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La primera edición del Día de La Madreña ha sido una jornada «muy entrañable» en el Cra de Puebla de Lillo. La buena acogida entre las familias de los niños del colegio ha dado «un toque especial» a este día de convivencia intergeneracional.
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Se respiraba aire de tradición, los niños entraban en la fila calzando sus madreñas y portando sus trajes con ilusión renovada: «Mira, sé andar con madreñas» decían algunos al entrar.
Pronto comenzaron a llegar los abuelos, muchos con fotos, todas en blanco y negro, con imágenes de cuando el pueblo no estaba arreglado, de cuando eran niños calzando las madreñas, con la foto de la boda vestidas de negro y de corto ellas y de traje ellos: «Para que los trajes sirviesen para más ocasiones» decían.
Durante el filandón, Ramón un conocido octogenario del pueblo, les contaba cómo: «Teníamos que llevar leña a la escuela para calentar el aula», y les recordaba que cuando él era pequeño: «Se saludaba a todo el mundo que te cruzabas por la calle» y les insistía en que lo hicieran ellos también: «Que vais por la calle y no decís nada, hay que saludar a los vecinos, que es de buena educación, hay pocos niños y es una alegría para el pueblo».
En otro filandón paralelo, la maestra Asun, daba vida a «La Vieja del Monte» y mantenía a todos los niños y asistentes atentos y con los ojos como platos.
Durante la exposición de fotos y artesanía en madera, los asistentes escudriñaban cada foto tratando de identificar a vecinos, conocidos y familiares.
Al son de la gaita de dos integrantes del grupo musical Cecina de León, daba comienzo el esperado desfile de niños, mujeres de la asociación de Valdepiélago, familiares, maestras y maestros. El Pendón del Pueblo bailado por Carlos, ondeaba al viento, que no era mucho y la lluvia respetó la mañana como si por encargo hubiese estado. El ambiente estaba cargado de notas que recordaban tiempos de antaño, el sonido de las madreñas al avanzar, los «cayaos», el aroma mezclado de leña y castaña asada junto con la bruma del día, envolvían la jornada en una atmósfera que recordaba otros tiempos.
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El taller de música en el que se cantaron canciones tradicionales como Viva la Montaña o Somos de León, además de la decoración del Ramo Leonés, cerraron una jornada muy especial y entrañable.
Los asistentes disfrutaron y valoraron poder disfrutar de un 31 de octubre diferente, celebrando lo nuestro y transmitiendo lecciones de vida, de lo nuestro y de lo que hemos sido para llegar donde estamos. Los familiares se despedían de las maestras deseando que: «Este día cuaje».
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