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En apenas dos horas, el embalse de Casares se vaciaba. Según avanzaba la tuneladora, los acuíferos que nutrían los valles de la Montaña Central se secaban. En Paradilla, Beberino o Rodiezno no servía de nada abrir el grifo. Y Viadangos se quedó sin su decena de manantiales.
El «desastre total» que llevan arrastrando casi dos décadas en los municipios de La Pola de Gordón y Villamanín sigue sin encontrar solución. «A mí me contaron que el que rompía pagaba, pero parece que en este caso no es así».
La montaña sigue en pie de guerra, aunque cada vez son menos, y los que lo hacen es «por dignidad». La variante de Pajares provocó que 350 litros de agua por segundo pasaran de la subcuenca del Bernesga al Huerna, es decir, que el agua que nutría la provincia de León ahora desemboca en la zona asturiana de Campomanes.
«Es el mayor daño que nos han podido hacer. Si no tienes agua, no tienes nada», reflexionan en algunos de los pueblos más afectados. Los campos de regadío se han convertido en secano; los ríos como el Rodiezmo apenas fluye; el ganado no se asienta en pastos con escasez de humedad; y los grifos sueltan agua no apta para el consumo humano.
Son las consecuencias de un «escándalo» y para el que exigen una solución que nunca llega. «Reuniones y más reuniones; nos proponen y nos enredan. Esto es un engaño». Una desazón que ya se extiende por los valles que exigen «jugar en la misma división» y tener el acceso al agua que tenían antes de que el tren pasara bajo sus pies.
Arsenio Rodríguez Expresidente de Ganaderos de León
Una radiografía de la situación la hace Arsenio Rodríguez, de Cubillas de Arbas, quien tilda de «desastre total» el pinchazo de unos acuíferos que han dejado sin agua potable a su pueblo, a Paradilla o a Beberino. Fue presidente de la Asociación de Ganaderos de la Montaña de León, por lo que se ha visto afectado en plena concentración parcelaria con títulos de fincas de regadío que hoy son de secano.
Los pastos han perdido «totalmente» el agua y tienen que hacer «cosas raras» para recoger el poco agua que queda para «mitigar» el ganado. «El pastoreo es difícil porque si falta el agua los animales no se hacen al sitio».
Recuerda cómo el embalse de su pueblo se quedó sin agua «en dos horas» y cómo muy cerca, en Viadangos, los manantiales «desaparecieron». Por ello exige que se tenga constancia de un problema provocado por «alguien que no ha hecho bien su trabajo». Todo ello tras dos décadas de lucha donde la «dejadez por cansancio» va dando sus frutos. «Los que estamos, estamos un poquitín por dignidad. Que tomen medidas para arreglar un poco el problema porque el total es casi imposible».
Y pone el foco en el presidente de la Diputación de León, Gerardo Álvarez Courel, de quien critica que tildara de «solución peregrina» el bombeo para que el agua regrese desde Asturias. «No lo puedo entender, me gustaría hablar con él para que me diga por qué cree eso». Recuerda que se está «tirando» agua por un túnel que están aprovechando en Oviedo y ve «incomprensible» la posición de una institución como la provincial que debería velar por el interés de los pueblos afectados.
Rosa Arias Presidenta de la Asociación Lacerta
Uno de los epicentros del desastre ecológico lo viven en Rodiezmo y en localidades vecinas como Ventosilla o Golpejar. Aquí, directamente, el agua del grifo no se puede beber. Y todo a pesar de vivir en un enclave natural único y donde el agua brotaba por las montañas. «Un día nos levantamos y abrimos el grifo y no había agua».
De esto culpa a los ingenieros que se «cargaron» los acuíferos. Hasta diez manantiales se han secado en las laderas cercanas, un agua con el que se regaba, se daba de beber a animales y se suministraba a la población. «Es un daño muy grande».
Rosa encabeza una entidad que preserva el entorno del valle de La Tercia y Arbas ante ataques medioambientales como este. «Tenemos sequías más agudizadas, el caudal del río baja en un hilín, los regueros se secan en junio y al no nevar demasiado tenemos un problema con nuestro máximo valor».
Nos invita a su casa para comprobar que a pesar de que el agua corre por el grifo no es apta para el consumo humano. «Será muy buena para fregar y cocinar si la hierves, pero está potabilizada a ultranza con mucho cloro». La culpa de ello fue el remiendo propuesto con una traída desde un manantial de Millaró, que en origen es de gran calidad, pero que ellos reciben tras recorrer tres kilómetros de prados donde «hay vida, animales que pasean, beben, se mueren y hacen sus necesidades. Una auténtica porquería». Y tiene un mensaje para la gente que se queja de la mala calidad del agua y siguen bebiéndola: «Lo hacen porque no han visto de dónde viene, yo he ido y me abstengo radicalmente». Con una filtradora de 70 euros, yendo a un caño o comprando en el súper es como se hidratan en esta casa.
Paulino Fernández Pedáneo de Viadangos
Hastío y desazón entre los vecinos de Viadangos de Arbas, un pueblo que «cambió mucho» desde el desastre natural de la variante. «Teníamos fuentes en cada vaguada y ahora están secas», expone el presidente del pueblo. «Nada más que se marcha la nieve, se acabó el agua».
En esta localidad ya no se puede regar, las vacas necesitan bajar hasta un río «cada vez más tocado» y las soluciones planteadas ya se ven como «inviables». Una de ellas pasaría por subir el agua desde Telledo, donde desagua la camisa del tren por la que discurre el agua de León hacia Asturias, pero requeriría superar los 1.800 metros del 'Cuitu Negru' y, además, en caso de avería por heladas o nieve tendrían que correr las juntas vecinales con el gasto de reparación. «Nosotros no provocamos esto, ¿eh? El que lo creó, que corra con los gastos».
Para exponer el origen del problema utiliza a su madre, quien desnataba en botijas haciendo un agujero para que saliera la leche y la nata quedara dentro: «Abrieron un agujero en el culo de una bolsa y llueva o nieve todo se va al túnel. Esto no tiene solución».
La sensación en el pueblo es de resignación entre engaños y propuestas. Reuniones donde «nos enredan» mientras su río se seca en septiembre y los vecinos se golpean contra una administración «contra la que no podemos».
José Manuel González Pedáneo de Paradilla
Desde el bebedero del manantial, el presidente de esta localidad de Gordón nos enseña el hilo de agua que queda de un caño donde antes caía a chorro. «Esto es lo que llega al depósito, una cantidad con la que es imposible mantener al pueblo». Afortunadamente -entre comillas- solo dos personas viven ya en Paradilla porque si hubiera que dar de beber a más no podrían.
Las fuentes naturales empezaron a secarse con las prospecciones del túnel de la variante. Cuando pasaron por Beberino, se quedaron sin agua; luego llegaron a Paradilla y ocurrió lo mismo. Como solución optaron por un depósito de 50.000 litros del que tienen que estar pendientes y cuando baja de la mitad llamar al Ayuntamiento de La Pola, que estos den aviso a Diputación y que autorice la traída de cubas, por una carretera con rampas del 12%, que se dejan la mitad de la carga por el camino. «Aquí ha llovido mucho, infinitamente, pero el manantial, como tiene una fuga, no se carga salvo si nieva, y cada vez nieva menos».
El alcalde exige tener acceso al agua «como todo el mundo», igual que la tenían antes de que las tuneladoras abrieran camino en su subsuelo. Recuerda que en los 70 llegaron a vivir aquí 25 personas y tenían su huerto para regar y su ganado para beber. «El pueblo tendría que desarrollarse hacia el turismo rural y no podemos porque consuman agua que no tenemos».
Mientras, las administraciones «juegan a que el tiempo pase» y que el peso de la desazón acabe por consumir a los pocos habitantes que resisten en la Montaña Central. «Un pueblo vacío se puede ocupar con molinos; porque cuando no hay nada, con cualquier cosa lo llenamos».
Antonio García Alcalde de La Pola de Gordón
Del optimismo al pesimismo pasa el alcalde del principal ayuntamiento de la zona. Confiesa que tienen firmado un convenio con Adif para solucionar el problema y están a la espera de que la Confederación Hidrográfica del Duero les dé la autorización. Consistiría en captar un acuiferos que está suministrando a ganado y caza, y tiene agua de sobra, y dejar a la fauna un abrevadero que esté lleno mientras se hace un depósito muy grande para los vecinos.
Sin embargo, reconoce que el problema «más grave» está en los 350 litros por segundo que se escapaban a Asturias, más aún por la necesidad que requieren nuevos proyectos en la zona como La Robla Green, que aspira a captar siete millones de litros en una fábrica de hidrógeno verde.
El regidor descarta el bombeo de agua por el «trastorno» que supondría para los pueblos en cuanto a averías o atascos para una cantidad tan grande y pone en valor la teoría suiza del sellado de acuíferos con unas resinas que se utilizaron para los túneles de los Alpes.
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