Isidro cumple el sueño de Loquillo en Vegacervera

Más de 300 años de vida acumulan cinco reliquias del gran tonelaje que reposan en Vegacervera. A pesar de su veteranía, sus ruedas no descansan y sus tripas reaccionan al contacto. Reciben el mimo necesario para que algunos vuelvan a lucir como el primer día.

Era el sueño de Isidro, el hobbie de toda una vida escuchando el rugir de los motores. Este vecino del Torío ha cumplido la aspiración de Loquillo en aquella mítica canción en la que el artista pedía un camión. Y no han sido uno, sino cinco, los que este leonés ha agrupado, sin mascar tabaco y sin llevar el pecho tatuado.

Se crió rodeado de camiones y ese aroma quedó impregnado en su interior. Rehuye de los modernos, de los que asegura no entender nada, y las joyas que aloja en su finca acumulan un mínimo de medio siglo de vida.

Quizá el que más nostalgia despierta en él es un Barreiros, el mismo ejemplar con el que su padre trabajó y alimentó a su familia durante 26 años. «Este era un camión de Telefónica, que estaba en Vigo. Se lo compré a un señor de Santa María del Páramo y me enteré de que de estos camiones se ven muy pocos». A pesar de la singularidad del vehículo, Tascón sabía que ese modelo tenía que ser suyo.

Otro lo adquirió en Vegaquemada, cuando se encontraba montado en una góndola y había sido adquirido para el vaciado en un desguace. Es un camión carbonero de Otero de las Dueñas y logró hacerse con él y restaurarlo. Ahora cuenta con muchas piezas renovadas como faros, faldillas, pilotos, visera y la parte interior. «Solo le falta lija, paciencia y amigos que quieran ayudar», advierte con sorna ante la atenta mirada de algunos de ellos.

Junto a ellos reposa un 'Dodge', también conocido como vaca flaca o vaca seca, que fue rescatado de la Guerra Civil. Se encontraba en La Vecilla y pertenecía a unos hermanos empresarios de la construcción. «Lo compraron en una subasta en Madrid. Lo compraron para trabajar, pero lo metieron en una nave y ahí quedo». En sus recorridos entre Boñar -donde trabajaba- y Vegacervera lo veía a diario en La Vecilla, hasta que al final pudo hacerse con él.

Compañero del Dodge es un B-45, que también mantiene a resguardo en su pueblo. Era de la Guardia Civil y tiene los pedales de la autoescuela de la benemérita para hacer prácticas.

La nómina la completa un L-60 que también guarda la historia familiar. Su padre era tratante y tenía una carnicería que traspasó a su hermano, quien se la cedió posteriormente a él. Allí estuvo 13 años y este camión fue con el que viajaba por los pueblos comprando terneros, vacas y demás ganado, transportándolos al matadero para poner la carne en venta. Finalmente, un accidente con el ovillo de un camión le obligó a dejar su trabajo y pasar a la Once hasta la jubilación.

Pero el trabajo para recoger estas reliquias de la automoción no ha acabado. Isidro Tascón sigue echando el ojo a nuevas joyas y mejorando las que tiene. Al Barreiros le quiere poner unas cubas de vino y decorarlo con los letreros de la visera y las puertas.

Esta faceta tiene un valor exclusivamente «sentimental», para nada se busca sacar rédito de los mismos. «Es el orgullo de tenerlo. Imagínate dentro de unos años quien se haga con ellos», explica emocionado. De hecho, alguno se lo han querido comprar, algo que ha rechazado.

Tres de ellos los ha probado recientemente y arrancan a la perfección. Los dos más antiguos le dan más problemas al necesitar llenar el motor de aceite para evitar que se rompa alguna pieza que pueda estar oxidada.

Y es que a Isidro aún le queda cuerda para rato, quizá no tanta como a sus camiones, pero lo que sí queda claro es que este leonés ha emulado a Loquillo y conseguido ser feliz a través de sus camiones.

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