El reto era enorme y Amancio González lo asumió y el resultado ha sido maravilloso, polémica aparte. El escultor leonés fue el encargado de realizar los sepulcros de Alfonso VI, y sus cuatro esposas, Inés, Constanza, Berta y Zayda, instalados en el Monasterio ... de las Madres Benedictinas de Sahagún.
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Una obra que inició con la idea de «hacer un sepulcro que fuese creíble, que pudiera mimetizarse con su entorno compitiendo cara a cara con el altar barroco que tiene a su espalda» y que no ocupase demasiado, dado el poco espacio que había en la capilla.
«Comencé mi trabajo con la búsqueda de aquellos objetos que hubieran sido de su pertenencia o en todo caso sustituirlos por otros similares en el estilo predominante», asegura el escultor. Y aquí es donde llegó la polémica.
Algunas voces han criticado la obra, ya que aseguran que el rey del León no puede tener castillos en su corona. «En mi búsqueda de objetos compatibles con el Panteón encontré la de Sancho IV», explica Amancio González quien mantiene que «es 200 años posterior la tumba dónde se encontró dicho objeto, pero ello no quiere decir que no fuese construida mucho antes».
El escultor asegura que en ese momento le llamó la atención «la belleza y sencillez a medio camino entre el arte visigodo» con unos relieves repetidos en la parte superior. La corona «muestra en relieve una repetida imagen de lo que es la fachada de una catedral románica sin ninguna duda», asegura el escultor.
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Una silueta que representa a la perfección la de una catedral románica y que parece ser, por su semejanza a un castillo, la causante de tal alboroto. Amancio González no quiere entrar en debates y defiende que su idea siempre fue la misma: «trasladar al espectador a un viaje en el tiempo a través de los detalles documentados del completo de la obra».
También recibió sugerencias para hacer una corona floridisada. «Lo busqué y no encontré nada que me llevase a pensar que la corona de Alfonso VI no pudiera ser como la representada», asegura. Un trabajo que ha estado lleno de polémica, pero que volvería a repetir ya que «todo está documentado, no me inventé nada y lo volvería a hacer igual».
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Tampoco faltaron las críticas que «me tacharon de machista» al ver el sepulcro de la reina, en el que realmente están los restos de cuatro esposas. «Cuatro son las reinas que acoge su sarcófago y ante la imposibilidad de hacer las cuatro, sobre su tapa realizamos una figura real femenina idealizada con corona y ropajes típicos de ataúdes románicos», explica el escultor.
En su vientre descansan cuatro rosas. Un detalle que representa a las cuatro mujeres que allí descansan y que «creo que puede servir para que los visitantes se pregunten por qué cuatro rosas e investiguen y conozcan su historia».
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Amancio Gonzalez asegura que «pretendía que todo el mundo identificara la época en la que reinó y no hubo más connotaciones». Por ello, también colocó a Alfonso VI unas babuchas en sus pies. «Vestimos sus pies con babuchas, calzado común de los árabes con quien convivió y compartió amistades y enfrentamientos, es un guiño a la vida del rey», asegura.
El brazo de Alfonso se extiende hasta la empuñadura de la espada, una imagen que el escultor obtuvo de la original custodiada en el Museo del Prado. De igual manera, la mano derecha descansa sobre el cetro que, «a excepción de una piezas voladizas imposibles de realizar», es copia del que se guarda en San Isidoro y que dicen le llegó a pertenecer.
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Unas 100 piedras cúbicas de Boñar cubren el suelo donde se asientan los dos panteones. En el borde de las mismas se puede observar un ajedrezado jaqués para «ayudar al espectador a fijar en el tiempo el momento vivido». Una pequeña tarima que también sirve para separar el espacio de manera simbólica y física, ya que la capilla está dedicada al culto.
Se preservó únicamente el ataúd de las reinas por ser antiguo y con algunas letras grabadas en el exterior. El del rey fue realizado por Amancio con unas dimensiones similares. Las bases que soportan los ataúdes tienen rematados a ambos lados cabezas de León. Una imagen que ya en tiempos de Alfonso VI lucían en la fachada de San Isidoro de León. Un guiño del escultor a la vida del monarca que «según cuentan las crónicas hacía uso de esta construcción en sus labores de gobierno», asegura Amancio tras sus investigaciones.
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Cada detalle tiene su investigación, su trabajo y su razón de ser y estar. Una obra que se llevó a cabo con la única pretensión de «crear dos ataúdes reales para unos restos reales» y que con un minucioso trabajo llevan al espectador a un viaje por el tiempo.
Una visita a la historia a través de una escultura que ha saltado a las portadas, no por su belleza, sino por una polémica que no tuvo intención de ser. «Puedes buscar la catedral de Lisboa y verás que tiene la misma silueta que hay en la corona», recuerda el escultor.
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