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Fernando Carrasco Fernández, un mini chef de 12 años nacido en Madrid pero con profundas raíces en Puebla de Lillo, ha conquistado un lugar en MasterChef Junior llevando consigo la tradición culinaria de su familia.
Aunque vive en el barrio del Pilar, Fernando ha pasado gran parte de su infancia en la localidad leonesa, donde su amor por la cocina floreció entre los fogones de los restaurantes de sus familiares, el Madrid y el Hostal Ruta del Porma.
«Fernando lleva aquí desde que nació. Siempre ha sido muy curioso con la cocina y ha tenido mucha soltura trabajando. Aunque no elaboraba platos, miraba todo con atención y aprendía de los mayores», cuenta Luis Fernández, dueño del Hostal Ruta del Porma y familiar del joven chef. Su familia recuerda con cariño cómo Fernando ayudaba en lo que podía, desde rebozar pescados en una silla para alcanzar la encimera hasta lavar platos con rapidez.
La conexión de Fernando con Puebla de Lillo va más allá de las visitas ocasionales. Según su madre, Maribel Fernández, esta tierra es el hogar de sus raíces y el lugar donde aprendió el amor por la cocina. «Mis padres son de Puebla de Lillo, y desde pequeño ha estado en contacto con este mundo. Aunque empezara fregando o ayudando con cosas pequeñas, siempre mostraba interés por aprender. Desde los 9 años hace comidas en casa como macarrones o lentejas, y le encanta experimentar con recetas nuevas».
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La afición de Fernando por la repostería también es destacable. Según Maribel, ha perfeccionado recetas como quesadas, brownies y pastas de té, además de invitar a sus amigos y sus madres a merendar en casa. «Es un niño muy maduro y responsable. En el programa incluso ayudaba a las cuidadoras a controlar al resto del grupo», añade.
El sueño de Fernando comenzó en mayo, cuando vio un anuncio del casting de MasterChef Junior en televisión. Decidido a participar, se grabó un video de presentación y completó el formulario él solo. Tras superar varias fases de selección, entre más de 10,000 niños, logró un puesto entre los 16 participantes finales.
Aunque los programas ya están grabados, la experiencia ha sido inolvidable para Fernando y su familia. «Fue muy emocionante cuando nos dijeron que estaba dentro. Él confía mucho en sí mismo, y esa seguridad le ha llevado hasta aquí», asegura su madre.
Fernando Carrasco no solo lleva su amor por la cocina, sino también el legado de Puebla de Lillo y de una familia que le inculcó el valor del esfuerzo y la pasión por los fogones. Ahora, su camino en MasterChef Junior es un homenaje a esa tradición que comenzó en los restaurantes de su infancia y que, sin duda, promete ser el inicio de una gran carrera.
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