El Órbigo, la capital del lúpulo

El lúpulo requiere de unas condiciones climatológicas que muy pocos lugares pueden ofrecer, entre esos pocos se encuentra León. La casi exclusividad del cultivo se explica gracias a las noches frescas, el calor durante el día y las pocas lluvias que acontecen en la provincia desde los últimos días del invierno hasta los primeros días de verano. Además el cultivo precisa de suelos permeables y terrenos, preferiblemente, calizos.

Las labores de preparación del lúpulo arrancan en los meses de invierno, con las labores de arado y abono. En marzo, es el turno de la poda y en abril el del riego y el sulfato. Después de esto, a finales de agosto comienza la cosecha, tarea que acumula gran parte del trabajo para los agricultores y los trabajadores de la tierra.

Una labor que, sin embargo, ha reducido su dureza en los últimos tiempos. En sus inicios familiares y vecinos de los agricultores colaboraban con la pela en una tarea manual y delicada. Sin embargo, ahora, con la llegada de las nuevas tecnologías y las grandes maquinas, el proceso para obtener este oro verde que tanto hace disfrutar a los españoles por medio de las cervezas ha sido agilizado en gran parte.

Los tractores cargados de esta planta trepadora y el trajín en las peladoras, además del característico olor de este cultivo esencial para la elaboración de la cerveza inundan ya las localidades de este rincón de la provincia.

Así, la labor requiere de menos manos, pues mientras una persona mete trepas para que las peladoras de la máquina la desgranen, otra separa las hojas que se cuelan en la cinta. Las flores llegan así a los secadores, más modernos y rápidos, que prensan el producto final y lo empaquetan, listo para salir en dirección a convertirse en cerveza.