatro en carrito, los vecinos de Sorriba se encontraban para vivir uno de los días más especiales del año. Avelino García volvía a ponerse, como lo ha hecho los últimos 25 años, al frente de la celebración en la parroquia de Sorriba. Conocedor de la importancia que en los pueblos tienen los curas como él para calmar y acompañar a los vecinos, aprovechaba la jornada de encuentro de todo el pueblo para agradecer la llegada de los cuatro bebés. «No hay muchos niños y por eso estamos muy contentos y agradecidos de que la natalidad vaya subiendo, es de agradecer», señalaba el párroco antes de abandonar la iglesia.

Porque la fiesta se desplazaba del templo a las antiguas escuelas. Hubo una época, no hace tanto, que Sorriba contaba con niños en las aulas. Cientos de escolares con un futuro prometedor que tomaron el primer contacto con las letras y las ciencias en esa escuela ahora reconvertida en espacio para organizar actividades, talleres, o la fiesta que nos reúne el 31 de mayo. Uno de aquellos niños fue Fernando Tejerina, uno de los mayores expertos en termodinámica de España y que llegó a ser rector de la Universidad de Valladolid, y que conversa alegremente en la soleada tarde de mayo con una de sus compañeras de colegio, recordando cómo jugaban en el patio y las lecciones que recibió de su maestro. Pero lo cierto es que, como en tantos pueblos, aquella realidad llegó a su fin.

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Recuerda Jesús Ángel Rodríguez, pedáneo de Sorriba, que las escuelas cerraron cuando él se encontraba en sexto de EGB. Desde entonces los niños, cada vez menos, del pueblo, debían ir a estudiar a Cistierna. Las escuelas no volverán a abrir como centros del saber, pero las calles de Sorriba sí volverán a ver a niños correr y jugar. Para el pedáneo, la llegada de Pablo, Paola, Gabriel y Nilo ha sido «la mayor alegría» que podía soñar.

«Les he dado y les daré toda mi vida las gracias porque era algo que nunca imaginé», asegura emocionado, al tiempo que resalta el «valor y la ilusión» de los cuatro matrimonios jóvenes que «se han lanzado a crear aquí sus familias», algo con lo que el pueblo está «encantado», como certifican también Mariana Raposo, que llegó a Sorriba hace unos cinco años; María Jesús Campo, vecina desde los 14 años de un pueblo que es el suyo; o Luz Divina, madre del pedáneo y que, como vecina más veterana de la localidad, no puede estar más feliz de ver de nuevo bebés en Sorriba.

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Silvia, Luis Alfonso y Pablo

Silvia, Luis Alfonso y Pablo

Nunca imaginó Silva Alonso de joven que viviría en su pueblo, que crearía su familia en el entorno rural y que criaría a su bebé en la localidad donde pasó ella tantos días de pequeña. Tras estudiar fuera de León tocaba regresar a casa. Aunque nunca pensó que fuera a volver al pueblo, «por suerte» lo ha podido hacer.

Junto a Luis Alfonso Rodríguez, con familia en Cistierna y Boñar y por ende paisano de la montaña oriental, decidían tras años viviendo en León capital y trabajando en Cistierna mudarse al pueblo. «No tenía mucho sentido estar viajando cada día y nos podíamos permitir vivir aquí, y así lo hemos hecho».

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Juntos trabajan en una clínica dental y pasan sus días entre la cabeza de comarca y Sorriba, donde, desde el 11 de enero de 2023, viven con su pequeño Pablo, un niño de pelo de oro y rizos que acapara todas las miradas y mimos de sus vecinos.

Verónica, Miguel y Paola

Verónica, Miguel y Paola

El mes de agosto es siempre fiesta en casa de Verónica Acebes y Miguel Redondo. Tras dar hace casi seis años la bienvenida a Miguel, su primer hijo, el 18 del mismo mes pero de 2023 recibían a la pequeña Paola.

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De ojos azules como el mar, pelo rubio y piel clara, la única niña de los cuatro bebés de Sorriba con apenas nueve meses apunta maneras. «Los va a poner a todos en orden», ríe su madre mientras la sostiene en brazos. Verónica regenta una floristería en Cistierna y Miguel, natural de Sorriba, trabaja en Tecoi.

Cuando se conocieron, una de las primeras cosas que tenían claro era que querían crear una familia y lo querían hacer en el pueblo. ¿Por qué? Pregunta la que escribe. La respuesta, clara y al unísono: «por la libertad». «En una ciudad no tienen la misma libertad, no pueden salir a la calle a todas horas, aquí están en contacto con la naturaleza en todo momento. Qué más podemos pedir», dice Verónica.

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Paola fue la segunda bebé en nacer, y detrás de ella vinieron dos más. Todo un acontecimiento en Sorriba y que su padre celebra porque tendrá «la suerte» de poder crecer al lado de otros niños de su edad. Porque la sonrisa de bebés como Paola ilumina la cara de los vecinos, igual que lo hizo el pequeño Miguel cuando llegó a Sorriba como recuerda su madre, que rememora aquellos primeros paseos con el carricoche. «Los vecinos nos paraban para ver al niño y ahora que hay cuatro, ya ves».

Alejandra, David y Gabriel

Alejandra, David y Gabriel

Cuando Alejandra Panizo, natural de Ponferrada, y David González, vecino de Sorriba, se conocieron, una de las primeras cosas que tuvieron claras es que si formaban una familia querían hacerlo en el pueblo, por «la tranquilidad, el contacto con la naturaleza y el estilo de vida».

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Profesora de inglés en un instituto en Guardo, Alejandra cada día recorre la distancia de unos 30 minutos que separa Sorriba de su lugar de trabajo. Lo mismo hace David para cuidar al ganado de su explotación de extensivo que pasta por los prados de la montaña oriental. Y juntos vuelven a casa, a Sorriba, para estar con Gabriel, que nació el 7 de octubre de 2023.

Recuerdan Alejandra y David que cuando se enteraron de su embarazo una de sus prioridades era que el niño «conociera el mundo rural, que lo valorara y que de mayor pueda elegir si quedarse o irse a otras zonas». Porque para sus padres es fundamental la tranquilidad del pueblo, y que pueda crecer con otros niños. «Es una motivación porque es verdad que muchos niños en los pueblos se crían solos con los padres o los abuelos, pero que pueda socializar con niños de su edad, con otros tres niños, es genial», comenta David mientras Alejandra acuna a Gabriel, de enormes ojos oscuros.

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Coral, Teodoro y Nilo

Coral, Teodoro y Nilo

A pocos días de que la Puerta del Sol de Madrid diera las doce campanadas que anunciaban el fin de 2023, llegaba al mundo el pequeño Nilo. El 21 de diciembre Coral Reyero y Teodoro González se convertían en padres de un bebé sano y lozano que se coronaba como el vecino más pequeño de Sorriba.

Trabajando en un supermercado de Cistierna ella y él en una empresa de excavaciones y movimiento de tierras de la zona, vieron en la casa que la madre de Coral tenía en Sorriba, su pueblo, el lugar donde establecer su vida. Tuvieron claro desde el primer momento que sería allí donde formarían su familia, porque ambos saben lo que es criarse en un pueblo y disfrutar de una infancia «que la ciudad no te da».

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Nilo era el último de los cuatro en llegar a Sorriba, y completaba como dice su madre el «'baby boom' de un pueblo tan pequeño», algo «raro» pero que ha hecho que los vecinos estén «encantados». «Están muy mimados, no nos quejamos», sonríe Teo, que ya imagina a su hijo jugando en el pueblo y dando vida a la montaña oriental leonesa.

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