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Imagen de Alberto Arévalo y Ricardo Elorriaga. i
Los médicos asturianos que viajan a la montaña de León

Los médicos asturianos que viajan a la montaña de León

Dos horas de viaje, carreteras que se complican en temporada invernal y un destino que «nunca cambiaríamos»

Sábado, 18 de mayo 2024, 09:18

Leoneses y asturianos siempre han sentido un vínculo de unión muy fuerte. Son pocos los kilómetros que separan una provincia de otra y muchos los habitantes que deciden cambiar de comunidad diariamente para ir a trabajar.

Este es el caso de Alberto Arévalo y Ricardo Elorriaga. Dos médicos asturianos que llegaron a León buscando cumplir el sueño de su carrera. Desarrollar su vocación de médico sin importar el lugar que les tocase.

Contratos temporales, tiempo como residentes y vacaciones para cubrir que generan una estabilidad laboral de la que muchos rápidamente huyen.

Una «nueva oportunidad» en el pasado

Es el caso de Arévalo, médico de cabecera desde 1996. Llegó a León tras una llamada en un centro privado en Villablino. «En aquel entonces, en Mieres había mucho paro», asegura. Algo habitual ya que Asturias cuenta con la facultad de medicina y muchos de sus alumnos optan por quedarse ahí. Tras finalizar su especialidad tomó rumbo a la capital de la comarca leonesa de Laciana. Un lugar en el que asegura haber encontrado un lugar «especial» y con el compaginaba llamadas de Mieres para cubrir días puntuales.

Los contratos de aquel entonces en la comunidad asturiana «no eran muy buenos», confiesa. Contratos de seis meses en los que tenían que juntar guardias para poder llegar a las horas. Pero su contrato indefinido llegó a Villablino.

Se estableció como médico de refuerzo dejando a un lado la sanidad pública de Asturias. Pero no todo fue fácil para el sanitario. Una hora de camino diaria lo separaba de su destino, lo que sumaba un total de dos cuando volvía a casa. Los inviernos eran muy duros en las carreteras de montaña pero la vida de sus hijos en Asturias siempre fue el principal motivo por el que este se negó a mudarse. «Mis niños tenían a sus amigos en Mieres, tenían el colegio y a sus compañeros, no podía cambiar su vida», asegura. Una rutina que fue normalizando y con la que, con el paso del tiempo, entendió dónde estaba su sitio.

El 'destino' de los asturianos

Arevalo cogía su coche todas las mañanas, pero no iba solo, un total de tres médicos asturianos se reunían para llegar a León. Años después, con 60 años el coche ha ido perdiendo por jubilación a alguno de sus miembros. «Hemos sido fieles, nos hemos ido retirando juntos», explica el sanitario. El paso del tiempo ha generado que la comunidad asturiana tenga «muchas mejoras» en las condiciones para médicos así como en los contratos que se les ofrece pero «no es una vía que valore».

La tranquilidad del pueblo, el entorno familiar, la cercanía con la gente o el valor de la profesión son características del médico rural que ambos no están dispuestos a «sacrificar».

«Ya conoces a la gente, a tus compañeros y ya es difícil cambiar», explica Arévalo. Este, aunque hace tres años se trasladó a la localidad de Sena para evitar las carreteras que conectaban con Villablino, siguió optando por los pueblos de la montaña leonesa.

Un lugar en el que quedarse para cerrar su carrera profesional

Tras ser ya el único ocupante del vehículo decidió tomar la decisión de trasladarse a pocos kilómetros de su anterior puesto pero con muchas ventajas. «Seguía siendo un Centro de Salud con poco pacientes lo que me permite seguir dando un servicio de calidad que es lo que yo más valoro», indica. Con «buenos» pacientes esta zona rural, con casi 400 habitantes, se convirtió en el lugar ideal para retirarse.

Ricardo Elorriaga tiene el mismo sentimiento por los lugares de la montaña de León. Llegó al Centro de Salud de San Emiliano en el 2012. «Estoy encantado, es un sitio que me gusta mucho», indica. Su carrera, que comenzó en Oviedo se dirigió hacia León aterrizando en un primer momento en La Bañeza. Pero la vida le llevó al pueblo donde veraneaba en su infancia.

Un lugar en el que la «paz» y la «tranquilidad» de quienes viven en él son notables incluso en las consultas. Un trato «familiar» en el que el tiempo de «calidad» que pueden dedicar a cada paciente nada tiene que ver con hospitales saturados o clínicas con largas colas de espera.

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