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Ha llovido en los últimos días y el barro salpica en el camino. Una valla advierte de que estamos entrando en una zona que no nos pertenece, pero vamos acompañados de su propietario. Al otro lado, el silencio solo lo rompe el sonido de algún becerro lejano. Pronto todo cambia.
Sil, Dakota, Laguna, Campera y Ginebra corren hacia nosotros. Impresiona la imagen de cinco moles avanzando a cuatro patas y superando los 70 kilos. De esta situación nos había advertido Luis María Fernández, al quien «nadie conoce por ese nombre» en la zona. Tras unos segundos de tensión y de 'cacheo perruno' todo está en orden y somos bien recibidos.
Visitamos un criadero de mastines en la meca mundial de esta actividad. Ninguna otra región alberga tantos centros como Laciana. En concreto estamos en el afijo Los Piscardos, que recibe el nombre del gentilicio de Caboalles de Abajo, donde nos encontramos.
Luisma pertenece a la Asociación de Criadores Lacianiegos de Mastín Español -Aclame- y marca pronto el objetivo que persiguen: «Mantener esta raza para lo que fue creada. Es una raza de trabajo, y desempeñas la cría para que hagan esa función».
Y así nos hemos encontrado a esta manada, que tras la cumplir con su labor de control del ganado se relajan y nos observan tumbados a escasos metros. Tienen trabajo y están acostumbrados a su papel disuasorio. «Vivimos en una zona conflictiva, de las que más de España, por la concentración de lobo y oso pardo. Ellos nos permiten coexistir con el ganado en extensivo», explica José María dirigiéndose a sus perros. El reto de Aclame es que la raza no pierda «la cualidad y el instinto» original y que su compañía permita tener ganado en extensivo en Villablino.
Sin querer entrar en polémicas, nos afirma que criar mastines es «darles los cuidados que necesitan», sin necesidad de adiestramiento porque «es innata» su función ganadera. «Crías un cachorro, lo metes con el ganado y lo asocian como parte de su familia; y lo van a cuidar toda su vida».
Describe la raza como «rústica, dura», a los dos o tres meses se les desteta y se introducen en el ganado, donde muchas veces incluso nacen. Y en función de las «necesidades» se facilitará cruzar a los perros durante el celo o no hacerlo si se encuentran en la braña trabajando.
Pero, ¿es rentable tener un criadero de mastines? Ante esta duda, Luisma se muestra contundente. «Quien se plantee esto para un beneficio, que no lo intente». La cría es el medio para el desarrollo de una de las pocas alternativas económicas que quedan en estas comarcas: la ganadería. «Para la juventud que tiene un futuro incierto y quiere quedarse en la comarca, se puede aprovechar esta opción», y ahí va ligado el mastín.
La cría además conlleva tiempo y dinero. El día a día requiere subir a la braña, supervisar al ganado y a los perros, «que tienen la mala costumbre de comer todos los días -bromea-», y comprobar que no hay ningún problema. Y exige mucho gasto, más aún con el problema «de convivencia» que genera la superpoblación de depredadores. «Donde antes necesitabas dos mastines, ahora necesitas cuatro. No es justo que el sobrecoste lo tenga que soportar el ganadero y las administraciones tenían que poner los pies en la tierra».
Otra de las actividades que realizan estos ejemplares es acudir a exposiciones caninas. En la asociación lo ven como «un escaparate para promocionar y divulgar razas» y en el que pueden participar perros de trabajo. Como ejemplo pone a los suyos, ganadores de diferentes certámenes y con grandes laureados sobre sus patas, como Barro, Braña o Ringo. «Esa idea de que el perro de exposición no sirve para trabajar no es verdad. Estos trabajan los 365 días del año, en una de las zonas más conflictivas del país, y pueden ir a exposiciones y ganar».
Entre las características que se premian en estos certámenes están «los buenos vientos y el carácter equilibrado». Además, morfológicamente se valora una buena estructura que empiece por los aplomos, las angulaciones, las articulaciones y que esté construido en el rectángulo, con una agrupa fuerte donde empuje el posterior. «Cabeza fuerte y ancha, morro ancho y largo, oreja corta y triangular y mordida en tijera», dibuja como buena construcción este criador.
Lo que tiene claro este criador es que el mastín «no es una raza agresiva» y describe a estos perros como «la raza más equilibrada que existe en el mundo». En su instinto está marcar terreno, establecer «la línea roja» que el foráneo no puede atravesar -al igual que hicieron con nosotros al principio-.
En solo unos minutos nos habíamos ganado la confianza -e incluso el cariño de una de hembra, embarazada- de una raza autóctona de la provincia y clave para el desarrollo económico de zonas rurales.
Y para mantener la cualidad y el instinto para el que fue creado trabajan los buenos criaderos de mastines que se reparten por León. Su compañía al ganado es hoy más importante que nunca.
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Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
Clara Alba, Cristina Cándido y Leticia Aróstegui
Javier Martínez y Leticia Aróstegui
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