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La instalación de parques eólicos es un debate entre los habitantes de las localidades de interés para las empresas de energía. Una decisión que conlleva mucho tiempo y en la que el proceso se alarga durante años hasta la completa instalación y funcionamiento de los molinos.
En el valle de Omaña, el interés de la empresa Energías Especiales Auto Ulla S.A , al igual que otras muchas empresas, llegó en el año 2000. Un proyecto «innovador» del que apenas tenían referencia en los alrededores. La declaración de impacto ambiental así como la autorización administrativa por parte del servicio territorial de Industria, Comercio y Turismo fue necesaria para dar inicio a las obras. Tras la firma que ponía en marcha el proyecto no fue hasta el año 2009 cuando los habitantes de la localidad vieron como estos comenzaban su funcionamiento.
Las juntas vecinales de La Utrera, Valdesamario, Murias de Ponjos y Ponjos comenzaron a disfrutar de un apoyo económico que les ayudó a «permanecer». Fueron muchos los años que los vecinos de estos pueblos apoyaron económicamente derramas generales para arreglos públicos. Un dinero que debían de aportar de forma personal debido a la falta de ingresos y de recursos para poder cubrir las necesidades.
Pero con la instalación de los molinos esto cambió drásticamente. A las juntas vecinales se les planteó el proyecto que, con la instalación de dos parques eólicos, denominados como Valdesamario uno y Valdesamario dos, cubrirían con su aportación económica los gastos públicos de la localidad.
Al comienzo de la instalación se implantaron siete molinos en el término municipal con vistas a poder ampliar el campo. Un total de 60.000 euros anuales repartidos entre las cuatro pedanías es el acuerdo al que llegaron con la empresa de energía eólica. Pero los problemas fueron llegando con el paso de los años.
Tras la aparición del cadáver de un urogallo al lado de uno de los molinos el funcionamiento de los molinos se paralizó totalmente. Algo que no hizo que la empresa dejase de pagar y que cumpliese «sin problemas y sin excusas» su acuerdo.
La aportación económica que ha supuesto la instalación de los molinos ha generado que las juntas vecinales puedan «sobrevivir», según confiesa Juan Antonio García, presidente de la Junta Vecinal de Ponjos. Un dinero que ha «aliviado» y con el que se han podido hacer grandes restauraciones.
Desde el comienzo del planteamiento del proyecto hubo total unanimidad por parte de las juntas vecinales. Una ocupación del terreno regulada por la administración en la que «ojalá hubiese otros 17», indica Jose Antonio García, presidente de la Junta Vecinal de La Utrera. Después de más de 20 años en el cargo el hombre, natural de Omaña, asegura que ha sido un «impulso» para potenciar estas localidades. La «falta de inversión» por parte de las administraciones generó que muchos de sus habitantes se planteasen el abandono de sus hogares debido a la imposibilidad de los pagos de derramas.
Algo que cambió «radicalmente» con el paso de los años. Las fiestas de los pueblos comenzaron a dejar de ser dependientes de los donativos de los vecinos, la reforma del bar del pueblo en La Utrera tras más de 23 años sin él comenzó a ser una realidad, la reforma de la iglesia en Ponjos se hizo posible antes de que el tiempo y la poca inversión por parte del obispado generase que se fuese al suelo o la creación de una nave en Murias de Ponjos para guardar el material de la localidad son algunos de los beneficios públicos que se han realizado con esta cuantía.
Alba Crespo Rabanal, presidenta de la Junta Vecinal de Murias de Ponjos así como Maria Cristina García confirman un ingreso anual en noviembre en el que se revaloriza el terreno con el paso del tiempo.
Un contrato que varía y que en el año 2023 llegó a cuantificar unos 15.000 euros por molino. Con un contrato de 30 años contabilizado desde el comienzo de su funcionamiento en 2009, los alcaldes pedáneos apuestan por las energías renovables como algo que «salva económicamente» a los pueblos.
«No podríamos hacer nada sin ese ingreso», explican. La instalación del segundo proyecto, denominado como Valdesamario 2, se paró debido a la denuncia de varias asociaciones ecologistas por el «estrés» de los urogallos. Un acto que, además de paralizar durante dos años los siete molinos instalados, canceló la instalación del segundo parque eólico.
Una decisión «injusta» la cual ninguno apoya debido a que «los pueblos también tenemos que vivir».
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