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Cada vez, a menos cerdos les llega su San Martín. Sin embargo, León sigue siendo la segunda provincia de la comunidad donde más matanzas se realizan. Eso sí, los números aquí también continúan bajando. Un 20 por ciento menos que hace un año. Pero hay quienes se resisten a dejarlo.
Y es que la tradición pesa mucho. Lo que comenzó como un acto casi de 'supervivencia' y con el objetivo de llenar la despensa para todo el año, se ha convertido en algo prácticamente innecesario y que se mantiene más bien por su vertiente festiva y familiar.
Eso, precisamente, es lo que pasa en una de las casas de Veguellina de Órbigo en la que aún se realiza la matanza. De hecho, ya ni siquiera sacrifican al animal, pero la matanza es algo que seguirán haciendo mientras puedan. Aunque sea con algunos cambios.
Para lo que antes necesitaban casi una semana, ahora basta con apenas un par de días. El trabajo se ha visto reducido por el descenso del consumo de la carne, sin embargo, se sigue realizando por tradición familiar.
Una casa en la que esta costumbre está muy arraigada y en la que se lleva celebrando desde hace más de 100 años, no puede dejarlo así como así. El trabajo ha ido pasando de generación en generación y los más pequeños han tomado el relevo.
Ahora, que los mayores cada vez tienen menos fuerza, son ellos los que cuidadosamente 'giran la manivela' para que la carne, ya deshecha y sazonada, salga por la máquina y rellene la tripa que Alicia, la abuela, sujeta con delicadeza para que no se rompa.
Chorizos, salchichones, lomos y cecinas cuelgan del techo en una habitación en la que apenas entra luz, pero sí mucho humo. Y es que una vez 'rellenados', atados y pinchados, con mimo y solo por manos expertas, es necesario un proceso de curación, para que la carne 'se haga'. Por eso, casi a diario es necesario encender una pequeña hoguera debajo de los embutidos para que el humo los vaya curando.
Un trabajo costoso y duradero que va mucho más allá de la primera imagen que a cualquiera se le viene a la cabeza al pensar en una matanza. Y que hace las delicias de los más 'comilones', pues existen pocas cosas mejores que un buen embutido casero, de los que, además, quedan muy pocos.
Para acabar, y celebrar, lo más importante. Si no nos podemos olvidar del aspecto festivo y familiar de las matanzas, evidentemente, las jornadas de trabajo no se pueden terminar sin una buena cena de las tradicionales chichas en compañía de quienes han ayudado en las labores, y también de quienes no.
Una tradición que parece, va muriendo, pero que resiste gracias a familias como esta que siguen teniendo ganas de reunirse para 'celebrar' una buena matanza.
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Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
Clara Alba, Cristina Cándido y Leticia Aróstegui
Javier Martínez y Leticia Aróstegui
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